Goyo, el Memorioso, propone volver sobre figuras que dejaron una marca profunda en la historia local. En esta oportunidad, la evocación estuvo dedicada a Susana Beatriz Cañibano, una mujer cuya vida estuvo atravesada por los libros, la educación y un compromiso cultural que trascendió ampliamente los límites de General Villegas.
“Pequeña de contextura, pero gigante en obra”, fue una de las definiciones que sintetizó su paso por la vida cultural villeguense. Hija de Roberto Cañibano y Nilda Penacino, Susana nació en 1959 y creció junto a sus hermanos Carlos y María Cristina en un entorno signado por la sencillez, la solidaridad y la ética, valores que marcaron su personalidad y su forma de trabajar.
Realizó sus estudios primarios y secundarios en el IMI y, en 1977, se trasladó a Buenos Aires para estudiar Bibliotecología y Documentación en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. No era un tiempo sencillo: el país atravesaba la dictadura militar y esa facultad siempre fue un espacio exigente y crítico. En ese contexto, Susana se destacó rápidamente por su inteligencia, su capacidad y su compromiso, cualidades que llamaron la atención de sus profesores.
Tras graduarse en 1983, regresó a General Villegas y comenzó una etapa decisiva para la historia cultural de la ciudad. Asumió la conducción de la Biblioteca Pública Popular Municipal «Domingo Faustino Sarmiento» y desde allí impulsó una transformación profunda. Tal fue su nivel profesional que una de sus docentes, Estela Maris Fernández, la convocó para desempeñarse como profesora en la UBA. Durante dos años combinó la tarea de bibliotecaria en Villegas con la docencia universitaria, siempre atravesada por una fuerte modestia y una gran autocrítica, que nunca le impidieron ejercer con solvencia y reconocimiento.
Una biblioteca abierta al mundo
El legado de Susana Cañibano marcó un antes y un después en la biblioteca local. Cuando asumió, el acervo contaba con unos 8.000 volúmenes; al finalizar su gestión, esa cifra había crecido hasta los 30.000. Hoy, gracias al camino que ella abrió y a la continuidad del trabajo de quienes la sucedieron, la biblioteca supera los 60.000 libros.
Pero su aporte no se limitó al crecimiento material. Transformó la biblioteca en un espacio vivo, convocante, pensado para niños, jóvenes y adultos. Impulsó presentaciones de libros, talleres, encuentros de escritura y actividades que sacaron la literatura del edificio para llevarla a la comunidad. Caminaba la ciudad con bolsos cargados de libros, siempre dispuesta a acercar la lectura a otros.
Ese afán de crecimiento y actualización tampoco se detuvo en el ámbito local o nacional. En 1992 viajó a España para participar de Jornadas de Animación a la Lectura. En 1994 representó a la Argentina en un seminario realizado en Cuba. Un año más tarde, en 1995, volvió a España para formar parte de un Congreso Internacional de Literatura Infantil y Juvenil. En 1998, ya en Brasil, participó en Salvador de Bahía como integrante del panel “Proyectos especiales de bibliotecas”. A todo esto se sumaron sus presencias constantes en las Ferias del Libro de Buenos Aires, donde buscaba ideas, contactos y nuevas miradas para aplicar en Villegas.
Reconocimientos y continuidad
Su labor fue reconocida en distintos niveles. En 1993 recibió el Premio Pregonero, otorgado por la editorial Colihue, por su tarea en la difusión de la literatura. En este 2025, ese mismo galardón volvió a ser concedido a la biblioteca, en continuidad con el camino que Susana había trazado. En 1995 fue distinguida por el Ejecutivo Municipal y, en 1996, la Honorable Cámara de Senadores de la Provincia de Buenos Aires la reconoció como Mujer Bonaerense del Año.
General Villegas la recuerda también en su geografía: una calle lleva su nombre, al igual que el Jardín de Infantes N° 913 y la sala de lectura de la biblioteca. Son marcas visibles de una presencia que sigue vigente.
Susana Cañibano falleció en 1998, con apenas 38 años. Había estado 16 años al frente de la biblioteca, en un período tan intenso que parece haber sido mucho más extenso. Hoy tendría 66 años, pero su legado continúa vivo en cada estante, en cada actividad cultural y en cada lector que cruza la puerta de la biblioteca.
El recuerdo compartido en Goyo, el Memorioso fue también una invitación a sostener esa herencia: la de una bibliotecaria que pensó la cultura como un derecho, un puente y una forma de transformar la comunidad.

