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jueves, 28 marzo, 2024

Ricardo «el Cabezón» Herrera, un apasionado de la pelota

Cuando fue a arreglar los premios y la gente de los Verdes de Cuenca le preguntó cuáles eran sus pretensiones, él respondió: «Yo solo quiero jugar a la pelota».

«Después de los hijos, lo más lindo que me pudo haber pasado en la vida es jugar a la pelota con grandes jugadores y equipos extraordinarios». Ricardo «el Cabezón» Herrera la tiene clara: su amor por la pelota sigue intacto.

«Tuve la suerte de compartir vestuario con el ‘Toco’ Luna, Miguel Álvaro, Santos De Brasi, ese gran equipo de Atlético. Tengo muy buenos recuerdos del fútbol y de grandísimos equipos como Cosmopolita de los Sesino y los Iparraguirre, Pocho Rodríguez en Eclipse cuando armó ese equipo de juveniles, Ingeniero, Bunge, Larroudé, el Sportivo de Zambianchi y el ‘Manco’ Paz. Recuerdo partidos durísimos y canchas complicadas. La mayoría de mi carrera fui suplente porque había unos jugadores extraordinarios», señala «el Cabezón».

Buscando tener más rodaje Herrera pidió el pase y se fue a jugar a los Verdes de Cuenca.

«En Fútbol Club me llevaron a arreglar los premios. Yo en mi vida había arreglado los premios. Me preguntaron qué pretensiones tenía y les dije que yo quería jugar a la pelota, que me paguen lo que le iban a pagar a los otros chicos», rememora Herrera.

«Con la gente de Fútbol Club tengo una relación espectacular. En el bolso siempre me traía una docena de huevos, un pollo, dos litros de leche, cosas que te daba la gente. Yo no vivía del fútbol y no me interesaba la plata», agrega.

Luego de graduarse de la ENET fue a trabajar a Pergamino. «Jugué en Douglas (el equipo que participaba en la Liga Pergaminense) y también jugaba en todos los campeonatos de barrio. Mi señora se enojaba, éramos recién casados y yo todos los fines de semana me iba a jugar a la pelota. Era una pasión jugar al fútbol. Cuando dejé de jugar fue porque me di cuenta que los chicos eran muy ligeros. Me lastimé las rodillas por tratar de atrapar a uno de atrás. Ahí fue cuando dije ‘no puedo jugar más’ y me retiré. Tenía 31 o 32 años y ya tenía dos lesiones: se me había cortado el ligamento y se me había roto el menisco», recuerda.

«El fútbol me dejó muchos amigos. Eso es difícil de ver hoy en día. Éramos rivales solamente en la cancha», concluye «el Cabezón».