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jueves, 28 marzo, 2024

La desigualdad a través de diferentes visiones / Escribe: Omar Emín (*)

«La sociedad que antepone la igualdad a la libertad, no tendrá ninguna de las dos cosas.» «La sociedad que antepone la libertad a la igualdad, obtendrá un alto grado de ambas.» (Milton Friedman)

«Elite significa algo muy sencillo: quiere decir que algunas cosas son mejores que otras.» (George Steiner)

«La felicidad es al capitalismo lo que la igualdad al comunismo, un valor fetiche del mercado.» (Alexander Solzhenitsyn)

«El vicio inherente al capitalismo es el reparto desigual de las bendiciones.» «La virtud inherente al socialismo es el reparto equitativo de miserias.» (Winston Churchill)

Abordar el tema de la desigualdad es bastante complejo en cuanto a que a través de los tiempos, han existido  situaciones que generan desigualdad, aunque muchas han tenido origen en la discriminación por raza, género, religión, que devienen luego en desigualdad para quienes son discriminados. Si bien algunas de estas situaciones subyacen en las diferentes sociedades, están siendo combatidas fervientemente por quienes son sujetos de discriminación, todo ello gracias a la evolución de los medios de comunicación y el acceso a los mismos para la exposición de ideas y pensamientos; esto en países que lo permiten, en algunos de esto no se habla, al menos públicamente. No consideré necesario indicar cuales son estos últimos países.

Habiendo efectuado las aclaraciones que creí necesarias, trataremos de analizar la desigualdad desde el punto de vista económico, así como el acceso a cuestiones de seguridad, educativas y las relativas a la salud de la población.

La cuestión de la desigualdad económica y la redistribución, ha sido analizada desde dos ángulos diferentes: por una parte la posición liberal nos dice que solo las fuerzas del mercado, la iniciativa individual y el crecimiento de la productividad permitirán mejorar en el largo plazo, los ingresos y las condiciones de vida de la población y por lo tanto las acciones públicas de redistribución deben ser moderadas; por otra parte, la posición socialista y de la práctica sindical, nos dice que solo las luchas sociales y políticas pueden aliviar la indigencia de los mas necesitados, producida por el sistema capitalista; por esa razón las políticas de redistribución deben ser más agresivas.

La vida es mejor ahora que en cualquier época pasada, el número de personas ricas ha aumentado y un número cada vez menor vive en la indigencia. La expectativa de vida ha crecido y los padres de familia no tienen que contemplar rutinariamente como mueren algunos de sus hijos. Sin perjuicio de ello, todavía millones de personas experimentan el horror de la miseria extrema y la muerte prematura.

La desigualdad es frecuentemente, una consecuencia del progreso. No todos se enriquecen al mismo tiempo y no todos tienen acceso inmediato a las cosas mas modernas o a los últimos medios que salvaguardan la vida humana (vacunas, nuevas medicinas). También están los que se resisten a utilizar vacunas aunque a estos deberíamos catalogarlos como «desiguales por opción o por decisión propia».

Muchos de los grandes episodios del progreso humano, han dejado atrás un legado de desigualdad. La globalización de nuestros días ha sido testigo tanto de prosperidad creciente como de desigualdad creciente.

No todas las desigualdades son iguales; algunas parecen ser más tolerables que otras, tal puede ser la grieta existente entre nuestra propia comprensión y la de figuras como Albert Einstein, Steve Jobs, Bertrand Russell, Isaac Newton o Bill Gates, cuya superioridad en términos comparativos no tenemos ningún reparo en admitir. Este concepto también puede ser aplicado a artistas, emprendedores, héroes, deportistas y en general, a todas las personas de las que podemos declararnos «fans». Pretenderemos, eventualmente aspirar a ser como ellas, pero no nos generan ninguna clase de resentimiento.

Por otro lado tenemos la desigualdad que nos resulta intolerable, porque la persona a la que estamos observando parece alguien como nosotros, pero resulta que ha jugado de tal manera con el sistema, enriqueciéndose ilícitamente, «adquiriendo» privilegios que no vienen dados por ley, que nunca nos convertiremos en sus admiradores incondicionales. Dentro de esta categoría figuran burócratas enriquecidos, ex políticos y en general todo aquel que por hacer nada, poco y nada o lo mismo que un asalariado promedio, tiene un ingreso muy superior y fuera de comparación con otros parámetros de la economía. El citado ingreso no constituye un producto de su esfuerzo, de su inteligencia o ambas, sino del aprovechamiento de una falla del sistema o de la posibilidad de determinar el monto de su paga, sobrevaluando su trabajo (que como ya dije, es menor o igual al de otros trabajadores que ganan mucho menos).

La popularidad de esta gente nos resulta en algún modo ofensiva. No es muy arriesgado afirmar que la población desprecia a quienes se han enriquecido a expensas de su salario, aunque insista en votarlos cuando se presentan a la elección de cualquier cargo político.

Circula una idea bastante generalizada acerca de que en los países donde se manipula el entorno político y económico a través de la imposición de regulaciones, la riqueza se percibe como un juego de suma cero, donde lo que alguien gana se lo ha quitado a otro (¿les suena?); en cambio, en países donde la riqueza esta originada en la competencia con otros, alguien puede enriquecerse sin habernos sacado un centavo de nuestra billetera y hasta puede que nos agregue algunos pesos; en estos casos, la riqueza es percibida como un juego de suma positiva que beneficia a todos.

