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viernes, 29 marzo, 2024

Erica Zabala: «Ser hija adoptiva es la bendición más grande que una puede tener»

La hoy mujer, que logró formar su propia familia y llegó a publicar un libro con sus escritos, proyectando nuevas obras en este camino, pide una ley de adopción más flexible.

 

ADOPCIÓN. Jurídicamente, se entiende como adopción o filiación adoptiva el acto jurídico mediante el cual se crea un vínculo de parentesco entre una o dos personas, de tal forma que establece entre ellas una relación de paternidad o de maternidad. Hace mucho tiempo, la adopción se veía como un acto de caridad.

Una fría descripción para un acto de amor como el que se practica en este lazo que no es de sangre, pero sí del corazón. Al que muchas familias apelan por la imposibilidad de tener hijos de manera biológica o que, aún teniéndolos, cobijan con el calor de un hogar aquellos pequeños que no lo tienen.

Infinidad de historias se pueden escuchar o leer en este sentido en todo el mundo. Días atrás las noticias reflejaban dos historias, distintas, pero con un punto en común: la adopción.

Por un lado, el conmovedor momento en que unos padres se reunieron con su hijo de 45 años después de que una agencia lo dio en adopción sin su consentimiento. Se trata de una pareja de irlandeses que conocieron a su hijo a más de cuatro décadas, después de perderlo por un error inesperado. Y a pesar de que él habla español y ellos inglés, su felicidad no requirió de palabras.

Fue una historia con final feliz, como la de Stella Maris Rodríguez Sorichetti y Rubén Ramos, que viven en nuestro país, necesitaban dinero para adoptar a un nene de 8 años y gracias a la solidaridad de la gente y a un donante anónimo lograron recaudarlo. La pareja, tras haber logrado la guarda provisoria de Alexis, debía desembolsar 138 mil pesos para darle fin al proceso de adopción. El caso se viralizó y lograron juntar la plata en tiempo récord.

Son sólo dos ejemplos, uno en el exterior y otro en nuestro país, de las tantas historias de vida de este tipo que giran alrededor del mundo. Y en General Villegas también, aunque no todos se han atrevido o se atreven aún a hablar de ello públicamente, a pesar del cambio que ha habido en la sociedad en el tratamiento de diversos temas.

Erica Zabala sí se atreve y cuenta su historia, porque sabe que son muchos los padres que luchan por una ley de adopción más flexible; y también son muchos los niños que aguardan poder tener una familia, un hogar.

¿Y por qué hablar de esto en un contexto tan convulsionado por varios aspectos en nuestro país?, «porque creo que no hay momento para hablar de estos temas», le dice Erica a ACTUALIDAD. Su mensaje es que «siempre es el momento». Y nos relata su historia.

«Desde mis tres años se que soy adoptiva. Siempre crecí sabiendo que tenía dos mamás. Mis padres, los que me eligieron como hija, fueron lo más hermoso que la vida me dio. En mi niñez siempre quisieron lastimar mis sentimientos por ser adoptiva, inventaban falsas historias; y se me vienen a mi mente las horas de charlas con mis padres y hermano. Recuerdo que mi hermano viajaba cada vez que aparecía esta situación y era tan claro en sus palabras, él me decía: ellos y yo te elegimos para que seas nuestra y de nadie más», cuenta Erica.

«Siempre que tenía dudas recurría a mi madre, que con santa paciencia me lo dejaba en claro; y recuerdo que nunca negaron mis orígenes, hasta propusieron que los conociera. Ya en mi adolescencia, en la época en que empezaba a salir a los boliches, siempre me confundían con alguien. Después de un tiempo mi padre se jubiló y me regaló una tienda. Ahí también me confundían. Yo siempre dije que cuando faltara uno de mis padres buscaría a mis hermanos/as. Supe que los tenía», continúa.

Erica menciona que, «lamentablemente, un episodio no agradable en mi vida, la pérdida de mi primer hijo, fue el escenario para conocer a mi madre biológica. Pero por entonces no estaba como para poder conocer y mucho menos reprochar. Luego de ese día no vi más a esa mujer. Pasaron unos cuantos años para reencontrarme con ella. Al fallecer mi padre inicié la búsqueda de mis hermanos/as. Después de más de 40 años los pude conocer y esa mujer reapareció, aunque mi intención era llegar a mis hermanos. Por lo que recordaba de mi historia sabía que éramos muchos y que a otra hermana la habían dado en adopción».

«Un día fui a una ciudad vecina invitada a un cumpleaños -continúa-. El padre del cumpleañero no dejó de mirarme, se atrevió y me dijo: aquí hay una chica igual a ti, que vive a la vuelta. Charla viene, charla va, él me dijo que sabía una historia sobre la familia de esa chica. Con más datos, me animé y fui a su encuentro, fue algo muy impresionante y ahí me cayó la ficha de por qué me confundían. Lo curioso fue que ella sabía todo de mí. Eso me asombro, yo quedaba perpleja con sus relatos; estuvimos más de cinco horas. Y desde ahí no nos separamos».

Fue justamente ella quien le aclaró a Erica su duda respecto a otra hermana. «Me contó que en su momento la conoció y luego no tuvo más contacto. Ese día regresé y le conté a mí madre del encuentro; y con lágrimas en mis ojos le agradecí que fuese mí madre. Ella venía de perder cinco embarazos muy traumáticos y por consejos de doctores vino mi adopción».

«En síntesis, al año de conocer a mi segunda hermana, me puse a la búsqueda de mi hermana mayor. Por entonces llamé a mi madre biológica para que me ofreciera información. Después de muchos días y muchas noches pude encontrar a mi hermana, ella es de mucho más lejos. Pero concretamos para vernos y el día de su cumpleaños nos conocimos», relata Erica.

«La historia es mucho más larga», menciona; y agrega que hubo «muchas apariciones de personas que sabían la historia pero callaron». También que «después de unos años conocí a mí padre biológico, pero esa es otra historia», aclara.

«Yo tengo 50 años y muy orgullosa de ser hija adoptiva. En mi ciudad la gente mayor sabía de mi condición y se sentía orgullosa de la persona que soy, porque lo que soy es gracias a los valores que mis padres adoptivos me inculcaron, su valor me hizo superar el abandono que sufrí. Hoy soy una escritora que va creciendo, con un libro ya publicado y próximamente el segundo y tercero», cierra Erica su relato, aunque no del todo.

Es que antes de darlo por concluido aclara: «Dejo mi testimonio para hacer saber que ser hija adoptiva es la bendición más grande que una puede tener»; y pide por «una ley de adopción más flexible».