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miércoles, 24 abril, 2024

La Ilusión de la Gratuidad / Por Omar Emín (*)

«En realidad, no habría que culpar tanto al Congreso». «Si yo tuviera tanto dinero a mi disposición, también sería un irresponsable» (Woody Allen)

«Lotería es el impuesto que paga la gente que ignora todo sobre estadísticas» (Ambrose Bierce)

   El sistema de partida doble es un método contable para registrar operaciones comerciales; de esta manera se establecen todo tipo de interacciones entre las diferentes masas patrimoniales; Fray Luca Bartolomeo de Pacioli perfeccionó – en la época del renacimiento veneciano -, el sistema utilizado hasta el momento por los mercaderes. Sus aportaciones dieron inicio a la contabilidad moderna; el método consistía en una especie de acción/reacción, causa/efecto o entrada/salida, momentos entre los cuales había cortos intervalos de tiempo hasta que una operación se resolvía. A medida que las operaciones comerciales y financieras fueron complicándose con el transcurso del tiempo, comenzaron a producirse diferencias temporales entre la ocurrencia de la acción y su consecuencia; es decir se empezó a perder la inmediatez entre la partida y la contrapartida, generando inconvenientes en la comprensión de las operaciones puesto que su finalización, se producía mucho tiempo después que su origen y había que estar muy atento al impacto de las cuestiones pendientes hasta su resolución. Agregando que existían otras operaciones en curso al mismo tiempo.

Estas cuestiones vienen a cuento porque los profesionales en ciencias económicas en general, estamos habituados a esta gimnasia de identificar operaciones, evaluando causas y consecuencias de determinados fenómenos que ocurren en espacios temporales muy diferentes, que para otras personas pueden configurar hechos aislados, no originados en ninguna circunstancia o evento anterior.

«Al que da y quita, le sale una jorobita» decían mis abuelas. El Estado te lo da en forma de subsidio y te lo quita con inflación por exceso de emisión para el futuro; solo que «la culpa» de la inflación es de Estados Unidos y los países imperialistas, los supermercados, los bancos, los ricos y sus especulaciones financieras, el sector agropecuario (al cual ya no le caben mas impuestos y retenciones), los organismos internacionales (quieren cobrar el dinero que les pedimos) y puedo seguir con ejemplos de algún culpable de turno. Ese direccionamiento de la culpa, ha sido el mayor impedidor de progreso de todos los países subdesarrollados (no me gusta en vías de desarrollo), incluyendo Argentina, por supuesto.

En nuestro país la educación es gratis, los hospitales son gratis, el transporte público en el área metropolitana esta fuertemente subsidiado, lo mismo ocurre con el consumo de energía, a pesar del sinceramiento de los últimos años y los resultados están a la vista, la red de transporte es desastrosa, la pésima calidad educativa hace que los egresados del secundario no hagan pie en el ámbito universitario y los graduados universitarios no apliquen en el mercado laboral. Lo antedicho no significa que haya que cobrar «por todo», simplemente hacer algunos ajustes conceptuales, a saber: los extranjeros deberían pagar por todos los servicios que utilicen en nuestro país, fundamentalmente los de salud y educación como factor de reciprocidad para con nuestros «hermanos latinoamericanos», bajar el gasto político (legisladores, asesores), nadie que trabaje en el Estado como legislador o asesor, debería ganar mas que el salario mínimo vital y móvil ($ 16.875,-) o la jubilación mínima ($ 18.129,-) o el promedio de los principales salarios de la economía, según datos del INDEC, hoy aproximadamente en la suma de $ 40.000,- (si alguien piensa que esto fomenta la corrupción que me explique que ocurre con el actual sistema), eliminación de los subsidios a «no trabajar»,  supresión de los feriados puente que trasladan el dinero hacia los centros turísticos, mientras que los lugares que no tienen oferta turística quedan absolutamente desfinanciados (forma elegante de decir que quedan crocantes de secos) y otra cantidad de medidas calificadas de «impopulares», precisamente por los beneficiarios de este perverso sistema, plagado de personas que tienen «derecho a …», pero se les han olvidado las obligaciones (llámese así a todos los trámites que hay que hacer para poder ejercer un derecho), así lo dice la Constitución Nacional cuando se refiere a «las leyes que reglamentan su ejercicio».

Como Santiago Zavala, el personaje de Vargas Llosa de «Conversación en La Catedral» que se preguntaba «Cuando se jodió el Perú ?»; nosotros podríamos hacer un ejercicio similar y preguntarnos en que momento «empezamos a irnos al carajo?».

