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jueves, 28 marzo, 2024

Carlos Ignacio López Ponce, el primero en fumigar un lote de soja en la región

Cuando la soja no era tenida en cuenta por ningún productor en el país y todavía no había alcanzado los precios históricos de mercado, hubo un visionario que sabía de su potencial: el Ingeniero Armando Palau, de Carlos Tejedor. En 1974, siendo subsecretario de Agricultura de Juan Domingo Perón, trajo una variante de la semilla desde Estados Unidos en dos aviones Hércules. Palau la cultivó en su estancia (de Timote) y el primer aeroaplicador que fumigó el lote fue Carlos Ignacio López Ponce, villeguense por adopción. «Pensé que era papa. Nunca había visto soja», relata. Una historia de pioneros.

 

Carlos Ignacio López Ponce nació un 9 de julio de 1939. Haciéndole honor a la fecha patria (y también a su cumpleaños) no se quita nunca la escarapela. Así se presenta en la redacción de Diario Actualidad, con una boina llena de Banderas e insignias nacionales y con una historia única: Carlos dice ser el primero en haber fumigado un lote de soja en toda la región.

Mucho antes del boom de la soja y de los precios históricos, mucho antes de la frase «La soja es prácticamente un yuyo» proferida por la ex Presidente Cristina Fernández de Kirchner y mucho antes del glifosato, existió un hombre que tuvo la visión de traer la soja desde Estados Unidos al país. Se trata del Ingeniero Armando Palau. Las historias de Carlos y del Ing. Palau se entrelazaron durante algunos años. Años que marcarían un antes y un después para el campo argentino.

¿Quién es Carlos Ignacio López Ponce?

Oriundo de Tres Algarrobos, Carlos es un villeguense por adopción. Desde el año 87 está radicado en nuestra ciudad.

Dedicó su vida a la aviación. Volar es su pasión. Aún hoy lo sigue haciendo, aunque poco. «Me canso enseguida», dice sonriendo.

Realizó el curso de piloto privado en General Villegas y luego rindió en General Pico para ser aeroaplicador. Ya con la licencia en la mano empezó a trabajar fumigando muchos campos y estancias de la zona.

Su nombre empezó a hacerse conocido entre los productores. Fue así como desde la empresa «AgroOeste», perteneciente al Ing. Palau, lo contactaron para fumigar un cultivo de girasol en un campo de Timote.

Palau y la soja

Durante el último gobierno de Juan Domingo Perón desembarcaron un grupo de jóvenes profesionales y productores en la Secretaría de Agricultura. Uno de ellos era el ingeniero agrónomo Armando Palau, subsecretario de Agricultura, oriundo de Carlos Tejedor.

Palau tenía una agrotécnica en Carlos Tejedor (AgroOeste), que fue una de las primeras del país. Desde allí había sido promotor de la revolución del sorgo, introduciendo el famoso NK300 que dio prosperidad a pueblos que languidecían en la nada, como Piedritas.

Pero el Ingeniero Palau tenía a la soja en su mira. Veía su futuro y su potencial. Conocía los esfuerzos de pioneros, como Pascale, Remussi, Piquín y sobre todo, de Ramón Agrasar. Agrasar había fundado Agrosoja a fines de los 50. No le fue bien: la soja se iba en vicio, crecía pero no daba frutos, se la comían las chinches, la ahogaban los yuyos.

En la década del 60 se habían hecho intentos en Tres Arroyos y Santiago del Estero, pero no hubo éxito. En un lugar se congeló por las heladas, y en el otro se quemó por las altas temperaturas.

En una oportunidad, estando becado en Estados Unidos, Palau se pone en contacto con universidades y bancos genéticos del país del norte con un objetivo: traer la soja a nuestro país. Con el famoso vuelo de los dos Hércules de la Fuerza Aérea, en 1974, la semilla aterriza en suelo argentino.

Se convocó a los semilleros interesados, muchos que recién empezaban. Se despacharon varias toneladas de semilla directo a los multiplicadores. Al año siguiente, hubo semilla para todos y comenzó la expansión sojera.

Si bien en aquel gobierno reinaba una visión anti-agro y, tras la muerte de Perón, Palau no duró mucho más en la subsecretaría, desde aquel momento la soja no dejó de crecer.

"Pensé que era papa"

Las primeras experiencias con las semillas las hizo Palau en su propio campo de apenas 30 hectáreas. En una oportunidad lo convocó a Carlos López Ponce para que le fumigara el cultivo.

«Me pidió que le matara el chamico (arbusto silvestre anual de hojas dentadas). Yo vi que el cultivo estaba debajo. Pensé que era papa. Cuando le comentó, se rió y me dijo que era soja y que iba a dar que hablar», explicó el aeroaplicador.

Ese año se sembraron 30 hectáreas en la Estancia El Rosedal (Timote). Al año siguiente ya fueron 180. Poco a poco creció la expansión sojera en la región y la historia que ya todos conocemos.