A tres años del trasplante que le salvó la vida, su historia conmueve y pone en primer plano la importancia de la donación de órganos, que se recuerda especialmente a nivel nacional cada 30 de mayo.
La vida de Mabel Sosa cambió para siempre en mayo de 2022, cuando recibió un corazón nuevo. Desde entonces, cada latido es un homenaje. A sus 51 de años, lleva dentro de sí el corazón de Franco, un joven que murió en un accidente de tránsito a los 18. Hoy, tres años después, su testimonio es un llamado a la conciencia, a la solidaridad, al amor por la vida.
La historia de Mabel comienza mucho antes del trasplante. En 2013, comenzó a notar que perdía fuerza en sus manos. Pensó que era reuma. Pero el análisis de anticuerpos arrojó un valor muy superior al normal. Luego de una biopsia, llegó el diagnóstico: esclerodermia, una enfermedad autoinmune que genera un exceso de colágeno, afectando órganos vitales.
“El colágeno empieza a recubrir los órganos y a endurecerlos. Si no lo tratás, te deja sin funcionamiento”, explica. Tomaba hasta 11 pastillas por día. El corazón, los riñones, la presión, los huesos: todo debía controlarse.
La enfermedad avanzó lentamente. En 2019, los controles empezaron a mostrar algo alarmante: su corazón se estaba agrandando. “Cada ecocardiograma mostraba más deterioro. Primero leve, después moderado, y después ya era grave”, recuerda.
El primer gran susto llegó una mañana cualquiera, camino al trabajo. Mabel se desmayó en la calle. “Me levanté como en las nubes, mareada. No entendía nada.” Su doctora le explicó luego que había tenido una taquicardia que podría haberla matado.
Le colocaron un marcapasos. Pero el corazón apenas hacía el 30% del trabajo. La situación ya no podía sostenerse: necesitaba un trasplante.
Seis meses de espera… y fe
El 10 de enero de 2022 ingresó al Hospital Italiano. “Pensé que iba una semana. Me quedé seis meses”, cuenta. Vivió allí con otros pacientes en espera: una adolescente entrerriana, un hombre de Santa Fe, una mujer neuquina que había dejado a sus cinco hijos.
En medio de la incertidumbre, vinieron dos operativos fallidos. Uno, con un corazón que no funcionaba bien. Otro, más doloroso: con todo listo para entrar al quirófano, a minutos del trasplante, el órgano sufrió un paro y se descartó. “Lo único que le dije al médico fue: Si Dios no quiso, por algo será.”
Mabel nunca perdió la fe. Cada noche, después de despedir a su familia en el pasillo de la unidad coronaria, se decía: Mañana va a ser el día.

El corazón de Franco
El “día” llegó el 10 de mayo. El corazón venía de La Pampa. Era el de Franco, un joven de 18 años que había sufrido un accidente en moto. Su familia, en medio del dolor, decidió donar sus órganos. La coordinación fue perfecta. Aunque la operación se demoró por la niebla, al día siguiente a las 7 de la mañana, Mabel entraba al quirófano. El trasplante fue un éxito desde el primer minuto.
Hoy recuerda el momento en que conoció a la mamá de Franco, en abril de este año, en Santa Rosa: “Cuando me vio, me abrazó llorando. Le dije: Gracias por tu valentía. Porque sí, donar órganos salva vidas.” La madre la presentó a los amigos de su hijo como “la mujer que lleva el corazón de Franco”.

Una nueva vida, un nuevo modo de vivir
Desde aquel día, Mabel no es la misma. “No cambiás por el corazón que te dan, cambiás por todo lo que pasaste”, reflexiona. Ya no vive corriendo. Va a talleres de la Casa de la Cultura, sale a caminar con su marido, y se toma tiempo para disfrutar.
Sus tres hijos ya crecieron. Uno se recibió el día que ella volvió a casa, pudo estar en su egreso y fue un momento que vivió con felicidad; otro empezó la facultad, y el más chico trabaja en Dubái. “Hoy les dejo mensajes, estoy en contacto, pero ya no los atosigo. Estoy aprendiendo a soltar.”
Físicamente, está muy bien. Todos sus valores médicos son normales. “Antes todo salía mal. Ahora todo da bien. La doctora me dijo que el corazón era el que arrastraba al resto del cuerpo.”
Conciencia y compromiso
Mabel es clara: hace falta hablar más de donación de órganos. “En Villegas casi no hay difusión. Tampoco se menciona mucho en los medios nacionales. Y es algo que puede salvar vidas. Nunca sabés cuándo te puede tocar. A mí me pasó. Y hoy estoy viva gracias a una familia que, en medio del dolor, pensó en los demás.”
Donar órganos no es solo un acto médico. Es un acto de amor que trasciende la muerte. Es sembrar vida en el cuerpo de otro. Es, como en el caso de Mabel, volver a vivir.