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martes, octubre 15, 2024

Un recorrido en educación que tuvo sus frutos / Por Araceli Raquel Millán (*)

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Cada 28 de septiembre se celebra el Día del Director de Escuela, un cargo de gestión que asume una importancia imprescindible para el desarrollo de la actividad educativa en cualquier institución escolar. Los equipos directivos de las escuelas constituyen un cuerpo especializado cuya autoridad pedagógica es central para la mejora de la educación mendocina.

En este marco hoy comparte su testimonio, a través de la Asociación Docentes Jubilados de General Villegas, Araceli Raquel Millán, más conocida como «Petty».

Compartimos textualmente su escrito:

«Me invitaron a contarles mi vida como Maestra y Directora de Escuela Rural. Terminé el  secundario en el IMI en el ’55 con 18 años, egresábamos con el Título de Maestra Normal. En ese momento había pocas docentes con cargo, así que me tocó el nombramiento ese mismo año. Y en el ’56 comencé mi carrera, recién en mayo, porque fue el año de la gran epidemia de Polio.

Mi primer destino fue la Escuela Nº 28 a 7 km. de Bunge. Cuando llegó el día de hacerme cargo partí en colectivo. Me sentía sola y triste, y fui al Hotel. No conocía a nadie, pero otras docentes de Villegas me ofrecieron compartir pensión en una casa donde la Sra. nos preparaba la comida. Con ayuda de la gente me consiguieron un Sulky y ahí arranque a la escuela, donde me esperaban alumnos, familias y vecinos para recibir a la nueva maestra que reemplazaba a la que se jubilaba.

Fueron dos años muy lindos, pero pedí movimiento a la Escuela Nº 12 del pueblo. Un hermoso edificio, un lindo equipo y trabajé muy cómoda durante 3 años más.

En el año ’60 me casé. Era duro no estar en mi casa, viajaba desde Bunge los fines de semana, con dificultades porque no había asfalto y cuando llovía los caminos eran intransitables. Muchas veces el transporte era el camión de la leche.

Por fin en el ’61 me dieron el tan esperado lugar en la Escuela Nº 5 de Elordi. Eso fue casi sacar la Lotería!!! Era un lugar muy familiar, mi marido y toda su familia eran de ahí. Enseguida me sentí parte de esa comunidad y se transformó en mi lugar y mi familia. Cuando llegué la escuela tenía 120 alumnos. Casi todos vivían en el campo trabajando sobre todo en los tambos, con sus padres, para ir después a la escuela. Las escuelas  rurales significan un contacto muy estrecho con las familias y toda la comunidad. La Escuela es un lugar de pertenencia y referencia.

Las maestras compartíamos un taxi desde Villegas, que nos llevaba y nos esperaba allá las 4 horas. Además de dar clases, preparábamos desayuno o merienda reforzada, hacíamos campañas de vacunación, funcionábamos como centros sanitarios, realizábamos un censo agropecuario, entregábamos zapatillas, se daba catecismo y el padre Wesner iba dos veces al año para impartir comuniones y bautismos. Todo eso significaba un espacio de encuentro y fiesta. La escuela abría sus puertas y padres, vecinos y docentes nos juntábamos a trabajar para el mantenimiento y arreglo del edificio, y después siempre un buen asado y muchas veces terminaba con un baile.

No era simple recurrir a entidades como el Consejo Escolar, era un poco a pulmón. Todas las fiestas escolares eran encuentros de la comunidad, siempre con mucha participación y alegría. Nos tocaba también crear lazos con las estancias cercanas de donde venían muchos alumnos para lograr el acompañamiento que favoreciera la concurrencia de los chicos.

En el ’80 me nombraron Directora y ocupé ese cargo hasta mi jubilación, el 30/11/87. Mientras fui Docente de grado (con cursos integrados por supuesto) y después como
Directora, siempre tuve un equipo Docente y no docente muy unido y comprometido. Muchas veces también me tocó intervenir para escuchar, acompañar y a veces hasta aconsejar en situaciones familiares de la comunidad que superaban lo meramente académico. Es también parte del rol Directivo en las escuelas Rurales

La fiesta de despedida fue hermosa. Muy emocionante. Donde estaba toda mi familia, alumnos, exalumnos, padres, vecinos y todas mis compañeras de trayecto. Me sentí muy acompañada, como siempre. De mis 31 años de carrera, 26 fueron en la Escuela
Nº 5 de Elordi. Es parte fundamental de mi identidad.

Aún hoy, pasados tantos años, mantengo contacto con muchos alumnos, compañeras de trabajo y gente de la comunidad. Con encuentros presenciales y virtuales en esta época de redes. Los veo convertidos en personas de bien y eso es muy gratificante, porque me hace sentir que todo ese recorrido tuvo sus frutos y evidencia la incomparable tarea de sembrar de la docencia.

Agradezco de corazón a la Comisión de Docentes Jubilados por permitirme compartir
estas vivencias, es una caricia al alma».

(*) Maestra y Directora de Escuela Rural

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