Si analizamos la desigualdad con el prisma de la Iglesia Católica, la encíclica Rerum Novarum (León XIII, 1891) se refiere a este tema en su punto n° 13, del que transcribo una parte: «Establézcase, por tanto, en primer lugar, que debe ser respetada la condición humana, que no se puede igualar en la sociedad civil lo alto con lo bajo.» «Los socialistas lo pretenden, es verdad, pero todo es vana tentativa contra la naturaleza de las cosas.» «Y hay por naturaleza entre los hombres muchas y grandes diferencias; no son iguales los talentos de todos, no la habilidad, ni la salud, ni lo son las fuerzas; y de la inevitable diferencia de estas cosas brota espontáneamente la diferencia de fortuna.» Esta encíclica fue revalidada por la Centesimus Annus (San Juan Pablo II, 1991), reconociendo el pensamiento cristiano establecido en la parábolas de los Talentos y de la Hora Nona, donde respectivamente se reconocen las diferencias en el comportamiento humano y la propiedad y el contrato.

Hay impulsores de la desigualdad como la falta de alfabetización. En países como el nuestro donde la educación pública, es gratuita, solo hay que tener ganas de ir (además de estudiar, de cumplir horarios, de tener rutinas y otro montón de cosas generalmente no deseadas). En el futuro, esto repercute de manera significativa en la calidad del trabajo y por ende en los salarios a los que se puede acceder, la falta de acceso a los recursos tecnológicos (difíciles de manejar por falta de conocimientos técnicos), los tipos de trabajo que nadie quiere desempeñar quedan para los menos aptos en términos educativos o los extranjeros (inmigrantes) que aunque estén sobrecapacitados al principio, aceptan cualquier trabajo para ganarse la vida y van cambiando hasta que encuentran un trabajo mas estable, mas acomodado a sus horarios, mas cercano a su domicilio y otras características que pueden significar una posición mas aventajada. Esto hacen los habitantes de nuestro país, cuando van a vivir al extranjero. Existe una gran cantidad de personas, que aspiran a un trabajo como si eligieran una prenda de vestir, sin pensar si tienen las aptitudes, el estudio, los conocimientos y/o los requisitos para desempeñarse.

No podemos dejar a fuera a quienes tienen una mirada «desigual» respecto de fenómenos similares, algo que puede ser fácilmente comprobado a través de la historia o leyendo los diarios o mirando televisión:

– Critican constantemente al capitalismo pero consumen sus bienes, hablan de homofobia todo el tiempo, pero en el auto tienen una calco del «Che».

– Donald Trump es criticado por construir un muro en la frontera mexicana para detener la inmigración masiva e ilegal, pero los que critican esas medidas, miraron para otro lado mientras el Muro de Berlín dividía la ciudad y alrededores por mas de 28 años y no permitía ni la entrada ni la salida de los ciudadanos. Vale aclarar que todos ellos estaban movidos por los mismos propósitos, querían acceder al progreso y a la desigualdad, unos entrando (los mexicanos ahora) y otros saliendo (los alemanes durante 28 años).

– Hay cantidad de violadores saliendo en libertad, mientras solo escuchamos hablar de Juan Darthes. Alperovich y el resto, ni noticias.

– Los gobiernos de legítimo origen democrático (esto es elegidos sin manipulación del proceso electoral), pueden tener actitudes aisladas consideradas totalitarias y aunque eso no los convierta en dictaduras, son inmediatamente categorizados de ese modo; no ocurre lo mismo con las «democracias igualitarias» de Cuba y Venezuela.

– Criticaron a George Bush (h) cuando imprimió dólares con una fecha determinada de rescate para salvar al sistema bancario (estadounidense e internacional) en la crisis de 2008 y acá han dejado incandescente la máquina de tanto usarla (este párrafo no aplica al reciente crecimiento de la emisión, como única alternativa durante la pandemia).

– La Iglesia Católica habla de humildad (como una virtud) y de pobreza (como un problema a solucionar), pero siempre desde la riqueza del Vaticano o de los altares repletos de oro de las catedrales esparcidas por el mundo.

– Hay quienes se rasgan las vestiduras criticando a los imperialistas y al imperialismo en general (no creo haber encontrado expresiones y términos mas antiguos que esos); pero si salen de vacaciones elijen la desigualdad de Londres, Nueva York o Miami y nunca la igualdad de un país socialista. Las redes sociales están llenas de este ejemplo.

Fuentes inspiracionales:
Thomas Piketty – La Economía de las Desigualdades.
Angus Deaton – El Gran Escape.
Nassim Nicholas Taleb – Skin in the Game.

(*) Omar Emín es Licenciado en Administración y Contador Público. Colabora en medios de comunicación en temas fiscales, laborales y económicos en general. Socio fundador de Echenique, Emín, Albín & Asociados, firma dedicada a trabajos profesionales de carácter administrativo, laboral, contable e impositivo. Se desempeñó en el ámbito educativo universitario, terciario y secundario, con algunas experiencias en educación a distancia en el nivel universitario.