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sábado, 20 abril, 2024

Mi papá, cinco años después / Por Magdalena Sorondo

Escribo esto de lo más profundo de mi corazón, capaz algunos piensen que tardé cinco años en animarme. Yo prefiero pensar que me costó cinco años poner en palabras todo lo que siento.

Mi viejo desapareció de una ciudad con alma de pueblo un 28 de julio de 2014 cerca de las 17 horas.

Ni las cámaras, ni los testigos, ni los que dicen que lo vieron alcanzaron para que aparezca algo más que su ropa quemada y un auto abandonado.

Cinco años pasaron y no sabemos qué pasó, ni hay acusados, ni pistas, mucho menos culpables. Cinco años en los que mi familia y todos los que queríamos a mi papá no dejamos de pensar en eso un solo día.

Cinco años en los que pasamos de buscarlo vivo a encontrar su auto abandonado. En los que pasamos de buscar culpables a pedir que aparezca solo para cerrar esta etapa de alguna manera. En los que fuimos perdiendo cada vez más las esperanzas. En los que terminamos pidiendo que quien sea hable, y prometiéndole al viento que con tal de saber dónde está mi papá no pensábamos acusarlos. Cinco años en los que escuchamos diferentes teorías pero ninguna verdad…

En los que de la justicia, del gobierno y de los que “sabían dónde estaba”: ni noticias. En los que se inventaron canciones, se hicieron allanamientos, se cruzaron acusaciones, se pegaron (y se despegaron) carteles. En los que se hicieron notas repetitivas hasta el cansancio. Pero como dice el dicho acá hubo “mucho ruido y pocas nueces”.

Ojalá para quienes me leen estos cinco años hayan pasado cosas mucho más lindas. Para mí estos cinco años significaron aprender a festejar cumpleaños sin mi viejo, y a brindar al universo por su vida. Significaron también perder la costumbre de llamarlo todos los días después del trabajo, abrazarme a cada foto, buscarlo en cada frase subrayada de los libros que heredé de él.

Estos cinco  años significan la espera eterna y el aprendizaje diario. El aprender a disfrutar de todo un poco más y dar esos grandes pasos (casarme y ser madre, entre otros) sin mi viejo.

Sí, ya sé, la ley de la vida nos prepara para que los padres se mueran antes que los hijos, no soy ni la primera ni la última. Pero la ley de la vida no nos prepara para que tu viejo desaparezca en un pueblo en el que somos pocos sin que nadie haya visto o escuchado algo. No nos prepara para que si “tu caso no garpa” se deje de hablar de eso o para que la justicia se olvide. No, para eso sí que no nos prepara.

No espero que me entiendan, no le deseo a nadie no saber dónde está un familiar. No escribo esto esperando nada, solo para sanar un poquito esto que tanto duele.

No está de más recordar que más allá de que ya pasaron cinco años y ya no se hable del caso, nosotros seguimos buscando y esperando. Si alguien sabe algo, acá estamos.

Gracias.

Magda, la hija de Roberto Sorondo. Desaparecido

el 28 de julio de 2014 en General Villegas.