Dejar la seguridad de lo conocido para adentrarse en lo incierto no es fácil. Requiere coraje, determinación y un fuerte deseo de cambio. Eso fue lo que hizo Sofía Arrieta, una joven de General Villegas que eligió transformar su vida y probar suerte en Tulum, México, junto a su pareja, Juan Cruz. Su historia, relatada en una entrevista del ciclo GPS Villeguenses por el Mundo, refleja los caminos que pueden abrirse cuando se combinan sueños y valentía.
Sofía estudió en la Escuela Nº 1 y luego en el Colegio Nacional. Su vida estuvo marcada desde la infancia por el deporte, especialmente el vóley, disciplina que practicó primero en el IMI y más tarde en Atlético Villegas. “El deporte es mi cable a tierra”, aseguró, recordando cómo esa pasión nació por influencia de su hermano Santiago y fue creciendo hasta llevarla a participar en torneos regionales.
Tras un breve paso por la universidad en Santa Rosa, donde intentó estudiar Contador Público, regresó a Villegas movida por la nostalgia y comenzó a trabajar. Probó también con una tecnicatura en Administración de Empresas y más tarde ingresó como guardia urbana, experiencia que le dejó aprendizajes de disciplina y sacrificio. Incluso estuvo a punto de ingresar a la Policía Bonaerense, aunque finalmente desistió.
El deseo de emigrar
Desde los 15 años, Sofía soñaba con viajar. España era su primera opción, pero las dificultades económicas hicieron que esa meta quedara en suspenso. Todo cambió en 2023, cuando conoció a Juan Cruz. Juntos comenzaron a imaginar un futuro fuera del país y, tras varias charlas, el plan se concretó en 2024 con destino a Tulum, un lugar que muchos villeguenses ya habían elegido para establecerse.
“Siempre sentí que en Villegas no iba a lograr ni la cuarta parte de lo que quería en mi vida”, confesó Sofía. La idea de quedarse con la duda la impulsó a dar el salto. Juan Cruz viajó primero y un mes después ella lo siguió, con la convicción de que la suerte se construye con trabajo y esfuerzo.
Los primeros pasos en México
La adaptación no fue sencilla, pero tampoco imposible. Apenas llegada, Sofía consiguió empleo: primero como cajera en un hotel y luego como administrativa en una taquería, donde escaló hasta ser supervisora general. El ritmo laboral la llevó a un nivel de estrés que no dudó en frenar con un cambio de rumbo. Hoy administra tres condominios en Tulum, con cerca de cien departamentos bajo su supervisión. “Acá se levanta una piedra y hay trabajo. No trabaja el que no quiere”, afirmó, resaltando las oportunidades que encontró en el Caribe mexicano.
El proceso, sin embargo, también trajo desafíos. El calor húmedo resultó una de las principales dificultades, así como el choque con largas jornadas laborales que suelen superar las 12 horas. Aun así, rescató la solidaridad de los compañeros y el trato respetuoso de la gente local. “En Tulum dicen que la ciudad te escupe o te abraza. Yo hasta hoy me siento abrazada”, resumió.
La vida cotidiana y el deporte como refugio
Sofía y Juan Cruz viven en Villas Tulum, un barrio poblado en gran medida por argentinos. Aunque el trabajo ocupa gran parte de su tiempo, ella logró reencontrarse con el vóley. Se sumó a ligas municipales, tanto femeninas como mixtas, y recibió la propuesta de entrenar categorías inferiores. “Volví a sentir la pasión de siempre, es un cable a tierra que me ayuda a equilibrar lo laboral con lo personal”, destacó.
Ese contacto con el deporte también la ayudó a integrarse socialmente y conocer nuevas amistades. “No conocí una sola persona mala”, aseguró, valorando la calidez de quienes la recibieron.
Lo que se extraña y lo que vendrá
Lejos de casa, lo que más pesa es la distancia con los afectos. “Extraño poder ir dos cuadras a compartir un mate con mi familia”, admitió. La seguridad que encontraba en Villegas y la rutina tranquila contrastan con la intensidad de una ciudad turística como Tulum.
Respecto al futuro, Sofía no descarta regresar a Argentina en algunos años, aunque no necesariamente a Villegas. También sueña con llegar a Europa, experimentar nuevas culturas y crecer profesionalmente. “Lo que aprendí de mí misma es que no tengo límites. Pensé que iba a estar toda la vida sacrificándome por otros, hasta que entendí que tenía que vivir mi propia vida”, reflexionó.
Una historia de coraje
La experiencia de Sofía Arrieta muestra que emigrar no es solo un viaje físico, sino también personal. Implica renuncias, aprendizajes y la capacidad de reinventarse en un entorno desconocido. Desde Villegas hasta Tulum, su recorrido es una inspiración para quienes alguna vez se preguntaron qué pasaría si se animaran a cruzar fronteras.
“Yo quería vivir mi vida sin arrepentirme de no haberlo intentado. Y acá estamos, remándola, pero juntos”, concluyó.