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miércoles, enero 29, 2025
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De Villegas al Mediterráneo: la inspiradora historia de Claudia Brime en España

Claudia Brime es villeguense, aunque ya tiene la mitad de su vida en España. Como cada verano, regresó a visitar a su familia, a recargar las pilas de afectos y argentinidad. «Llegué el 18 de diciembre y me quedo hasta el 27 de febrero. Tiran mucho el pueblo, el país, las raíces», dijo en la edición 92 de GPS, Villeguenses por el Mundo, que emite FM Actualidad.

Egresada del Colegio Nacional, compartió promoción con Claudia Leiva, Miguel Olano, Sergio Millán, Daniela Specogna y Leonardo García, entre otros. Estudió Educación Física en Lincoln y ejerció en Villegas. Un buen día conoció a su marido, también villeguense, pero ya residente español. Se casó en 1994. Nacieron sus hijas. Y España la atrapó para siempre.

«En el 95 tuve mi primera hija, en el 96 la segunda. Al principio me dediqué a criarlas, a la familia. Cuando ellas fueron más grandes incursioné en lo turístico, en trabajar en las tiendas familiares, hasta el día de hoy. Estuve dos años en Barcelona y después me fui a Salou, que es el lugar donde vivo actualmente, muy turístico, cerca de Barcelona. Es una ciudad hermosa, de unos 30 mil habitantes, que se quintuplican en verano. Las playas son increíbles, están en la Costa Dorada. Arena muy fina, con el Mediterráneo de aguas muy cálidas, transparentes… tenemos montañas, tenemos todo.

Me decís de la actividad comercial de la familia. ¿A qué se dedican?

Hemos pasado por distintos artículos de ventas. Una de las tiendas es de artículos de regalo, juguetería también, otras de ropa. También tenemos alquilada una terraza donde se hacen grabaciones y donde se venden cadenas enchapadas en oro por centímetro. Eso atrae mucho la atención de los turistas.

Emigrar en aquella época debe haber sido una decisión complicada. ¿Cómo lo viviste?

En un principio, cuando uno es joven, no le tiene miedo a nada. Era todo muy bonito. Es lo nuevo, lo que se te presenta. Una vez que estuve allá, que todo se apaciguó y que ya empezás la rutina, sí que extrañaba, extrañaba mucho. Al principio me costó hacer amigas porque yo vivía en Barcelona y ahí se habla el catalán, y yo no manejaba el catalán. Aunque me anoté en un gimnasio, pero cada uno estaba en lo suyo y al principio me costó bastante. Hasta que nacieron mis hijas, y ahí fui encontrando otras madres y haciendo grupos. Y poco a poco te vas metiendo en la sociedad de ellos. Cataluña ahora es más cosmopolita, pero al principio era muy cerrado.

Allá en España te volcaste al deporte a full.

Sí, nunca dejé el deporte, incluso me anotaba en carreras, en medias maratones. Empecé a jugar pádel, me metieron en la liga catalana, salí tercera de squash de Cataluña. Es mi pasión. Allí di clases de voley y basquet dos años. Pero no era compatible con el trabajo del turismo, con las tiendas. Tenía que sacar los grupos a jugar a otras ciudades y eso me llevaba mucho tiempo y no podía cumplir con los horarios de las tiendas, entonces lo dejé.

Me decías al principio que la sociedad catalana era cerrada. ¿En qué somos muy distintos?

Ahora menos, porque España, junto con Francia e Italia, está recibiendo mucha inmigración de todos los países. Los argentinos estamos acostumbrados a invitar a la casa, a comer un asado, a tomar algo, pero ellos no. Yo vivía invitando a cenar y nunca recibía una invitación en casa, sino siempre en restaurantes. Incluso una de mis mejores amigas tardó siete años en invitarme a comer a la casa. ¡Siete años! O decían, venga la pareja, pero no traigan a sus hijos. O sea, era una cosa rara para nosotros, porque nosotros integramos mucho a la familia. Entonces eso me chocaba bastante. Hoy en día ha cambiado bastante. Ellos se han mezclado con nosotros y hasta toman mate.

