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domingo, febrero 16, 2025
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«Leo» Belgamase, el villeguense que se reinventó con voluntad, decisión y superación

Leonardo Belgamase es el protagonista de una vida compleja y sufrida, pero en la que pudo salir adelante y nos dejó una enseñanza: «El que quiere, puede». 

Para algunos «Leo» y para otros «Quique», es un guerrero que día a día lucha por su salud desde hace treinta años. 

Padre de tres hijos maravillosos, con una familia que fue clave para su recuperación, dio su testimonio en ACTUALIDAD. 

Todo comenzó «un día normal» de 1993; él tenía apenas 23 años y se encontraba jugando en Santa Rita, club del que es hincha, «pero no fanático, porque me gusta ir a la cancha y disfrutar del fútbol». 

Aquel día, tan lejano y cercano al mismo tiempo, sintió «un insignificante dolor» en su pierna izquierda, pero en aquel momento eso no imposibilitó seguir trabajando y jugando. «Pensé que era un dolor típico de los futbolistas», dijo. 

Pero en un momento, llegó a la situación de ni siquiera poder levantarse de la cama. «Mi mente quería levantarse pero mi cuerpo no podía», comentó casi entre lágrimas. 

Luego de realizarse estudios en una cantidad importante de hospitales, llegó el doloroso y shockeante diagnóstico: artritis psoriásica crónica, producto de estrés y revolución mental por cuestiones laborales. 

«Es una enfermedad grave e incurable», definió en pocas palabras. Científicamente, provoca manchas rojas en la piel cubiertas con escamas plateadas. 

«De cinco millones, solo uno se recupera», le dijeron los médicos. La mayoría de las personas tienen psoriasis antes de recibir el diagnóstico de artritis psoriásica. 

En pocas palabras, se trata pero no se cura, confirmaron fuentes médicas locales, nacionales e internacionales. 

En muy poco tiempo, Leo pasó de vivir una vida normal y feliz a estar postrado en una cama, dos meses internado en Junín y dos años en sillas de ruedas. El panorama no era muy alentador, ni para él ni para la familia. 

Una de las anécdotas que recuerda con mayor frescura fue luego de los nacimientos de sus tres hijos: Jony, Tomás y Joana. 

«Tomi» debía comenzar el jardín en poco tiempo, por lo que le pidió a su padre que lo lleve. Leo no se encontraba en un buen momento respecto a su salud, pero le suplicó desesperadamente a su ex pareja, la madre de sus hijos, Susana, que le compre una bicicleta. 

«¿Vos estás loco? No podés hacer eso», dijo sorprendida lógicamente Susana, pero le concedió ese riesgoso deseo. Comenzó de a poco, pero con muchas dificultades; y contó que, incluso, llegó a lastimarse por caídas repetitivas y choques con los cordones. Pero él, con esa vibra que lo representa, cumplió con su anhelo personal y de su hijo. 

La enfermedad permitió que siguiera trabajando, pese a la gravedad de la causa; y, según dijo, «el empleo me ayudó a distenderme y encontrar paz». 

Pero a medida que pasó el tiempo, el contexto se fue complejizando cada vez más. «Llegué a bañarme hasta siete veces por día. Hoy sólo me baño una vez», dijo satisfecho de su logro. 

Asimismo, debió priorizar su salud a un costo elevado, por lo que vendió su auto para comprar remedios y curarse. Al día de hoy, volvió a adquirir un vehículo: un Fiat color azul. 

Para entender la situación, llegó al extremo de bajarle el volumen al teléfono para no hablar con nadie. «He estado hasta cuatro días sin decir una palabra. Me costó mucho expresar mis emociones, incluso sentí vergüenza de tener esta enfermedad». 

No obstante, en momentos oscuros e incluso límites de su vida, recibió ayuda de muchos sectores que nunca se hubiera imaginado. 

Sin dudas su principal motor fueron sus hijos: Jony, Tomás y Joana; y su nieta Maia. «El amor de mis hijos me ayudó a salir adelante, por suerte tengo una familia espectacular. Con Maia logro disfrutar y darle todo lo que no pude en su momento con mis hijos», sostuvo. 

Por otra parte, agradeció eternamente al Hospital municipal de General Villegas. «Muchas veces se quejan de la institución, pero yo estoy bien gracias al Hospital y a mi propia voluntad». 

Y reflexionó acerca de hacerse tratar enfermedades y dolores, así sean mínimos. «Uno tiene que ir al doctor, la gente a veces es terca. Si no vas al doctor, no te vas a curar nunca». 

Fueron varios los médicos que ayudaron y aportaron para que Leo salga adelante. Sin embargo, él nombró a los tres más especiales: Gustavo Gasparini, Cristian Di Giorgi y Victoria Campana. 

«El ‘Gaspa’ me ayudó muchísimo, voy a estar siempre agradecido. Me he quedado duro a la madrugada, sin poder moverme, pero él venía y me colocaba un inyectable. Di Giorgi y la doctora Campana también me ayudaron mucho», recordó. 

Con el paso del tiempo, Leo se fue superando poco a poco. «Es una enfermedad psicológica -explicó-. Puede ser hereditaria o lo que me pasó a mi, pasado de estrés y trabajo. Es una enfermedad silenciosa, que se hace más grave porque es un conjunto entre la artritis y la psoriasis». 

Cuando todo marchaba con buen rumbo, en junio del 2023 los médicos le detectaron manchas en el páncreas, por lo que debió ser intervenido de manera urgente y permaneció internado durante ocho días.

El pronóstico era reservado y la esperanza baja. Incluso, uno de los médicos fue tajante en una frase corta, pero hiriente y de shock para su familia: «Les recomiendo que hagan una reunión familiar, porque de esta no se si sale». 

