Un villeguense que, como muchos otros, decidió dejar su tierra natal en busca de nuevas experiencias y horizontes. Desde el País Vasco, donde se encontraba de vacaciones con su esposa, Bruvera compartió su historia de vida, sus pasiones y los motivos que lo llevaron a emigrar a Mallorca, España.
Luis María, o “Luis Ma”, como cariñosamente lo llaman, tiene 36 años y desde muy joven supo que su camino estaría ligado a la música. “Desde muy chico, por suerte… bueno, por mi viejo. Mi viejo siempre toca la guitarra. Todos los amigos de mi viejo son popularistas”, recordó Bruvera durante la entrevista. Su primer acercamiento a la música fue casi anecdótico: “Una vez buscando unas golosinas que escondía mi papá en el ropero, se me vino la guitarra encima. Y tengo la idea de que ahí empecé a tocar”, relató entre risas.
Estudió sonido y grabación en La Plata y luego se especializó en composición musical. Durante años, trabajó como técnico de teatro en Buenos Aires, un trabajo que, si bien le permitió viajar por todo el país, no lo hacía feliz. “Siempre odié la Capital. Me dio fóbico, digamos. La Capital me estaba volviendo loco”, confesó. La pandemia fue un punto de inflexión en su vida. Tras meses de encierro y ansiedad, decidió junto a su esposa, Angie, mudarse a Villegas y, posteriormente, volar a Mallorca.
El salto a Mallorca: entre el miedo y la aventura
La decisión de emigrar no fue fácil, pero Luis Ma y Angie estaban decididos a probar suerte en Europa. “Una vez que dijimos vamos, fuimos”, afirmó. Con la ciudadanía italiana de Angie, el proceso migratorio fue más sencillo, aunque no exento de nervios. “Hasta que no pisé España, yo estaba esperando que me agarraran el hombro y me digan ‘vos te quedás acá’”, recordó entre risas.
Mallorca, sin embargo, no fue exactamente lo que esperaban. “Me dijeron que era el paraíso, y al principio me sentí estafado”, confesó. Llegaron en pleno marzo, un mes inusualmente lluvioso para la isla. “Niebla y lluvia. ¿Cuál es el paraíso?”, se preguntó. Pero con el tiempo, Bruvera encontró su lugar en este rincón del Mediterráneo. “Mallorca es una isla que, como paisaje, es una locura. Son aguas cristalinas, súper templadas, montañas, una cosa loca”, describió.
Choques culturales y adaptación
La vida en Mallorca no ha estado exenta de desafíos. El primer choque cultural fue el horario de “merienda” a las diez de la mañana, que incluye cerveza y bocadillos de jamón. “Yo cuando dijiste la merienda me imaginé el café con leche con facturas”, bromeó Luis Ma. Además, destacó la falta de gaseosa de pomelo y el exceso de plástico en los supermercados como detalles que le llamaron la atención.
La gastronomía local también fue un ajuste. “No consumo comida mallorquina. Comen mucho cerdo, mucho cordero, pero tienen un sabor muy fuerte”, explicó. Aunque disfruta del pescado fresco, Luis Ma y Angie mantienen vivas las tradiciones argentinas en su mesa, con empanadas y milanesas como platos habituales.
La romantización de emigrar: entre la realidad y el sueño
Luis Ma no duda en afirmar que emigrar no es tan idílico como a veces se pinta. “Se romantiza mucho la idea de irse, pero la realidad es que es empezar de cero”, confesó. Para él, dejar Argentina significó dejar atrás no solo un lugar, sino también una historia, una red de afectos y una identidad que, aunque se lleva en el corazón, queda en pausa. “Cuando emigrás, no tenés pasado. Queda allá lejos”, reflexionó.
