11.4 C
General Villegas
martes, diciembre 30, 2025
InicioSociedadGoyo el Memorioso recordó la vida del doctor Javier Alejandro Soraiz, una...

Goyo el Memorioso recordó la vida del doctor Javier Alejandro Soraiz, una figura clave de la medicina y la historia local

En una nueva entrega del espacio de Goyo el Memorioso, encarnado por Román Alustiza, se reconstruyó una vida marcada por la tragedia temprana, el esfuerzo personal y una profunda vocación de servicio. El protagonista fue el doctor Javier Alejandro Soraiz, médico destacado que dejó una huella perdurable en General Villegas y en distintos ámbitos de la medicina argentina.

Soraiz nació en 1906 en Carmen de Patagones, en el seno de una familia numerosa de diez hermanos, hijo de Rogelio Soraiz y Antonia Caperochipi. Su infancia estuvo atravesada por un hecho dramático: cuando tenía apenas dos años, su padre —director del diario La Unión de Patagones y de firmes convicciones anarquistas— fue asesinado tras denunciar a los sectores conservadores de la época. “Lo fusilaron prácticamente, con diez o doce disparos”, recordó Goyo al repasar aquel episodio que marcó definitivamente la historia familiar.

Tras ese crimen, Antonia decidió regresar al País Vasco con los hijos más pequeños. El viaje se realizó en el barco Reina Victoria Eugenia, pero el regreso no fue como se esperaba: la familia no aprobó su decisión de haberse ido a la Argentina. Fue el propio Javier, todavía niño, quien convenció a su madre de volver. “Mamá, nos tenemos que volver a la Argentina, ¿qué estamos haciendo acá?”, habría dicho. Poco tiempo después, retornaron al país.

De nuevo en la Argentina, la familia atravesó años difíciles hasta que un hecho resultó decisivo: la llegada a General Villegas del escribano Nicolás Yabar, quien se casó con Andrea Soraiz, hermana mayor de Javier. Ante la inexistencia de escuela secundaria en la ciudad, Yabar decidió traer a vivir a Villegas a Javier y a uno de sus hermanos, apostando a su inteligencia y a la posibilidad de rendir libre las materias en Chivilcoy.

Esa etapa dejó anécdotas que reflejan el contexto de época. Javier aprobó todas las materias del secundario, incluso algunas que rindió en lugar de su hermano, aprovechando el gran parecido físico entre ambos. “No se hace, no se hace”, aclaró Goyo entre risas, aunque reconociendo que eran prácticas habituales en aquellos años.

Con 17 años, Soraiz se trasladó a Buenos Aires para estudiar Medicina. En 1927 realizó el servicio militar en el Regimiento de Granaderos, donde cumplió guardias en la Casa de Gobierno durante la presidencia de Marcelo T. de Alvear. Nunca fumó un cigarrillo, fue un gran nadador y cultivó una disciplina personal que lo acompañó durante toda su vida.

Ya como estudiante avanzado, las primeras guardias médicas realizadas en el Hospital Alvear le permitieron obtener sus primeros ingresos, que enviaba a su madre, consciente de las dificultades que había atravesado Antonia. Formado como médico generalista, también contaba con una sólida formación obstétrica, en una época en la que los profesionales debían abarcar múltiples áreas de la medicina.

Tras recibirse y realizar prácticas en distintos hospitales, regresó a General Villegas, donde comenzó a trabajar en el hospital municipal y rápidamente se ganó el reconocimiento de la comunidad. En los años ’30, cuando la medicina distaba mucho de la actual, Soraiz se destacó por su capacidad profesional y su compromiso social.

Fue presidente del Club Sportivo Villegas en varios períodos, integró la comisión directiva del Aero Club de General Villegas y, en 1929, junto a otros médicos como Campi, Pérez Chacón y Martín, participó en la creación de uno de los primeros sanatorios privados de la provincia de Buenos Aires, instalado en esta ciudad.

Su paso por el hospital público estuvo marcado por una fuerte vocación social. Atendía especialmente a los pacientes con menos recursos, mientras sostenía su actividad privada. En 1941 fue designado director del Hospital municipal, cargo que ocupó hasta 1942, cuando fue desplazado por razones políticas debido a su identificación con el radicalismo, pese al respaldo de colegas y del Círculo Médico local.

Ejerció 18 años la profesión en Gral. Villegas. En el hospital y en su Clínica «Sanatorio Villegas»

En 1946 dejó General Villegas y se radicó en Buenos Aires para profundizar su formación. Realizó un año de perfeccionamiento en Estados Unidos, adonde viajó trabajando como médico de a bordo. A su regreso, al poco tiempo se casó con Raquel Alustiza, con quien había iniciado una relación años antes.

Ya casado, y con sus hijos pequeños, el matrimonio se radicó durante dos años en Tampa, Estados Unidos. Allí Soraiz continuó trabajando y ampliando su formación profesional, y la familia aprovechó la estadía para recorrer distintos puntos de América del Norte. Finalmente decidieron regresar a la Argentina.

De vuelta en Buenos Aires, continuó ejerciendo la medicina en el Hospital Finochietto y en su consultorio privado en el barrio de Caballito, manteniendo siempre el prestigio ganado por su capacidad, su ética y su trato humano. Sus hijos, Javier y Néstor, siguieron el camino de la medicina y se convirtieron en profesionales reconocidos.

“Fue un notable, un distinguido”, resumió Goyo el Memorioso, sin ocultar el vínculo familiar pero destacando, ante todo, la dimensión humana y profesional de Soraiz. “Eran personas de otra madera”.

El recorrido por su vida permitió rescatar una historia profundamente ligada a la identidad local y a una generación de médicos formados en el esfuerzo, la vocación y el compromiso social. Su talento se apagó en 1987, a los 81 años, dejando un legado que todavía perdura en la memoria de quienes conocieron su trayectoria y su ejemplo.