¿Y hay cosas a las que todavía no te acostumbrás?

Sí, son como dos vidas paralelas. Yo creo que le pasa todos los argentinos que se radican en otro país, es como que no podés mezclarlo. La vida nuestra en Argentina es totalmente distinta. Somos muy amigueros los argentinos. Somos muy de abrir los brazos a todo el mundo. Y no en todos los países pasa eso. Yo no puedo comparar un país con el otro, para nada. Para mí son dos vidas distintas. Pero me acostumbré muchísimo a vivir allá. He hecho amigas increíbles, pero nunca jamás dejé de hablar y de tener en cuenta a mis amigas de aquí. Son mis amigas de toda la vida, ¿no? Es distinto.

¿Hay una Claudia española y otra argentina? ¿Cómo que te sacás un traje y te pones otro?

No, yo sigo siendo la misma allá o acá. Soy empática con la gente, entonces me adapto a las virtudes y defectos de cada uno. Y los acepto así. Siempre me sigo sintiendo argentina, siempre. Abrís la mente, podés comparar, podés hacer comparaciones, aunque no mezclarlas, pero podés crecer en otros aspectos. Todo sirve. El irte al extranjero sirve, te abre la cabeza, podés ver otra realidad.

Has tenido la posibilidad de viajar, conocer otros países, otras culturas.

Ahora se ha puesto más difícil con el tema de las guerras. Muchos conflictos en todas partes del mundo, pero en su momento podíamos viajar por todos lados, era más fácil. Conocí Cuba, Jamaica, Australia, Bali, Estados Unidos, Suiza, Chile, Uruguay. Muchos lugares.

¿Qué cultura, qué país te sorprendió, que por ahí no lo esperabas?

Australia me impactó. Un año mi marido me había dicho que esa vez no quería ir a Argentina: elegí un país donde quieras ir y te llevo. Y yo, como siempre, quería venir a Argentina y ante cualquier otro país, dije, elijo Australia. Australia, increíble, me hizo acordar muchísimo a muchas partes de Argentina, mucha naturaleza, mucho verde. Mucho campo. Y muy extenso, impresionante. No dudaría en irme a vivir ahí. Me adaptaría fácil, creo.

¿Qué aspecto de la cultura argentina es el que más se extraña viviendo en el exterior?

Las reuniones y la improvisación. La espontaneidad. Porque de pronto te encontrás con un amigo y le decís, venite a cenar. ¿Vamos a comer un asado? Y enseguida éste le dice a otro y enseguida armás un asado de 10 personas, quizás, sin pensarlo. En España es imposible. Culturalmente los argentinos somos muy cariñosos, muy abiertos, muy empáticos. Desde ya que hay de todo. Pero yo noto que el argentino cae bien, es cariñoso.

En otra época se hablaba mucho del sudaca, de la discriminación.

Yo no he vivido a eso, así de esa manera. Sí otras generaciones que han ido antes. Yo no. Cuando me fui a Salou menos, porque es como un pueblo. Enseguida me anoté en un gimnasio. Las tres primeras veces que fui hacía gimnasia, me tomaba un café sola y me iba a casa. Pero la cuarta vino un grupo de mujeres y me dijeron no, no, no, tú ven con nosotros a tomar el café. Y de ahí nunca me soltaron.

Hoy en cualquier ciudad importante de Europa hay miles de culturas. Africanos, rusos, rumanos. En Salou mismo hay una comunidad de rusos increíble. Y se van mezclando. Y también ucranianos, que han llegado después de la guerra.

¿Cómo se viven en Europa la guerra ruso-ucraniana o el conflicto palestino-israelí?

Lo notamos en la economía. La gente tiene mucha incertidumbre de lo que va a pasar. España como que apoya a Gaza, a Palestina, como que el resto de los países están medio en contra. Se nota en el bolsillo de los turistas, que no gastan como antes en ropa, zapatos y regalos. Todo el mundo va a comer, todo el mundo se toma su cerveza, pero lo que es más frívolo o algo innecesario lo dejan un poco de lado. Los restaurantes, los pubs, las discotecas, siempre están llenas; pero lo que es ropa, calzado, regalos, no. Cuanto mucho compran imanes para llevar. Cuidan muchísimo el bolsillo. Sí, la guerra influyó mucho en la economía de Europa, muchísimo.

