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sábado, 20 abril, 2024

Cría cabras, siembra quinoa y ya se siente un piedritense más

El paraíso de “Beto” Sbrizzi: Trabaja en un empresa agropecuaria innovadora, que diversifica criando cabras (y sembrando quinoa) en la zona pampeana de Piedritas.

Roberto “Beto” Sbrizzi es técnico en producción agropecuaria y actualmente es empleado en el establecimiento Montelargo, de la firma Oualidia SA, ubicado en la localidad de Piedritas, partido de General Villegas, al noroeste de la provincia de Buenos Aires, muy cerca de La Pampa. Más precisamente, se halla en el kilómetro 483 de la Ruta Nacional 33. El mismo cuenta con 1250 hectáreas, de las cuales destinan 700 a la agricultura y 550 a la ganadería, en constante rotación.

Dentro de la agricultura, realizan cultivos como trigo, soja y maíz, pero últimamente han comenzado a incursionar en especialidades como quinoa y mostaza. En cuanto a la ganadería, hacen cría y recría de bovinos Aberdeen Angus, negro y colorado, con 400 vacas madres y toda su recría, con objetivo a corto plazo de 1000 cabezas en invernada, entre destete propio y compra. Además, crían 100 ovejas, en plan de absorción de la raza Dorper, mediante cruzamientos con reproductores puros, de pedigree. Pero la actividad más importante en rumiantes menores, es la cría de 300 caprinos, que iniciaron en 2018.

La razón de todo esto es que “la empresa tiene como filosofía, la diversificación en los sistemas de producción, intentando la mayor eficiencia para lograr el mejor producto posible en cuanto a calidad”, explica “Beto” Sbrizzi.

“Además, apuntamos a lograr productos más saludables, como lo es la carne caprina respecto de las demás carnes rojas, ya que posee entre un 50% y 60% menos de grasa que la carne vacuna, y sobre ésta, un 84% menos de grasas saturadas, con cantidad y calidad similar de proteína. Y además, para ello alimentamos a nuestras cabras con alfalfa y maíz orgánicos -ejemplifica Roberto y agrega-. Por ésta y otras razones, la carne caprina tiene una demanda creciente tanto en el ámbito nacional como en el internacional, y es una actividad que hoy no se explota a los niveles que Argentina podría alcanzar eventualmente”.

“La actividad caprina –continúa el encargado de la firma- se realiza sobre una base de alimentación con alfalfa, para la parte proteica, y de maíz en grano, para la parte energética. Se desarrolla en sistemas estabulados, semi estabulados y a campo; cada uno dependiendo del momento productivo en que se encuentren, por ejemplo, parición, engorde, o servicio. La alimentación, dependiendo del momento productivo, se da en comederos para asegurar el suministro de calidad para todos los animales. Contamos con 300 madres que vamos seleccionando durante generaciones mediante cruzamientos con reproductores puros de la raza Boer. La selección de cada madre es el aspecto fundamental a lo largo de las generaciones”, ahonda el joven técnico de 36 años.

Roberto nos cuenta que a los propietarios de la firma les gustan los desafíos y eso entusiasma al equipo de profesionales que los acompaña: Alec Kidd como administrador, Gado Fernández como asesor técnico, Dante Leiro como encargado de caprinos y ovinos, Juan Gualpa como responsable de la alimentación de los mismos, y José Leiro como encargado de bovinos. Por eso estando en la zona núcleo de la pampa húmeda, apostaron a la quinoa, que es un cereal andino, y a la actividad caprina, que más bien es de zonas áridas.

Explica “Beto” que la cabra es un animal que no tolera la humedad y mucho menos, mojarse. Por lo tanto debe estar protegida de la lluvia. Para ello tuvieron que construir un tinglado con un promedio de 2 metros cuadrados de superficie techada por madre, con reparos del viento -en madera y chapa- y para que el sol no les de en forma directa, con camas de paja  a fin de que no estén en contacto con el piso y se mantengan limpias y secas. Así cada grupo de 30 cabras tiene sus 60 metros cuadrados de reparo, con sus parideras. Porque en el momento de la parición, si la madre no tiene las condiciones normales de crianza, puede abandonar a sus crías. Esto no sucede tanto con las ovejas ni con las vacas, explica Sbrizzi. Aunque la raza Boer tiene una habilidad materna superior, respecto de la cabra criolla, dice que para el chivo y la oveja no se necesita mucha superficie, de modo que son alternativas económicas para producir. Y agrega que la cabra se adapta fácilmente y que la ganadería es un negocio muy seguro a largo plazo.

