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viernes, 29 marzo, 2024

Gastón Borrego, el villeguense que encontró su profesión y su vida en Francia

Hace 6 años que vive en Francia. Visitó los estudios de FM Actualidad en el programa «Precalentando con Marosca» y habló de las diferencias culturales y de lo que sucede en el país galo con la pandemia y la vacuna.

Gastón Borrego nació en Río Cuarto, de chico vivió en Santa Eleodora y luego en General Villegas. Jugó de centrodelantero en Cosmopolita de Piedritas y se fue a estudiar Diseño Industrial, carrera que nunca terminó. Su futuro no estaba allí, ni tampoco en la Argentina.

En marzo cumplirá 30 años y también 6 años desde que se fue a vivir a Francia. Está radicado en Burdeos, trabaja como segundo de cocina en un restaurante y está en pareja.

Recientemente regresó a la Argentina -con test de PCR negativo- para visitar a su familia y también a sus amigos. Damián Martínez lo recibió en su programa radial «Precalentando con Marosca» y hablaron de todo un poco: las diferencias culturales entre Argentina y Francia, la pandemia, el idioma, entre otros.

¿Cómo fue su partida?

«No estaba en mis planes ir a Francia. Mis papás se fueron de viaje a Europa y cuando volvieron me dijeron que tenía que ir a conocer. Yo decidí que no, me quería ir a Nueva Zelanda, pero no pude aplicar para la visa. Entonces me fui para Francia. Y terminé en Francia. Fui sin saber francés, sin trabajo, sin nada. Ahora se está yendo más gente y eso lo hace más fácil y llevadero, pero cuando yo fui estaba solo. Me las rebusqué y pude».

¿Cómo es trabajar en la cocina francesa?

«Desde que llegué me dediqué a la cocina. No había estudiado, pero fui aprendiendo. En Francia la gastronomía es importante y genera mucho trabajo. Además, en cualquier cocina del mundo si decís que trabajaste en Francia te respetan. Mi día normal de trabajo empieza a las 8 o 9 de la mañana. Se corta a las 15 horas. Hago algún deporte o duermo la siesta y después se vuelve a eso de las 18 horas. Los horarios de la cocina son distintos y a las 23 horas casi que te estás yendo a tu casa. Acá en Argentina, en un restaurante normal al menos hasta la 1 no te vas a tu casa. Allá la gente come mucho más temprano».

¿El idioma fue un problema?

«Con el idioma me fue bien porque cuando empecé a trabajar mi jefa era argentina y hablaba francés. Ella me hacía de traductora. Aprendí todo escuchando y hablando, fui muy poco a aprender. Ya pienso en francés. Al principio trabajaba con muchos argentinos, ahora trabajo con franceses».

¿Qué sucede con la pandemia de coronavirus en Francia?

«Se están poniendo muchas reglas. Me fui el viernes y el sábado el toque de queda estaba siendo a las 18 horas, cuando antes era a las 20 horas. Con el toque de queda no puede haber nadie en la calle. Si hay alguien es porque viene de su trabajo o porque va a algún lado, pero tiene que tener un permiso para moverse. Y si te agarran multa. La multa se paga sí o sí. Si no las pagás y tenés muchas acumuladas, te la debitan de tu cuenta. Incluso hay multa por no usar barbijo.

Allá los restaurantes están cerrados. Cerraron del 15 de marzo al 1° de junio. Luego del verano volvieron a cerrar los primeros día de noviembre y se está hablando que van a estar cerrados hasta abril. En el verano habíamos vuelto a una normalidad como si no hubiese pasado nada y ahí fue el pico.

Yo tuve COVID. Fue para las fiestas. Después del test positivo hice mi cuarentena y antes de viajar me pidieron el test negativo para poder salir. Tuve los síntomas normales, pero no fueron fuertes. Allá los hisopados son todos gratis y el resultado te llega por mail o por mensaje. Cuando sos positivo te llaman antes de que te llegue el resultado».

¿Y la vacuna?

«La gente no se vacuna. No tienen confianza en la vacuna porque no está probada. Está probada en los laboratorios, pero no es algo que ya sepamos que funciona. El 2 de enero se vacunaron 160 personas, en un país de 70 millones. Apelan a la responsabilidad cívica de cada persona porque es voluntaria».

¿Qué se extraña más de Argentina y cuáles son las diferencias culturales?

«Se extraña calor de la gente. En Francia la gente es un poco más fría. Son solidarios, pero no te van a dar un abrazo. Ellos no le dan la misma importancia a la familia que nosotros. Las fiestas para nosotros son casi sagradas. Ellos pasan año nuevo con amigos.

Para el sudamericano el trato como inmigrante es bueno. No tuve ninguna situación que no me haya gustado. Pero no es así con los que vienen de África o de Turquía, con los de piel negra y los árabes. Ahí son más despectivos. Para mí ellos son muy racistas en muchas cosas, la policía es muy racista. Siempre la culpa es del negro, del árabe o el inmigrante.

Es un país ordenado. Me gusta el transporte que tiene y la claridad con que se hace todo. No es fácil salirse de la ley. Además, la Iglesia no está metida en el poder. Hace 20 años que no bautizan a los chicos, sino que se bautiza el que quiere».