Estás incursionando en la radio también.

La pandemia me trajo a la radio. Fue tremenda la cantidad de gente que iba muriendo, y me llamaban de muchísimas radios. Yo más o menos iba informando, de acuerdo a las noticias que iban saliendo, de la situación de España. Y después me empezó a interesar qué estaba pasando en el mundo. Me empecé a contactar con gente de todos los países. Me compré un planisferio, tenía pinchados todos los países que iba contactando, desde Mongolia, Estados Unidos, Rumania, Albania, países asiáticos, africanos, de todo. Y la gente me iba comentando.

Después contacté con Walter Mackay y a mí se me ocurrió hacer un programa al que le pusimos Somos Voces del Mundo. Y después como que me empezó a interesar qué estaba pasando en cada país después de la pandemia, sobre todo en conflictos, o si había terremotos, incendios. La gente me informaba directamente del lugar. Más allá de los informativos, que a veces dicen muchos fake en cantidad de accidentes, de esto, del otro. Yo directamente hablaba con la persona del lugar y me informaba tal cual era. Por ejemplo, el terremoto de Turquía, los incendios en Estados Unidos. Y después con las guerras. Estuve en contacto con rusos y con ucranianas. Y con palestinos e israelíes. O sea, siempre quiero ver las dos partes, porque no me gusta hacer política ni tirar para un lado ni para otro, pero me gusta escuchar la voz del pueblo, de cada país. Te van contactando de distintos países en conflicto. Te dicen, danos voz, por favor, ayúdanos a transmitir lo que está pasando aquí, como por ejemplo en Venezuela, con la asunción de Maduro. El empresario me dice que Venezuela no está tan mal, mientras que un señor del pueblo me dice que no tienen para comer. Tenés dos realidades, ¿no? Y es bueno balancear un poco esto. Y cualquiera de las dos es real, tangible y es lo que le está pasando a cada uno.

Volvamos a Claudia inmigrante. Hablame de experiencias que te haya tocado vivir, anécdotas agradables y no tan agradables.

No tan agradables, no tengo muchas. Por ahí fueron los primeros años,  donde me costó meterme en la sociedad catalana y el extrañar tanto. Pero no he tenido experiencias feas. Pero me han robado dos o tres veces. Los carteristas tienen una habilidad que te empujan y de pronto mirás el bolso y no tenés la billetera. Eso me ha pasado en Barcelona. O los autos estos que vienen en contramano en las carreteras, que lo hacen como por apuestas. Eso fue terrible. Una locura. Cualquier movimiento que hacés en falso te llevan puesto.

Viviendo ahí en Salou, tan turístico, ¿has tenido oportunidad de encontrarte o cruzarte con alguna persona de estos pagos?

Generalmente me ha contactado gente. O sea, sí, hay mucha gente que viene a Barcelona, a pasear a España y siempre me llaman. Por casualidad, por ahí, conocidos de conocidos. Un día una familia muy conocida de Ado Irasola vino a saludarme. Y nos sacamos una foto y se la mandamos a Ado. De Argentina sí, porque yo enseguida me pongo a charlar con ellos y te cuentan su historia, si están paseando o están radicados en España. Pero de la zona de Villegas, así de casualidad, no.

¿Qué es lo que más extrañás de Villegas?

El pueblo, no sé. Uno no desconecta nunca. Las familias y las amistades. Es la calidez, ¿no? Ahí es donde recargas energía. Encontrás todo el cariño de la gente que te quiere. Yo llego al aeropuerto en Buenos Aires y ya siento hasta el olor de la Argentina. La gente, todo. Es que es tan familiar para uno que…

¿Está muy distinto este Villegas con respecto a aquel que vos dejaste?