“Todo esto con el fin de producir carne caprina y reproductores, con la más alta calidad, adaptados a la zona núcleo donde a base de genética, excelente calidad nutricional y buen manejo, genere el mejor producto posible”, afirma Roberto.

Añade que las innovaciones en Montelargo son apuestas a largo plazo, pensando que el mundo entero está yendo en esa dirección. Le compran reproductores puros, chivos machos y hembras, a la cabaña Heidrun, en la localidad de Lobos, para ir absorbiendo la raza Boer con la genética que tienen ellos.

“Logramos chivos entre los 7 y 9 meses de edad –continúa Sbrizzi- con un peso entre 25 y 40 kilos en pie, con rendimiento de ‘la canal’ (al gancho) entre un 40% y 50%, logrando un producto final de unos 12 a 18 kilos promedio. De todos modos, apuntamos a lograr animales más pesados, para venderlos en forma trozada, y envasados al vacío. Con esto agregaremos valor, brindaremos un mejor servicio al consumidor y económico, porque la carne de chivo se puede vender al 50% del valor de la carne de vaca”.

En ese sentido agrega que “una vez lograda la inversión de aprendizaje, infraestructura y genética, que insume unos 5 años, la actividad se torna bastante competitiva. Se puede llegar a tener entre 8 a 10 cabras por equivalente a la vaca, logrando una buena prolificidad promedio entre las cabras, de 1,8 a 2,2 crías por cabra, y un índice de destete de 1,6 chivos por cabra promedio. Se pueden producir unos 275 kilos de chivito al pie con el mismo equivalente en alimento para una vaca y su cría”, asegura. Agrega que tienen una performance de engorde de entre 100 y 120 gramos diarios.

La empresa siempre ha tenido unos 1000 novillos en engorde para exportación, y ahora tiene como objetivos, llegar a unas 1000 a 1500 cabras madres, y unas 1500 a 2000 ovejas, con el fin de abastecer el mercado interno y también de exportar, carne trozada y envasada al vacío, como también proveer de reproductores. Estiman tener la sala de faena para este fin, en unos dos meses más y les falta un paso para alcanzar la estabilización genética e inscribirse como cabaña.

Sostienen que sería ideal que se sumaran más productores en la zona, porque se podrían unir para exportar o para abastecer a una cadena de hipermercados, por ejemplo. Para ello están dispuestos a colaborar con información, compartiendo su experiencia, señala Sbrizzi.

En materia agrícola ya tuvieron la primera cosecha de mostaza francesa y canadiense, un ecotipo nuevo en la Argentina, de color marrón, adaptándola cada vez más a esa zona, como a la quinoa. Empezaron con 5 hectáreas y este mes sembrarán 20 de mostaza y 20 de quinoa.  Investigaron mucho y por la quinoa, “Beto” viajó a Jujuy, Salta y Chile.

Sbrizzi nació en la ciudad de Bella Vista, en el conurbano de Buenos Aires, pero ya se siente con ciudadanía piedritense. Vive en el campo, pero un día fue a bailar al pueblo de Buchardo y conoció a la cordobesa Marianela Crespo, oriunda de Melo, con quien se unió y tiene dos hijos. Para ellos hoy ha tenido que alquilar casa en Piedritas.

Recuerda que con 19 años había empezado a estudiar ingeniería industrial, pero como siempre le tiró vivir en el campo, de buenas a primeras dejó la carrera, viajó a Piedritas a la casa de un tío y trabajó en su empresa de construcción hasta que pudo entrar a trabajar en Montelargo, luego de ofrecerse infinidad de veces. Allí aprendió todos los oficios rurales hasta que con 25 años lo nombraron encargado.

“Beto” nos despide diciendo: “A mí me criaron mis padres aconsejándome: ‘Hacete tu casa, formá una familia y asegurate una estabilidad laboral’, cosa que hoy los jóvenes no lo tienen como horizonte, por la caótica situación del país”. Considera que no hay mejor cosa que criar a los hijos en el campo o en un pueblo chico. Dice con gozo, que en su trabajo nunca termina de aprender, porque se está en constante innovación. Y que para él, los argentinos son los mejores productores del mundo, porque deben luchar contra una infinidad de variables y hacer apuestas sin ninguna previsibilidad, “sacando” recursos como los magos de una galera.

Nota de Bichos de Campo