La distancia con su familia y amigos es uno de los aspectos más difíciles. “Mis amigos me mandan un disco, una canción nueva que hicieron, y a mí se me parte el alma de no estar ahí”, admitió. Sin embargo, también reconoció que hay momentos en los que siente alivio por haber tomado la decisión de emigrar. “Hay veces que prendés la tele y decís, ‘menos mal que estoy acá’”.
El desafío laboral: de la lavandería a la cocina
Uno de los temas centrales de la charla fue la adaptación laboral. Bruvera relató cómo, al llegar a Mallorca, tuvo que reinventarse y aceptar trabajos que nunca antes había imaginado. “Toda mi vida hice solamente esto. ¿Qué voy a hacer allá?”, se preguntó al principio. Sin embargo, la necesidad lo llevó a trabajar en una lavandería industrial, donde lavaba miles de kilos de ropa al día. “Era una tortura china”, recordó entre risas.
Pero la vida le tenía preparada una sorpresa. Tras terminar la temporada en la lavandería, recibió una oferta para trabajar en un restaurante. Aunque nunca antes había pisado una cocina profesional, aceptó el desafío. “Empecé como pinche, cortando pescado, lavando verduras, y ahora soy cocinero”, contó con orgullo. Aunque aclaró: “No chef, no nada. Aprendo lo que me dicen y lo hago”.
La vida en Mallorca: entre fiestas tradicionales y el calor agobiante
Bruvera también compartió detalles sobre la vida cotidiana en Mallorca, una isla que, aunque paradisíaca, tiene sus particularidades. “Es como que estás en España, pero no estás en España”, describió. La cultura local, con sus fiestas tradicionales y su idioma, el mallorquín, puede resultar chocante para un extranjero. “Hay fiestas muy raras, como el velorio de una sardina gigante que entierran en la playa”, contó entre risas.
El clima también ha sido un desafío para él. “El calor es agonizante”, admitió, recordando cómo durante su primer verano en la isla no podía comer debido a las altas temperaturas y la humedad. A pesar de eso, ha logrado adaptarse y disfrutar de las bondades del lugar, como sus playas de aguas cristalinas y sus paisajes montañosos.
El futuro: ¿Mallorca para siempre?
Cuando se le preguntó si se imagina viviendo en Mallorca para siempre, Bruvera fue sincero: “Estamos en un proceso de análisis”. Aunque él y su esposa, Angie, han considerado la posibilidad de comprar una casa en la isla, también sienten la necesidad de explorar otros lugares que les brinden más oportunidades en el ámbito artístico. “Angie es actriz, yo soy músico, y necesitamos un poquito más de vida artística”, explicó.
Volver a Argentina, por ahora, no está en sus planes. “Por una cuestión familiar, no de mi familia, sino de Angie, que no tiene mucha familia allá”, aclaró. Sin embargo, dejó en claro que la decisión final dependerá de un equilibrio entre lo que ambos desean para su futuro.
La música en pausa, pero no olvidada
Aunque actualmente no está activo como músico, Bruvera aseguró que la música sigue siendo una parte fundamental de su vida. “Está esperando el momento indicado para volver a salir”, dijo. Tras años de tocar sin parar, decidió tomarse un respiro para disfrutar nuevamente de su arte. “Tengo las cosas en casa, y cuando puedo, toco un ratito para mantener los dedos en movimiento”, contó.
Luis Ma no olvidó mandar un saludo a su gente en General Villegas. “Le mando mucho amor a mis viejos, a los chicos de la banda, a mi casi hermana Agustina Ivars, y a todos los que extraño mucho”, expresó. Aunque la distancia duele, demostró que, con resiliencia y adaptación, es posible construir una vida plena lejos de casa.
A pesar de los desafíos, Luis María Bruvera ha encontrado en Mallorca un lugar para reinventarse. “Muchas veces digo, ¿qué hago acá? Pero en otros aspectos, sé que fue la decisión correcta”, reflexionó. Su historia es un ejemplo de cómo, con valentía y determinación, es posible construir una vida lejos de casa, sin perder las raíces que nos definen.