La historia de Gina Gardini es la de una charlonense que decidió abrirse camino muy lejos de su tierra natal. Junto a su marido, Julián, se instaló en Iten, un pequeño pueblo de Kenia considerado la “cuna de los corredores”, donde entrenan atletas de élite de todo el mundo. Lo que comenzó como un viaje de tres meses, se transformó en casi cinco años de vida en África, con un recorrido lleno de desafíos personales, profesionales y culturales.
“Nos fuimos en febrero de 2021, y al principio era por unos meses. Pero las puertas se fueron abriendo y todo nos fue llevando a quedarnos más tiempo”, contó Gina en diálogo con GPS Villeguenses por el Mundo. Su esposo trabaja en una empresa de management deportivo que representa a corredores de Kenia y Etiopía. Ella, en paralelo, encontró su lugar al frente de Home of Champions, una agencia de viajes que organiza experiencias para atletas de distintos países que buscan entrenar en la meca del atletismo de fondo.
Iten, un pueblo de unos nueve mil habitantes, le recuerda en muchos aspectos a Charlone. “Nos conocemos todos. Es distinto culturalmente, pero tiene eso del espíritu de pueblo, de saber quién vive al lado y de ayudarse entre vecinos”, describió.
Paradójicamente, Gina no era deportista. Nunca había practicado actividad física de manera sistemática en Charlone ni durante sus años de estudio en Buenos Aires. Sin embargo, en Kenia, atravesando un momento difícil de adaptación, tomó una decisión que le cambió la vida: empezar a correr.
“Me propuse un objetivo que fuera muy difícil para mí, algo que me motivara todos los días. Y dije: voy a correr una media maratón”, recordó. En apenas tres meses se entrenó y debutó en Filadelfia con 21 kilómetros. La experiencia fue tan positiva que en seis meses pasó de no correr nada a completar una maratón en Valencia. “Correr me ayudó a reconciliarme con Kenia. Cada entrenamiento era durísimo por la altitud y el terreno, pero después, en cualquier otro lugar, todo resultaba más fácil”, explicó.
Este año, Gina vivió otro hito al completar la maratón de Berlín. “Terminé muy orgullosa. No me importan los tiempos, sino el proceso. Poder llegar a la puerta de Brandeburgo después de 42 kilómetros fue un sueño cumplido”, expresó. Compartió esa carrera con Julián, aunque cada uno a su ritmo. “Fue la primera vez que corrimos juntos y él pudo verme llegar. Eso fue muy especial”.
Choques culturales y aprendizajes
Vivir en Kenia no siempre resulta sencillo. Gina admite que le cuesta el aspecto social, porque las relaciones son distintas a las que conocía en Argentina. “Ellos mismos dicen que no tienen amigos en el sentido en que lo entendemos nosotros. Pueden traicionar por un interés y eso es cultural. A mí me cuesta confiar”, confesó.
También debió adaptarse a una gastronomía completamente diferente. “Lo que más extraño es el queso y la yerba para el mate. En Kenia no hay yerba, y si alguien la manda, suele quedar en la aduana. Cada vez que viajamos a otro país buscamos locales donde vendan productos latinoamericanos”, contó. El plato típico local, el ugali -una preparación a base de harina de maíz blanco-, no logró conquistarla: “Para ellos es su secreto de velocidad; para mí, incomible”.
No obstante, reconoce que también incorporó enseñanzas valiosas: “El famoso hakuna matata de El Rey León es real. Viven en un presente absoluto, sin preocuparse por el mañana. Yo intento aprender de eso, aunque me cueste”.
La agencia y los sueños compartidos
El proyecto Home of Champions nació casi de casualidad, a partir de las consultas que recibían de atletas interesados en entrenar en Kenia. Con el tiempo, creció hasta recibir corredores de España, Argentina, Brasil, Costa Rica y Uruguay. “Nuestro objetivo siempre fue brindar tranquilidad, que sepan que los vamos a cuidar. Muchos vuelven varias veces, y eso es muy gratificante”, destacó Gina.
El futuro inmediato apunta a fortalecer los viajes grupales, que ofrecen la posibilidad de compartir entrenamientos y experiencias con amigos o equipos completos. “Es distinto viajar con tu grupo y correr en Kenia rodeado de atletas locales. Queremos potenciar esa propuesta”, adelantó.
Un hogar en movimiento
Después de casi cinco años, Gina reconoce que su vínculo con Kenia es de amor y odio. “A veces disfruto mucho, otras me pesa la monotonía. Julián lo vive distinto, como si siempre hubiera pertenecido al lugar. Yo extraño lo social, las juntadas espontáneas, los mates con amigos”, confesó.
Consultada sobre qué significa hoy la palabra hogar, respondió sin dudas: “Hogar es donde estoy con Juli. Puede ser cualquier lugar. Con él y un mate ya tengo todo lo que necesito”.
El futuro es incierto, aunque ella sueña con cambiar de aire. “Me gustaría que Kenia sea un lugar al que voy un par de veces al año, pero no donde viva todo el tiempo. La vida dirá”, señaló.
La historia de Gina Gardini es la de alguien que supo transformar la distancia y las dificultades en un motor para crecer. Desde Charlone hasta Iten, sigue construyendo su camino a base de coraje, resiliencia y sueños que se renuevan kilómetro a kilómetro.