«GPS, villeguenses por el mundo» hace historia, una vez más. Desde la otra parte del planeta, con 15 horas de diferencia, llega una nueva historia de esfuerzo y valentía.
Desde la irreal Isla Waiheke, Nueva Zelanda, la protagonista Carolina Giménez charló con Esteban Mutuberría, el piloto de esta aventura. «Me siento emocionada porque esto me permite estar más cerca de mi familia y mi gente», dijo sobre la nota la villeguense de 26 años.
Primeros pasos
Luego de haber terminado el secundario en 2014, se fue a vivir a Capital Federal. Allí se mantuvo durante casi 7 años, hasta mediados de la pandemia, cuando regresó. Durante su paso en Buenos Aires, se recibió de Lincenciada en Gastronomía.
«Tuve varias experiencias laborales hasta que encontré mi propio negocio. Con Nicolás (su pareja) lo fuimos perfeccionando y lo llevamos a General Villegas», indicó. El taller puntualmente era de Pastas y Panadería.
Deseo de emigrar y primera oportunidad
El hecho de haberse recibido en 2019 provocó una serie de sondeos en su carrera a distintos puntos del planeta. «En todo eso atravesamos la pandemia, nos mudamos a Villegas y trabajamos mucho en nuestra casa. Fue apabullante, pero todavía tenemos cosas pendientes y queremos seguir trabajando», expresó.
Pero la constante rutina cansó a la villeguense, por lo que llegó el momento de poner el freno y tomar una decisión. «Así que planteamos emigrar al exterior, a Nueva Zelanda, con la intención de hacer una diferencia económica y aprovechar el tiempo, nuestra edad», detalló.
Luego de proponer el proyecto y desarrollar dicha idea durante medio año, a Carolina le salió la visa que le permitió trabajar y viajar por Nueva Zelanda por un año. «Empezamos a poner las cosas serias, cerramos nuestros negocios, compramos los pasajes, vendimos todas nuestras cosas y partimos», mencionó.
En cuanto a la noticia, la familia se sorprendió en un primer momento por la facilidad con la que iban a dejar su negocio. «Venirnos acá requería de mucha inversión, por suerte pudimos recuperar todo. Pero mi familia me apoyó siempre, sobre todo mi mamá, que lo usó como una excusa para viajar, ja».
Proceso de adaptación y cultura neozelandesa
El aspecto más difícil de asimilar para Carolina es el estar lejos de su familia y seres queridos. «Estar a tanta distancia me reinvidica que tengo que volver. Ni la estabilidad, ni el dinero, ni el paisaje hermoso, valen tanto como un asado, unos mates o lo que sea con mi familia», dijo emocionada.
A su vez, nombró al idioma como algo complejo de sobrellevar: «Quieras o no, se extraña mucho el hablar fluido. Yo soy de hablar un montón y, muchas veces, al estar limitada llega un punto en donde una quiere expresarse sin miedo a equivocarse en alguna palabra».
Por el lado gastronómico, mencionó que Nueva Zelanda es un país peculiar, con una variedad inmensa y exagerada por parte de los hindúes y las culturas asiáticas (Indonesia y Filipinas, entre otros). Explicó, además, que se extraña mucho la crema y el dulce de leche.
Respecto a lo social, subrayó que el neozelandés es muy cálido, amable y siempre dispuesto a ayudar. Pero, a su vez, mencionó que les falta «ese vínculo» que el argentino genera diariamente, hasta con desconocidos, para mostrar el cariño y la confianza mutua.
En la cultura neozelandesa, según Carolina, está muy marcado el Rugby, que hasta muchas veces es más practicado que el fútbol. Los «All Blacks», el equipo nacional de Nueva Zelanda, es el mejor del mundo.
Con respecto a la visión que tienen formada los neozelandeses de Argentina, Carolina mencionó: «Messi y fútbol, ja. Además, a la mayoría de personas que he conocido les ha llamado la atención el mate. Son muy curiosos».
¿Por qué Nueva Zelanda?
En primer lugar, explicó que les parecía lo más excéntrico dentro de las propuestas que tenían. «Sabíamos que era una apuesta muy importante con respecto al inglés, yo lo manejo poco. Además de todos los beneficios que tenía estar acá, lo tomé como una especie de superación», indicó.
Nueva Zelanda «es un país increíble», con una «estabilidad económica y gente maravillosa». Según Carolina, es un lugar que brinda muchas oportunidades y está lleno de latinoamericanos. Junto a su pareja, viven en la Isla Waiheke, ubicada en el Golfo de Hauraki.
«En Argentina éramos muy felices, pero es un lugar donde se trabaja pensando en si se llega a fin de mes. Por el contrario, en Nueva Zelanda trabajamos pensando en ahorrar diariamente», sostuvo.
Planes para el futuro
Carolina, desde un principio, dejó en claro su idea y deseo de volver al país en algún momento. «Creo que toda la parte económica y política vale la pena de Argentina. Una entra en la rutina de enojarse y estar preocupada. Yo acá (en Nueva Zelanda) no tengo esos problemas, pero siento que me falta algo y prefiero estar así, estresada pero cerca de mi familia y amigos», explicó.
A su vez, consideró a esta experiencia en el exterior como una «aventura», aunque dijo que, en el mediano o largo plazo, tienen intenciones de volver a instalarse en sus tierras.
A corto plazo, el proyecto aún no está definido. Pero entre algunas opciones y destinos posibles nombró al sudeste asiático, mudarse a Australia o cumplir el sueño europeo. «Siendo optimista, nuestra idea es que esta aventura dure dos o tres años más», agregó.
Otra hermosa historia de una villeguense, del otro lado del planeta, a miles y miles de kilómetros de la tierra que la vio nacer. Pero a pesar de todos estos años afuera, con la mente firme en pegar la vuelta, tarde o temprano, a su lugar de origen. Mientras tanto, Carolina y Nicolás seguirán dándole la vuelta al mundo con su sencillez, voluntad y dedicación, sabiendo que por estos sitios los esperan con los brazos abiertos.