11.4 C
General Villegas
lunes, octubre 20, 2025
InicioSociedadMiguel Sevillano, el villeguense que fue gloria del ciclismo argentino

Miguel Sevillano, el villeguense que fue gloria del ciclismo argentino

En uno de esos viajes al pasado que propone Goyo, el Memorioso, asoma una figura que tal vez no muchos recuerden con claridad, pero que bien merece un lugar en la memoria colectiva de General Villegas. Se trata de Miguel Sevillano, un nombre que resuena con fuerza entre los grandes del ciclismo argentino, aunque los años y la distancia lo hayan desdibujado del recuerdo local.

Miguel Sevillano nació en General Villegas en 1928. Pasó su infancia en un pueblo que, por entonces, apenas comenzaba a esbozarse como ciudad. Tenía apenas 10 u 11 años cuando su familia se trasladó a Florida, provincia de Buenos Aires, motivada por razones de salud de su padre. Aquella partida temprana explica, en parte, por qué muchos en Villegas no lo tienen presente como a otros deportistas nacidos y criados en estas tierras. Pero la memoria de Goyo no falla, y esta historia lo demuestra.

Desde muy chico, Sevillano soñaba con llegar a Buenos Aires y convertirse en ciclista profesional. Quienes lo conocieron cuentan que solía recorrer las calles de tierra de Villegas en su bicicleta, imaginando que competía contra los grandes del momento. En esas veredas polvorientas comenzó a forjarse una pasión que, con el tiempo, lo llevaría a lo más alto del ciclismo nacional.

Su camino no fue fácil. A los 13 años, sufrió un golpe inesperado: tras la muerte de su abuelo, su abuela consideró que ya era hora de que trabajara, y en un intento de poner fin a lo que creía un juego infantil, destrozó su bicicleta con un hacha. Lo que no imaginó esa abuela severa fue que su nieto llegaría a ser una figura destacada del deporte argentino, admirado por sus colegas y recordado por los especialistas como un verdadero caballero del ciclismo.

Con esfuerzo y perseverancia, Sevillano encontró otra bicicleta y retomó su sueño. Comenzó a competir y muy pronto se destacó en una disciplina que, en las décadas del ’40 y ’50, tenía una enorme popularidad en la Argentina. Su especialidad era la ruta, aunque también compitió en pista. Fue campeón argentino de resistencia, ganó la prestigiosa Doble Bragado –conocida como «la clásica del oeste»– y otras competencias de renombre como la Doble Córdoba–Río Cuarto y la Doble Buenos Aires–Rosario. También obtuvo un meritorio tercer puesto en la Vuelta a la República Argentina, solo superado por dos belgas: Stenberg y Ocher.

La Doble Bragado, una de las competencias más emblemáticas del país, sigue disputándose desde hace más de un siglo. A lo largo de su historia ha recibido distintos nombres –Doble Mercedes, Doble Chivilcoy, Doble 9 de Julio– hasta consolidarse, desde 1965, como Doble Bragado. Su recorrido por las rutas de la provincia de Buenos Aires la convirtió en un símbolo del ciclismo argentino. En tiempos donde los medios apenas reflejan este tipo de eventos, es importante recuperar esas historias y darles el valor que merecen.

Su talento y sus logros llevaron a Sevillano a alcanzar una distinción poco común: aparecer en la tapa de la revista El Gráfico, y no una, sino dos veces. En aquellos años, cuando la publicación era considerada la «biblia del deporte», llegar a su portada era un privilegio reservado a los más grandes. Además de Miguel Sevillano, solo otro villeguense logró ese honor: Jorge “La Pipona” Moussegne, con la camiseta de Independiente.

Una de sus tapas en El Gráfico, célebre revista deportiva

A pesar de haberse radicado lejos de su tierra natal, Sevillano nunca perdió el vínculo con Villegas. Regresó en varias oportunidades para competir en el viejo velódromo de Unión Deportiva, que primero fue de tierra y más tarde de asfalto. Participó en carreras nocturnas que eran verdaderos eventos deportivos en la ciudad, y se enfrentó a figuras locales como Eusebio “el Negro” Álvarez, otro ciclista notable que solía ganar en ciudades como Rufino, Venado Tuerto o Trenque Lauquen. En algunas de las modalidades, como la australiana o la americana, se alternaban las victorias entre ambos, dejando siempre un espectáculo inolvidable.

Miguel Sevillano no solo fue un gran deportista, sino también una persona sencilla, humilde y respetuosa. El periodista Tito Marín, una voz autorizada del ciclismo argentino durante los años dorados de la Oral Deportiva de José María Muñoz, solía destacarlo por sus condiciones humanas. Marín viajó con él en numerosas competencias y recordaba aquellas charlas íntimas que los periodistas pueden compartir con los atletas en las largas jornadas de carretera. Para él, Sevillano era no solo un excelente ciclista, sino un caballero dentro y fuera de la pista.

Hoy, su hija Ana María mantiene viva su memoria. En conversaciones recientes, expresó su deseo de viajar a Villegas y donar alguna de las copas de su padre al Museo Regional, para que ese legado no se pierda y pueda inspirar a nuevas generaciones. Su madre, la esposa de Miguel, aún vive, aunque con los achaques propios de sus 92 años, y requiere cuidados constantes. Esa es, por ahora, la razón que ha postergado la visita. Pero la intención sigue firme: devolver a Villegas una parte de la historia que le pertenece.

Porque nombres como el de Miguel Sevillano no solo representan la gloria deportiva, sino también el espíritu de una época donde el esfuerzo, la pasión y la humildad trazaban el camino de los grandes. Y porque aunque muchos no lo recuerden, Villegas fue cuna de uno de los más importantes ciclistas de nuestra historia. Y eso, sin dudas, merece ser contado.