Sí. No en cuanto a infraestructura. Quizás hay más casas, por supuesto que sí. Muchísimos más habitantes. Lo que noto, lo que más siento del cambio, es la cantidad de gente que viene que no conocés, que viene de afuera, o hijos de amigos que ya se instalan de vuelta, se van a estudiar y regresan. Mucha gente nueva, que no conozco.

Cuando estás allá y te preguntan de dónde sos, ¿qué decís? ¿villeguense?

Claro, General Villegas, una ciudad del noroeste de la provincia de Buenos Aires. No se imaginan que haya tantos kilómetros a la Capital. Es una locura la cantidad de kilómetros que tenemos. Hemos traído gente de España y se volvían locos desde Buenos Aires hasta acá, se les hacía interminable hasta General Villegas. Tanto campo, campo, campo, que no lo pueden creer.

Si bien has echado raíces allá, ¿pensás volver a radicarte en Villegas?

No. Nunca digas nunca, pero no está en mis planes regresar a Argentina a vivir. Sí podría irme a otro país, pero no regresar a Argentina.  Por ahora no, por ahora no. Quiero darle más énfasis a lo que es el periodismo, la locución, la radio, televisión, lo que sea. Me gusta mucho el periodismo, me gusta mucho hacer entrevistas, informarme. Me encanta, me encanta. Incluso me gustaría hacer documentales, y de hecho estoy con un productor intentando organizar un documental de la guerra de Gaza.

De todos los lugares recorridos, si pudieras viajar en el tiempo, ¿a qué lugar volverías y por qué?

Me gusta mucho Australia, me gusta mucho Sydney, pero también podría vivir en Bali tranquilamente. En Bali hay muchísimos turistas que viven, que llevan su trabajo ahí, hacen trabajos virtuales y viven relajados. Con poco dinero podés vivir en una mansión, es algo increíble.

Dentro de todo lo feo que nos dejó la pandemia, el tema del trabajo a distancia, del home office y demás, es una de las cosas positivas que nos dejó, porque nos obligó, nos empujó hacia eso para poder seguir. Hay muchísima gente que está haciendo ese trabajo en distintos países. Podés estar en cualquier lugar del mundo y seguir trabajando, haciendo lo mismo que hacías antes en tu oficina.

¿Y qué costumbres argentinas llevaste para allá y mantenés?

El mate, los asados. Se hacen asados en Salou. Se consigue buena carne, incluso empieza a haber cortes nuestros. La parrillada es más complicado. Pero sí están comiendo muchas mollejas. Lo difícil es que el español coma el chinchulín, las vísceras. Pero sí las mollejas.

Mirando atrás, ¿cuál es tu balance?

Yo siempre soy muy positiva. Pasan cosas buenas y cosas malas, pero siempre es mejor rescatar lo mejor de lo que viviste. Mis hijas, por ejemplo, ¿dónde están ahora? Tengo una que va a hacer la vuelta al mundo, porque terminó su doctorado y dijo que se tomaba un año sabático. Va a viajar, se va a dedicar a viajar. Empezó por los glaciares de Argentina y sigue por Brasil y después continúa. Y la otra está en Filipinas desde hace un mes y medio. El balance es eso, lo positivo de que la familia esté bien y aquí tener, gracias a Dios, a mi mamá, mi hermana, mi familia y que estén todos bien.

¿Qué le dirías a alguien que esté pensando en tomar la decisión que tomaste en 1993?

Yo pienso que el que realmente está decidido y quiere conocer mundo, que lo haga, que nunca es tarde. Y siempre hay puertas abiertas. No te digo que todo es fácil, porque te vas a encontrar con un montón de obstáculos, pero también cosas buenas, buena gente, con buenas situaciones. Son muy pocos los que han regresado con una mala experiencia. Siempre algo aprendés, aunque regreses, pero siempre te sirve. Háganlo, crucen el charco, conozcan, trabajen, busquen nuevas experiencias, porque de eso se enriquece la vida. Nunca te quedes en la zona de confort, ese redondel que gira alrededor tuyo y no te deja salir. Hay que vencer los miedos.