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Porque pueden pasar meses, años o décadas fuera de sus tierras. Pero todos tienen un mismo punto de origen, el del noroeste de la provincia de Buenos Aires. Fue allí donde comenzó a gestarse cada historia de los ochenta y dos protagonistas de cada aventura.
El protagonista en esta ocasión es Martín Segretín, un villeguense que decidió hace quince años cambiar el rumbo de su vida, al igual que su familia. Vive en territorio español hace una década y media, con altibajos y emociones encontradas en el medio, pero siempre manteniendo la constancia que lo caracteriza. Un nuevo capítulo imperdible de uno de los nuestros que decidió seguir su camino en otras tierras.
Primeros pasos
En 1994, Martín se mudó a Río Cuarto junto a su familia, donde vivió un total de 15 años. En el medio, se produjo el famoso «Corralito», donde hubo estallidos sociales y saqueos. Cientos de personas se agolparon en las puertas de los bancos, golpeando sus cacerolas y reclamando que les devolvieran su dinero. Las protestas se fueron caldeando.
Por ese motivo, el hijo mayor de Martín, Pablo, tomó la decisión de probar suerte en Cataluña, una ciudad que busca independizarse hace mucho tiempo, pero pertenece a España. Su familia lo apoyó completamente.
Otra de sus hijas, María Eugenia, siguió los pasos de Pablo y se asentó en suelo catalán. Junto a su hermano trabajaban en una empresa de turismo y le comunicaron a sus padres el deseo de que la familia esté reunida. Primero, Martín pensó en cambiar de ciudad en Argentina, pero ante la insistencia de sus hijos terminó cediendo. «Somos una familia numerosa», comentó.
«Nos costó mucho tomar esta decisión. Pero un sábado por la noche, en una cena con amigos, les dije que nos íbamos. Apenas vendimos la casa, nos marchamos. Nunca nos arrepentimos. Estábamos cansados y veía que los jubilados no la pasaban bien en Argentina», expresó Martín.
Un nuevo renacer
Fue así como Martín, en compañía de su esposa Ester y sus hijos Gonzalo y María Belén, llegaron a Madrid, la capital de España. Luego viajaron a Barcelona y de la ciudad catalana se trasladaron en tren al pueblo donde radican actualmente: Santa María de Palautordera.
Santa María de Palautordera es un municipio ubicado en la zona este del Vallès Oriental, al pie del macizo del Montseny. El término municipal tiene una extensión aproximada de 17 kilómetros cuadrados, y una media de 190,9 metros por encima del mar. Hasta el año 2021, hay un total de 3.796 personas empadronadas al municipio.
«Quedan pocas casas antiguas, porque ha tenido hace varios años la construcción de edificios y departamentos. Ha perdido la identidad de pueblo que tenía. De todas formas, sigue siendo un lugar muy lindo. Mucha gente se va de Barcelona al interior de Cataluña a trabajar. Por eso, este pueblo ha crecido notablemente. Hay mucho trabajo», comentó.
Llegaron una madrugada lejana y helada, donde los esperaba el resto de los familiares y amigos. A los pocos días se sumó otra de sus hijas, Soledad, junto a las mascotas. «El cambio no lo notamos tanto, porque nos esperó un bonito piso en el centro del pueblo, totalmente equipado», dijo Martín.
Proceso de adaptación
Los primeros días fueron de adaptación y reconocimiento del lugar, en pos de disfrutar los paisajes y de su familia. A pocas semanas de haberse asentado en territorio español, Martín comenzó a trabajar en una empresa que tenía un Complejo Deportivo, hasta su jubilación, en conjunto con Ester.
«Cobramos la jubilación de Argentina y España. Esto nos permite darnos algunos gustos, como viajar y recorrer», explicó el villeguense. A su vez, comentó que nunca le hicieron sentir el rigor de estar en un país ajeno, en este caso España. Mientras que reveló que se instaló en Santa María de Palautordera por medio de un amigo.
