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jueves, 28 marzo, 2024

Omar Larrosa, aquel nene que madrugaba para trabajar y alcanzó la gloria en el `78

Entre las pocas cosas positivas que dejará la pandemia en los oyentes de ACTUALIDAD están notas como esta, la que Ovación le hizo a Omar Larrosa para rescatar su rica historia. Es que la ausencia de actividades deportivas a nivel local ha dado paso a la búsqueda de figuras nacionales, de las que rompieron los moldes y quedaron en la memoria colectiva.

La Chancha Omar Larrosa (73) es una de ellas. Campeón con Boca, Huracán, Independiente y la Selección, entre otros, tiene una historia tan sencilla como encantadora, con anécdotas de un fútbol que ya no existe, más amateur, más romántico, mejor en muchos aspectos. O al menos en mayor estado de pureza.

En sus inicios con el 11 en la espalda, en su concepción era un volante de toda la cancha. «Lo que pasaba es que en las inferiores de Bica era 10. Jugaba como un típico enganche. Pero había tan buenos jugadores que para llegar a primera que tuve que arrancar como 11», le dijo a Román Alustiza en el mediodía de la radio.

Su llegada a Boca no fue como la de cualquier pibe de hoy, que hasta tienen representantes y firman contratos con firmas de ropa deportiva. Murió su padre y con 12 años tuvo que salir a trabajar. Entró en las inferiores pero el embudo hacia primera le marcó la cancha: el pibe no podía llegar a horario a entrenar. «Mi hermana, mi mamá, todos teníamos que trabajar. Teníamos quinta con árboles frutales adelante y en el fondo había gallinero, o sea que nos abastecíamos. Pero igual había que ayudar y por eso entré a trabajar en una fábrica metalúrgica, una fábrica de armas que se llamaba Centauro», recordó sin resentimientos. Se vivía distinto. Se luchaba distinto. La sociedad era otra. Los ideales también.

Larrosa hizo inferiores con el Chapa Rubén Suñé, otro ídolo de Boca. Más tarde conocería a su hermana. Se pusieron de novios y hoy es la madre de sus hijos. Siempre juntos. Una vida después, con el amor de su esposa, hijas, nietos y todo el reconocimiento de la familia del fútbol, Larrosa repasó en la 93.7 su vida deportiva.

De Valentín Alsina a dar la vuelta olímpica en el Mundial 78

Tenía que tomar tres colectivos hasta La Candela y le dijo a Don Adolfo Pedernera, por entonces DT de inferiores boquense: ‘Mire, yo llego de noche allá, porque trabajo’. A la semana me dijo que dejara el trabajo porque Boca me iba a dar ese dinero. Al mes me dijo que pase por su oficina y me dio un sobre. Al segundo también. Al tercer mes me dijo que pasara por Bransend 805 a cobrar en la contaduría del club. Ahí me pidieron que firmara el recibo y les dije que había cobrado dos veces antes sin firmar. Y la secretaria me dijo: ‘No, usted es el primer mes que cobra’. Ahí me di cuenta que Don Adolfo me había pagado de su bolsillo…», lo destaca con cariño. ¡Qué maestro Pedernera!

«Rojitas, Novello, Madurga, Suñé, Ponce, Peña, Marzolini, Rattín, el Beto Menéndez, Roma, Simeone, Pianetti, Gonzalito… todos crack, jugadores increíbles…», enumera su paso por el xeneize.

Cuando en el ’69 Boca compra a Jorge Coch Larrosa partió a préstamo a Argentinos Juniors. Volvió a Boca y partió a un breve exilio en Comunicaciones de Guatemala y Pachuca de México. De regreso, una visita a Parque Patricios que volvió a cambiarle la vida.

«Iba en el auto hacia La Plata a firmar con Gimnasia y se engranó el motor en City Bell. Era sábado. Lo llamé al presidente del Lobo y quedamos que me esperaba el lunes a las 5 de la tarde. Ese día estaba tomando unos mates y leo en Clarín que empezaba a entrenar Huracán con la conducción de César Luis Menotti. «Y lo fuí a saludar al Flaco, al que conocía de Boca», sin saber que sería un quiebre en su carrera.

«¿Qué hacés acá? Te hacía afuera…», le dijo el célebre entrenador.

«No, me vine…»

¿De quién es el pase?

«Mío…»

«Y vení a jugar acá… ¿O vas a viajar todos los días tres horas de ida y tres de vuelta? Vas a terminar dejando el fútbol. Quedate acá que vamos a armar un buen equipo. Vamos a hacer lío», lo tentó Menotti.

El lío fue tal que todavía se habla del Huracán del ’73 como uno de los equipos más brillantes de la historia del fútbol nacional, con figuras como el propio Larrosa, Houseman, Brindisi, Babington, Avallay, Russo y Basile, entre otras.

Un hecho fortuito lo acercó a Menotti, que también lo metió de cabeza en el proceso que cambió el fútbol argentino para siempre y desembocó en la obtención de la Copa del Mundo. Hay un antes y un después de ese ciclo: «Menotti cambió el pensamiento del fútbol. Incorporó muchas cosas que el había visto en sus viajes a Europa. Alemania, la Holanda de Cruyff, Inglaterra, etc.», le reconoce a distancia.

A Larrosa en el Mundial 78 le tocó la camiseta 12. «Era por abecedario. Alonso era el 1 y Ardiles el 2. Yo ya era volante, ya era un 8 más. Al Mundial fui de suplente de Ardiles. El primer título para un país que jugó muchos mundiales y tuvo grandes jugadores en todas las épocas. Es un orgullo enorme para los que conseguimos ese logro, que sabemos lo que luchamos y lo que tuvimos que cambiar en lo físico, en los entrenamientos, en lo alimenticio, en lo táctico. Menotti incluyó los trabajos en espacios reducidos, cosa que hoy hacen todos los equipos. Pasaron más de 40 años. Nosotros ya lo hacíamos en ese tiempo».

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En Independiente Larrosa también coronó. Con Bochini, Bertoni, Trossero, Outes y compañía. Pero en la memoria queda esa mágica noche en Córdoba, donde empataron 2 a 2 con un talleres que era sensación pese a tener… ¡tres jugadores menos!

«Otro gran equipo, con grandes jugadores. Boccanelli hizo un gol con la mano y nos volvimos locos. Nos echaron a Trossero, Galván y a mí. Pero tuvimos la magia del Bocha (por Bochini), que de una pared previa de Biondi con Bertoni hace un golazo faltando 10 minutos. Con ese 2 a 2 salimos campeones por el gol doble de visitantes, ya que de locales había terminado 1 a 1, vuelven a brotar los recuerdos.

Siempre ligado a Boca, del que no se pierde partido alguno, Larrosa transita el otoño argentino disfrutando de sus nietos y lo mucho que logró.

«Le agradezco al fútbol, a la vida, a la pelota por las oportunidades. Yo puse lo mío», dice con humildad. A los 13 años se levantaba a las 5 de la mañana para llegar a las 6 a trabajo. Nadie le regaló nada Omar. Nadie.