Hace casi un siglo Leopoldo Lugones decía que el gaucho «contenía en potencia al argentino de hoy» (ubicando el hoy a principios del siglo XX, aunque ahora sea igual). Entre sus características enunciaba: la sensibilidad musical, la falta de escrúpulos para adquirir, el ocio y el pesimismo heredados de su mezcla de indígena y conquistador, la jactancia, la inconstancia. El gaucho según la óptica del poeta tenía una enorme capacidad de trabajo en cuanto al vigor físico, pero fallaba como fenómeno de voluntad, no bien producía lo necesario para cubrir sus necesidades inmediatas.

Nunca es temprano para irse al carajo !

Si retrocedemos aún mas en el tiempo, Charles Darwin, a quien debemos la Teoría de la Evolución, que anduvo por estas tierras alrededor de 1830, observó dos defectos en los habitantes: el ocio y la afición al juego (combo explosivo si los hay). Según Darwin el problema de nuestro país era la abundancia de alimentos y de ganado vacuno y equino que hacían «imposible la virtud de la laboriosidad». Agregando que «hay una multitud de días festivos y como si esto fuera poco, se cree que nada puede salir bien si no se empieza estando la luna en cuarto creciente; de modo que la mitad del mes se pierde por estas dos causas».

Hasta donde nos ha llevado esta cultura de la gratuidad que parte de la clase media que votó al actual gobierno y no se hasta que punto no definió la elección, lo hizo esperando tarifas congeladas de gas, electricidad y otros servicios, control y congelamiento de precios de la canasta básica, dólar barato para poder viajar (obvio a países del primer mundo, no Cuba, Venezuela o Irán), doce o dieciocho cuotas con tarjetas para las compras, paritarias con aumento de sueldos sin tener en cuenta la productividad, cosas que claramente no han llegado y tal como esta la situación, no van a llegar. Aunque eso importe poco, dado que si hacemos un análisis antes de cada proceso electoral, podemos comprobar que una parte mas o menos significativa de la población no espera leyes que traigan mejoras globales, reformas estructurales, obras de infraestructura; sino que sus expectativas están centradas en recibir un beneficio directo, una dádiva, un subsidio que mejore su situación y que es pagado por quienes trabajan, pagan los impuestos y arriesgan (cada vez mas) abriendo negocios (cada vez menos).

Un prestigioso economista internacional decía que siempre desconfiaba de los almuerzos gratis – recalcando que no era una frase de su invención -, porque «alguien terminaba pagando»; es decir, la «ilusión de la gratuidad» funcionaba para los que aprovechaban el almuerzo, aunque ese evento les fuera cobrado bajo otra forma y en otro momento temporal, también podía ocurrir que ese «alguien que terminaba pagando» fuera otra persona diferente a la que había aprovechado el almuerzo (quienes no votan gobiernos populistas y terminan pagando la factura del populismo). Lo que si decía este economista, es que hay cuatro maneras de gastar dinero: «gastar tu dinero en ti mismo, en ese caso serás muy cuidadoso y te asegurarás de obtener el máximo placer; puedes gastar tu dinero en otros, por ejemplo comprando un regalo, cuando haces esto, tratas de no gastar demasiado, pero tampoco te preocupas del contenido del regalo; puedes gastar dinero de otro en ti, por ejemplo te aseguras una buena comida y finalmente, puedes gastar dinero de otro en otro y es allí donde no te preocupa cuanto dinero gastas o que compras y eso es lo que hacen los gobiernos».

En este sentido, el Estado debería recuperar «el monopolio de la violencia» al decir de Max Weber y otros autores; esto puede sonar aterrorizante pero no es mas que la forma que tiene el Estado de hacer cumplir las leyes a través del funcionamiento de la justicia, las fuerzas de seguridad (policiales y militares) y en general todo lo referido al sistema a través del cual el Estado puede cumplir con las metas y las políticas previamente votadas por los legisladores y representantes del pueblo.

Nos debemos una significativa reforma a la política y sus reglas que permitan dar valor al voto de los ciudadanos, libre de influencias demagógicas.

Fuentes de Investigación: El Payador – Leopoldo Lugones. Diarios y Observaciones – Charles Darwin.

(*) Omar Emín es Licenciado en Administración y Contador Público. Colabora en medios de comunicación en temas fiscales, laborales y económicos en general. Socio fundador de Echenique, Emín, Albín & Asociados, firma dedicada a trabajos profesionales de carácter administrativo, laboral, contable e impositivo. Se desempeñó en el ámbito educativo universitario, terciario y secundario, con algunas experiencias en educación a distancia en el nivel universitario.