Desde la parte económica, confesó que se encuentran muy bien. Sin embargo, se refirió a Pablo, uno de sus hijos, que vive en Argentina: «La pelea día a día. Pero pronto se reunirá con nosotros y la familia volverá a estar junta». Y contó que una de sus hijas, María Belén, formó parte del elenco de la prestigiosa serie catalana llamada Merlí, entre otras filmaciones.
Respecto a la parte cultural, Martín opinó: «Siempre escucho música argentina. Mirábamos hasta hace poco tiempo las orquestas internacionales que se hacen en España en septiembre. Son conciertos y bailes. El contacto con la cultura se vive a flor de piel en este país». Mientras que lo que más recuerda y extraña de General Villegas es la pesca por las noches, en Banderaló.
A diferencia del argentino, el villeguense contó que resulta muy difícil entrar en confianza con los españoles. «Son más duros desde la parte social. Tiene que ver con la personalidad de cada uno. Más allá de la parte cultural de ambos países, no extrañamos demasiado de nuestro país», señaló. La gran diferencia entre España y Argentina, según Martín, es la gastronomía, aunque aclaró que existen muchísimas similitudes entre las dos culturas.
Reconoció que en todo este tiempo nunca pensó en regresar a Argentina. «Estoy arrepentido, pero de no haber venido veinte años antes. Lo que tenemos acá es muy valioso. Estamos acá. No nos podemos comparar con otra gente tampoco». Y dijo que la mecánica, actividad a la que estuvo tanto tiempo ligado en Argentina, nunca la volvió a practicar en España.
Planes para el futuro
El próximo objetivo es viajar, dentro de algunos meses, al Piamonte, una de las veinte regiones que conforma a la República Italiana. La idea es asentarse al menos dos o tres meses en dicha ciudad. Era un viaje planificado con anterioridad, pero no se había podido hacer. «No hacemos planes. Agarramos y nos vamos, siempre para el lado de Italia, España y Francia. Cuando nos dan ganas de volver, lo hacemos», manifestó.
«Nosotros queremos mucho a Catalunya, por todo lo que nos dio y nos da. Aquí nos sentimos protegidos. Además de la pensión, tenemos la salud pública que nos cubre todo con medicación gratis», señaló Martín. «Ni siquiera hemos pensado» en volver a Argentina, reconoció.
La familia viajó varias veces por Francia, Italia, Andorra y Suiza. Este año exploraron Cataluña del Norte, que es parte de Francia, un país que volverán a conocer las próximas semanas. «Estamos bien, contentos porque nuestros hijos tienen trabajo y viajan mucho», sostuvo Martín.
Conclusión
En un rincón lejano de España, la historia de Martín resuena con fuerza, un testimonio de amor, sacrificio y la inquebrantable búsqueda de la felicidad. Hace varios años decidió dejar atrás su hogar en busca de una vida más estable para su familia. En su corazón, llevaba un anhelo profundo: encontrar un lugar donde los sueños pudieran florecer, donde el futuro brillara con posibilidades.
Al llegar, Martín enfrentó desafíos que pusieron a prueba su determinación, pero nunca perdió de vista su objetivo. Cada nuevo día era una oportunidad para construir un entorno seguro y enriquecedor para sus seres queridos. Con el tiempo, esa búsqueda de estabilidad se transformó en un impulso renovado para seguir sus pasiones. A medida que se adaptaba a su nueva vida, comenzó a cultivar sus sueños, descubriendo que nunca es tarde para hacer lo que nos gusta.
Hoy, su historia inspira a quienes lo rodean. Martín ha demostrado que, aunque el camino puede ser incierto, la valentía de cambiar y arriesgarse es lo que realmente da sentido a la vida. Su ejemplo da esperanza, recordándonos que siempre hay tiempo para reinventarse y abrazar lo que amamos. Con cada paso que da, Martín no solo construye un futuro para su familia, sino que también siembra la idea de que los sueños son siempre alcanzables, sin importar la edad o el momento.