Pero Leo nunca se dio por vencido; y las ganas de vivir pueden más que cualquier diagnóstico o predicción que se pueda hacer. Su familia hizo todo para que él siga viviendo. Algunos dicen Dios, otros la Virgen y otros simplemente la fortuna del universo, pero Leo despertó nuevamente y salió de ese desafío, como un verdadero guerrero.

Cuenta para ACTUALIDAD que cuando se despertó, después de varios días inconsciente y sin tener registro de nada, pensó: «Yo en ese momento vi a toda mi familia al lado mío. Fue gratificante, pero sinceramente no sabía si estaba todavía en este mundo o ya había muerto. No sabía nada».

Una de las imágenes más fuertes y latentes en su corazón, que quedará marcada para siempre, se produjo en el transcurso de la recuperación a esta última recaída.

Su hijo Jony se encontraba sentado al lado suyo con un superhéroe en la mano: el hombre araña. Con una mirada sincera y revitalizadora, Jony dijo: «Mirá papá, este es un superhéroe. Pero acá hay otro superhéroe, soy yo, el que te va a curar y salvar a vos».

Fue una oración corta, pero para él fue mucho más que eso: fueron las ganas de vivir como sea, por sus hijos y seres queridos.

Una de las razones por las cuales Leo se recuperó y salió adelante fue Jony: «Mi Jony me hizo recuperar, me hizo sacar fuerzas de donde no tenía. Él te enseña a ser persona, nunca fue envidioso y siempre priorizó el bien de los otros. Hay gente que no lo entiende lamentablemente, pero él es un amor de persona. A veces lo miro y me pregunto ¿cómo no voy a estar bien con esta persona al lado mío?».

Después de tantos años padeciendo la enfermedad, hoy se puede decir que pudo recuperarse y vive una vida como la hubiera soñado siempre, como resultó imposible en algún momento para la propia ciencia. La fe, no importa qué tan grande sea, puede más que cualquier diagnóstico.

«Hoy tengo una vida normal. En su momento, la enfermedad me llevó a excluirme de la sociedad, pero lo más feo fue que me llevó a excluirme de mis hijos», comentó. También engordó, aunque en los últimos meses bajó hasta 16 kilos.

Un factor clave que influyó en su recuperación fue la vacuna, que puede presentar dificultades y consecuencias adversas, pero a él no le produjo ningún defecto. «Me la tuve que poner hasta siete veces por mes. Ahora solo me vacuno una vez, porque me fui estabilizando cada vez más. La vacuna es última generación y vale un 1 millón y medio de pesos, pero a mí me la cubrió la obra social, por suerte», comentó.

Ya recuperado, contó una anécdota reconfortante de hace poco tiempo, en cancha de Atlético Villegas, en el marco del «Gordo de Navidad»: «Fui porque mi nieta de once años me invitó, y porque deseaba volver a una cancha. De a poco fui subiendo la tribuna, como pude. Cuando llegué a lo más alto no pude ocultar mi emoción y me largué a llorar. Se me vino todo el sufrimiento a la cabeza».

Actualmente, Leo volvió a disfrutar de ir a la cancha y ver a su querido Santa Rita. Empezó natación hace poco junto a su Jony. Y después de estudiar chef hace mucho tiempo, trabaja en un local de comida.

Por otra parte, se refirió a la religión y las tantas veces que intentaron llevarlo por ese camino, pero él no quiso. «Yo soy católico. Voy constantemente a la iglesia y de vez en cuando se me cae alguna lágrima. En su momento estuve muy enojado con Dios, pero hoy espero que me devuelva los treinta años de sufrimiento con los que me castigó», dijo.

Con una vida totalmente distinta y fructífera, Leo planea un posible viaje a Cuba en los próximos meses. «La vacuna viene de un laboratorio de allá. Cada dos años se hace un congreso de médicos y pueden llevar su paciente. Por eso estamos esperando la confirmación con mucha expectativa. Sería superarme al máximo, cumplir mi sueño o completar la vida».

También reflexionó luego de treinta años de voluntad constante y decisión absoluta. «Es algo hermoso, no tengo palabras para definir cómo he superado la enfermedad. Tengo 53 años pero me siento de 30. Lo digo en el buen sentido, porque estoy rejuvenecido».

Una historia plagada de aventuras y anécdotas, que terminó con final feliz para Leo, su familia y seres queridos. Pasaron momentos de zozobra, en los que no daba para más y no quedaba remedio, pero la energía de Leo nunca se fue y eso, en conjunto con el amor de su entorno, lo mantuvo -y mantiene- vivo, hasta el día de hoy.

Viviendo la vida a pleno, como no lo pudo hacer en otro tiempo. Luchó, peleó y salió. Nos dejó una enseñanza muy grande de valorar cada una de las cosas que resultan mínimas en lo cotidiano, pero tienen un valor muy importante. Y cerró, con una de sus frases más típicas: «El que no lo vivió, no lo va a poder entender». 

Agradecimientos
  • Hijos: Jony, Tomás y Joana.
  • Hermanos: Corina, Sebastián, Mariela, Mariana y Marina.
  • Personas especiales: Susana, Betiana, Agustín y Martín.
  • Profesionales: Gustavo Gasparini, Cristian Di Giorgi, Victoria Campana y a todo el personal del Hospital municipal.
  • Otros: «Podría nombrar un montón de personas e instituciones que ayudaron de alguna u otra forma. Pero no lo hago para no dejar afuera a nadie. Hoy estoy bien y soy un eternamente agradecido a todos».

Tomás, Joana y Jony, sus hijos. «El amor de ellos me ayudó a salir adelante». 

Jony: «Mirá papá, este es un superhéroe. Pero acá hay otro superhéroe, soy yo, el que te va a curar y salvar a vos».