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miércoles, febrero 26, 2025
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La odisea migratoria de Daniel Corpus, el guardavidas que encontró su rumbo en Portugal

Con una mochila cargada de sueños y una determinación inquebrantable, Daniel Corpus, un villeguense de 38 años, tejió una vida entre continentes. Desde su partida de Argentina en 2019, tras vender todas sus pertenencias, hasta su actual estabilidad en Porto, Portugal, su historia es un testimonio de adaptación, resiliencia y búsqueda constante.

De Lincoln a Brasil: el primer salto

La decisión de emigrar surgió en un contexto de incertidumbre en Argentina. «Estaba viendo que la situación del país cambiaba bastante… Entré en esa incertidumbre y dije: ¿por qué no ver qué pasa afuera?», relata Corpus. Con un curso de guardavidas bajo el brazo y sin plan B, aterrizó en Brasil, donde trabajó en playas de Santa Catarina. Allí, no solo enfrentó el desafío del idioma -«empecé a hablar el portuñol»-, sino también un riguroso entrenamiento militar: «Pagábamos errores con series interminables de ejercicios. Era como la deuda externa: estábamos al horno», bromea.

Su experiencia en Brasil, donde conoció a una pareja brasileña que lo introdujo al fervor futbolístico del Corinthians, le dejó una lección: «El pueblo brasileño me abrazó siempre. Nunca hubo una pelea ni una discusión».

Portugal: el sueño europeo reinventado

Tras dos años en Brasil, Corpus dio el salto a Portugal, motivado por la validez de su certificación de guardavidas en Europa. «Mi intención era venir para el lado europeo, conocer muchos lugares», explica. Sin embargo, la adaptación no fue sencilla. El portugués luso lo descolocó: «Acá se habla con la boca más cerrada. Al principio no entendía nada». Acompañado de su entonces novia, llegó a Portimão, al sur del país, donde trabajó en un camping y enfrentó un choque cultural: «Los portugueses son más cerrados. Se estresaban por cualquier cosa».

La búsqueda de oportunidades lo llevó a realizar voluntariados mediante una aplicación que intercambiaba trabajo por hospedaje. «Ayudábamos en construcciones o huertas. Era una opción para ahorrar y conocer», cuenta. Así, recaló en Vila Nova de Milfontes, donde forjó una relación cercana con el dueño de un camping, quien le brindó estabilidad laboral.

Reflexiones de un nómade

Corpus, quien hoy reside en Porto tras ocho meses ininterrumpidos -«la vez que más tiempo he pasado en un lugar»-, valora cada etapa. «Para estar lejos de mi familia, todo tiene que valer la pena», confiesa. Aunque admite que dudó «mil veces» antes de emigrar, su mantra fue claro: «Me aferré a una canción española sobre viajar. Era mi guía».

Con un humor intacto, recuerda los contrastes: «En Brasil, mi oficina era la playa; aquí, el agua está helada». Su historia, marcada por la improvisación y el coraje, refleja una filosofía: «Uno va encontrando el camino. Las cosas se van dando».

Mientras Portugal se convierte en su hogar «definitivo», Corpus no descarta nuevos rumbos. Por ahora, disfruta de su primer invierno europeo, lejos de las playas brasileñas pero cerca de una certeza: la vida, como el mar, siempre ofrece otra ola que surfear.

«La música me ayudó a no descarrilarme. Concentrarme en el objetivo fue clave», concluye, mientras en Porto suena una nueva canción.

Entre rescates, caravanas y el arte de reinventar el hogar

Para Daniel Corpus, la vida en una caravana de 12 metros cuadrados en el camping de Vila Nova de Milfontes, al sur de Portugal, fue una lección de minimalismo y conexión con la naturaleza. «Te das cuenta de que no necesitás mucho espacio. Si levantás un brazo, tocás las paredes, pero tenés todo: baño, cocina, y el mar como patio trasero», relata con una sonrisa. Entre árboles, pájaros y viajeros jubilados que recorren Europa en motorhome, el argentino encontró un ritmo de vida nómade que lo cautivó: «Conocés historias increíbles. Gente que vende su casa para vivir en la ruta. Esa libertad me enseñó que el hogar no tiene fronteras».

El rescate que marcó su carrera

Entre anécdotas de atardeceres estrellados en Portugal, Corpus recuerda un momento crítico durante su época como guardavidas en Brasil. Fue en pleno Carnaval de Santa Catarina, cuando una corriente arrastró a un hombre ebrio y a dos niños hacia rocas peligrosas. «Entré solo, agarré a los chicos, pero el adulto era un gigante borracho. Tragué agua, pero prioricé que no entraran en pánico», relata. Con la ayuda de compañeros, logró sacarlos a todos. «Ahí sentí adrenalina y calma al mismo tiempo. Sabés que un error puede costar vidas», confiesa.

Brasil vs. Portugal: dos mares, dos realidades

Mientras en Brasil enfrentaba olas de dos metros y el bullicio de playas tropicales, en Portugal el desafío fue el agua helada y la serenidad gélida del Atlántico norte. «En Brasil, el peligro era visible. En Portugal, el agua está tan fría que la gente no se mete profundo, pero las olas de Nazaré son aterradoras», compara. Sobre las diferencias culturales, reflexiona: «Los brasileños abrazan; los portugueses son más reservados. Pero en ambos lugares, el mar exige respeto».

Más allá de los rescates: prevención y comunidad

Corpus enfatiza que su labor va más allá de salvar vidas: «El 90% es prevenir. Hablás con la gente, señalizás riesgos, vigilás a quienes no conocen el mar». En Brasil, aprendió a identificar a los turistas del interior por su piel pálida. «Siempre había que estar un paso adelante. Una bandera roja no basta si no explicas qué significa», dice.

«El hogar es sin fronteras»

Tras años de mudanzas, Corpus redefine el concepto de pertenencia: «Hogar es donde podés ver las estrellas, donde te sentís libre. No necesita límites». Aunque extraña a su familia en Argentina —»mi mamá es mi roca»—, no planea regresar. «Viajar me enseñó a escuchar, a repensarlo todo. Hoy valoro la locura argentina, pero mi vida está donde el camino me lleve», afirma.

Futuro: auroras boreales y desiertos

Con un pasaporte europeo en trámite, su próxima meta es perseguir auroras boreales en el norte y explorar desiertos. «Quiero ver noches llenas de estrellas en el Sahara. Y sí, algún día me asentaré… o no», bromea. Su consejo para quienes dudan en viajar lo toma del libro Legado: «Apunten a la nube más alta. Si no la alcanzan, le darán a la montaña».

Última conexión: La Renga y el llanto de identidad

Cierra la charla recordando un recital de La Renga en Madrid, donde lloró «como un niño». «Escuchar La Libertad acá me hizo sentir argentino hasta la médula. Fue un viaje relámpago, pero valió cada segundo», confiesa. Mientras en Portugal anochece, Corpus mira al horizonte. Su hogar, hoy, es una caravana en Porto. Mañana, quizás, sea otra playa. Como él dice: «La vida es otra ola. Solo hay que surfearla».

«Apunten a la nube más alta. Si no la alcanzan, le darán a la montaña», repite, mientras en su teléfono suena otra vez la canción que lo guió desde Argentina.