Atleta, entrenador, fileteador, cantor, bailarín y profesor de tango. La historia completa de un vecino que encarnó como pocos la identidad cultural y deportiva de General Villegas.
Rubén Mastrángelo nació en 1935 en pleno corazón de General Villegas, hijo de Severo Mastrángelo –barbero muy conocido en la ciudad– y de Agustina Gastaldi, propietaria de Modas Elda. Creció entre la calle Moreno y la vida comercial del centro, un escenario que marcaría su fuerte vínculo con el movimiento cultural y social del pueblo. Desde chico mostró una energía inagotable y una curiosidad que lo llevaron a transitar múltiples oficios y pasiones, sin encasillarse en ninguno.
Su educación comenzó en la Escuela 17 y continuó en la vieja Escuela de Artes y Oficios, hoy Escuela Técnica, donde muchos jóvenes aprendían oficios que les abrían puertas laborales. Allí empezó a destacarse por su versatilidad y su ingenio práctico, cualidades que lo acompañaron siempre.
Muy joven descubrió que tenía una condición natural: era veloz como pocos. En 1952 ganó su primera carrera de 100 metros llanos en Carlos Casares. Tenía apenas 16 o 17 años. A partir de allí comenzó a competir en torneos intercolegiales, encuentros regionales y campeonatos organizados en distintos puntos de la provincia. Representó a General Villegas en La Pampa, Tejedor, Lincoln y otras localidades, siempre con excelentes resultados en 100 y 200 metros llanos. Llegó incluso a correr para Independiente e integró una posta 4×100 que alcanzó récord argentino. Su nombre quedó asociado al atletismo local como uno de los representantes más destacados de aquella época dorada.
Del atletismo al fútbol y la preparación física
Además del atletismo, Mastrángelo jugó al fútbol en Atlético Villegas, donde compartió planteles con figuras de altísimo nivel. No siempre era titular, pero su entrega y disciplina lo volvieron un colaborador valioso. Con el tiempo se convirtió en preparador físico y en esa función brilló aún más. Formó parte del inolvidable equipo de Eclipse de 1963, 1964 y 1965 –La Maquinita– dirigido por Héctor Zabala, un plantel que marcó una era en el fútbol villeguense. También trabajó como preparador físico de Atlético en el campeonato de 1976, bajo la conducción de «Grillo» Moruzzi.
Su visión del deporte era integral: buscaba rendimiento, pero también camaradería y formación humana. Varios jugadores recuerdan aún hoy la exigencia justa y el humor que llevaba a cada entrenamiento.
Un artista nato: fileteador, pintor y letrista
Si algo definió al pelado Mastrángelo fue su capacidad para moverse entre mundos muy distintos. En los años 60 abrió una fábrica de letreros a gas neón, una actividad innovadora para la época, y se convirtió en un fileteador reconocido. Pintó carteles comerciales, marquesinas y vehículos. Entre sus trabajos más recordados se encuentran las publicidades del auto de Larramendy y Ballari, que participó en los grandes premios. Muchos de esos trabajos los realizó sin cobrar, simplemente por cariño y entusiasmo, dejando solo la firma “Letreros Mastrángelo” como sello artístico.
El fileteado porteño vivía un auge en esos años y él logró trasladar ese estilo al interior, generando una identidad visual que muchos camiones y comercios villeguenses supieron exhibir con orgullo. De hecho, años más tarde el fileteado recuperó espacio en cursos y talleres de la Casa de la Cultura.

La voz, el tango y los escenarios locales
La música fue otra de sus grandes pasiones. Cantó en “Los Rítmicos”, la agrupación dirigida por Dante Codutti, donde interpretaba jazz, tango y música típica. También cantó como solista en reuniones sociales, peñas, asados y encuentros improvisados en distintos rincones del pueblo. Su voz y su carisma lo convertían en el alma de cualquier reunión.
Más adelante profundizó en el tango. Bailaba con una elegancia particular y se convirtió en profesor, formando grupos y dando clases en la Casa de la Cultura. Su estilo combinaba técnica, suavidad y una enorme expresividad. Entre sus alumnas estuvo Jessica Arfenoni, quien años después se consagraría campeona mundial de tango en 2013, en el Luna Park. Lamentablemente, Mastrángelo no llegó a ver ese logro: falleció en 2010, a los 74 años.
Más oficios y una vida ligada al pueblo
Además de todo lo que hacía, trabajó en el Banco Nación y en el Banco del Oeste. Y tuvo un comercio que muchos vecinos aún recuerdan con simpatía: la despensa “El Zorzal”, ubicada sobre calle Belgrano, cerca de la Unidad Básica. Allí atendía con la calidez que lo caracterizaba, siempre dispuesto a conversar, a cantar un tango o a bromear con quienes pasaban.
Su historia familiar también formó parte de su identidad: se casó muy joven, en 1955, con Norma Sienra. Tuvieron dos hijas, Cristina y Mónica. La vida afectiva y social del Pelado fue siempre intensa, marcada por amistades leales y una presencia constante en la comunidad.
Un legado que sigue vivo
La figura de Rubén “Pelado” Mastrángelo representa una época de General Villegas en la que el talento, el esfuerzo y la creatividad convivían naturalmente. Fue atleta, futbolista, entrenador, profesor, fileteador, letrista, cantor, bailarín y vecino siempre dispuesto a participar y a sumar. Su memoria sigue viva en las historias que cuentan quienes lo conocieron, en las anécdotas del deporte, en los talleres de arte, en el tango y en cada rincón donde todavía se recuerda su paso.
Polifacético, versátil, querido y admirado, Mastrángelo se ganó un lugar permanente entre los personajes más entrañables de la historia villeguense.

