17.4 C
General Villegas
sábado, junio 21, 2025
InicioSociedadTorito Ruiz Jorba: el polista villeguense que trota el mundo entre sueños,...

Torito Ruiz Jorba: el polista villeguense que trota el mundo entre sueños, caballos y sacrificio

Tiene 26 años, un hándicap de ocho y una vida marcada por los viajes, los caballos y el esfuerzo. Victorino “Torito” Ruiz Jorba habló con GPS, Villeguenses por el Mundo. Es uno de los talentos más destacados del polo argentino y un verdadero embajador de General Villegas en el mundo. Desde sus primeros pasos en La Lucila Polo Club hasta las canchas de Estados Unidos, Brasil y el mítico Abierto de Palermo, construyó una carrera basada en la pasión, la constancia y el amor por los caballos.

De La Lucila al exterior: una pasión que nació sin querer

Torito se subió a un caballo por primera vez cuando tenía apenas seis o siete años. Fue en La Lucila, acompañado por su padre y por un grupo de chicos que compartían la misma pasión. «No sé cómo, pero un poco gracias a mi viejo arranqué, y nunca más paré», contó. Lo que comenzó como un juego, pronto se convirtió en una forma de vida.

Aquel club villeguense fue la cuna de una generación excepcional. Genaro Ringa, Félix Esaín, Eugenio Courreges, Nicanor Esaín, todos formaron parte de un semillero que hoy brilla en distintas partes del mundo. Uno de los grandes pilares fue Gustavo Courreges, formador y guía para muchos. “Siempre le voy a estar agradecido, a él y al club. Fue un lujo haber crecido ahí”, aseguró.

La carrera deportiva: sueños que se construyen a base de trabajo

Aunque desde chico soñaba con llegar lejos, Torito admite que el polo profesional parecía, en un principio, un objetivo muy lejano. “Es un deporte difícil de entrar, de hacerse conocido, de armar una estructura”, explicó. Su primer gran salto se dio cuando comenzó a viajar con su tío, Matías Magrini, quien ya estaba vinculado al polo. En esos primeros viajes, fue petisero, ayudante, acompañante. Poco a poco, empezó a jugar y a forjarse su propio camino.

Uno de los momentos más importantes fue su participación en el Abierto de Palermo en 2019, el torneo más prestigioso del mundo. Aunque fue como suplente en el equipo de La Albertina, para él significó un punto de inflexión. “Es lo máximo a lo que se puede aspirar. Es como jugar el US Open del tenis”, explicó.

Indio Chapaleufú, una camiseta con historia

El año pasado, Torito fue parte del legendario equipo Indio Chapaleufú. Para quienes conocen la historia del polo, ese nombre tiene un peso simbólico enorme. “Fue una locura, un año increíble. Jugar en ese equipo, con esa hinchada, es algo que me va a quedar para siempre”, afirmó. En la final, incluso marcó tres goles. Aunque el equipo se desarmó después de esa temporada, él guarda ese recuerdo como uno de los más felices de su carrera.

Una vida entre caballos, rutas y sacrificios

El glamour que puede tener el polo a veces oculta una realidad exigente. La vida de un polista profesional es sacrificada. La rutina incluye entrenamientos físicos, prácticas a caballo, cuidado constante de los animales y largos viajes. “Hay que estar muy preparado física y mentalmente”, dijo Torito. “El caballo es la herramienta de trabajo, y hay que cuidarlo al máximo. Sin buenos caballos, no podés competir”.

En ese sentido, la desigualdad también se hace presente. Muchos jugadores de elite tienen decenas de caballos distribuidos en distintos países. “Yo no vengo de una familia del polo, todo cuesta el doble. No tengo 40 caballos por país. A veces jugás contra hijos de Cambiaso o Heguy. Se complica”, comentó.

En la actualidad, Torito tiene unos 12 caballos en Estados Unidos, 6 en Brasil y una base en Argentina. La logística para moverlos y mantenerlos es compleja. “Viajar no es solo subirte a un avión. Hay que mover los caballos, gestionar visas para los empleados, organizar prácticas. Es un circo grande”, explicó.

Detrás del jugador, una persona

Lejos de la competencia, también está la vida personal. Estar lejos de la familia, perderse nacimientos, cumpleaños o simplemente una comida en casa, es parte del precio. “Extraño a mi vieja, los almuerzos en casa, la comida casera”, confesó. “Pero bueno, mi familia me acompaña mucho, me va a visitar a donde voy”.

En Brasil, donde actualmente disputa torneos de alto hándicap, el idioma y la cultura son nuevos desafíos. “Al principio no entendía nada, pero nos fuimos acomodando”, contó.

La otra pasión: la cría de caballos

Además del juego, Torito ya comenzó a proyectarse a futuro. En su campo de Río Cuarto desarrolla su propia cría de caballos, con potrancas nacidas de sus mejores yeguas. “Ya tengo algunas que están jugando y una que incluso vendí”, dijo con entusiasmo. Su idea es que, con el tiempo, su organización propia le permita tener animales competitivos sin depender de compras costosas.

Una yegua de alto nivel puede costar más de 150 mil dólares. Para competir en Palermo se necesitan al menos 14 o 16 caballos. “Yo no ahorro, todo lo que gano lo invierto en caballos. Es la única forma de sostenerte”, explicó.

El futuro, las metas y el legado

De cara al futuro inmediato, ya tiene equipo confirmado para la Triple Corona argentina. Jugará con Teo Lacau, Diego Cavanagh y Alfredo Bigatti. “Hay mucha expectativa, muchas ganas. Es un equipo con jugadores muy buenos y experimentados”, destacó.

Cuando se le pregunta si se imagina entrenando o formando jóvenes, responde que no lo había pensado. Pero no lo descarta. “Capaz que el día de mañana me gustaría ser para alguien lo que fue Gustavo Courreges para mí”.

Villegas en el corazón

Aunque hoy su base está en Río Cuarto, y la vida profesional lo lleva por el mundo, Torito no se olvida de sus raíces. “Me encantaría volver a Villegas a jugar algún torneo. Estaría buenísimo organizar algo en La Lucila con toda la generación que salió de ahí”, dijo.

Sabe que organizarlo no es fácil –“nadie se queda quieto”–, pero la ilusión está.

Un embajador silencioso

Victorino Ruiz Jorba no hace alardes. Habla con naturalidad de sus logros, de sus frustraciones, de lo que cuesta y de lo que vale. Representa a Villegas desde la humildad, pero también desde la excelencia. Lleva su nombre y su historia por las canchas del mundo, con los tacos en la mano y los sueños al galope.

No solo es un gran jugador. Es, sobre todo, un ejemplo de que con sacrificio, pasión y constancia, se puede llegar lejos. Aunque el camino sea de tierra, aunque a veces esté cuesta arriba. Aunque el caballo tropiece. Porque lo importante, como él lo dijo, es nunca dejar de meterle.