Si bien la fecha coincide con la celebración del Día de la Virgen, no tiene que ver directamente con la historia.
Se trata de una tradición que inicia la temporada de celebraciones de fin de año, que culmina con la llegada de los Reyes Magos, el 6 de enero del próximo año.
El 8 de diciembre se celebra el Día de la Inmaculada Concepción, más conocido como el Día de la Virgen. Se trata de la fiesta más grande y popular de todas las que se hacen en torno a la figura de María.
El significado del armado del colorido árbol varía según las distintas culturas. Los nórdicos solían adorar con un árbol todos los 8 de diciembre el nacimiento de Frey, dios del sol y la fertilidad.
Por otra parte, los celtas, para festejar el solsticio de invierno, adornaban un roble con antorchas y se reunían alrededor de éste con bailes y celebraciones para conmemorar el cambio de estación.
Hay otro relato relacionado al protestantismo y a su creador, Martín Lutero. Hacia el 1500, mientras el teólogo caminaba por un bosque, se asombró por cómo el brillo de las estrellas resplandecía en los árboles. El hecho es que que cortó una de las ramas y la llevó a su casa.
Más tarde, con la llegada del cristianismo, la celebración se ajustó al nacimiento de Cristo. El árbol original estaba confeccionado con hoja perenne, lo que representaba el amor de Dios y la vida eterna, en tanto que su forma simbolizó la Santísima Trinidad. Funcionó como una representación del amor de Dios y la vida eterna.
Bajo este escenario, muchos optan por decorar sus casas con árboles de diferentes tamaños y colores. Además utilizan bolas de colores, luces, estrellas, campanas, aguirnaldas, pesebres, entre otros objetos que hacen referencia a Papá Noel, los renos y la costumbre de los regalos.
Sobre el sentido «católico», las pequeñas pelotas de colores simbolizan las manzanas del paraíso que habitaron Adán y Eva antes de cometer el pecado original. Las luces representan velas, «la luz de Cristo», el vínculo de unión entres las familias y las personas.

La tradición del árbol de Navidad en Argentina
En nuestro país, la costumbre de armar el arbolito comenzó en 1807, cuando un irlandés decoró un pino en una plaza pública.
Al pino se le atribuyen muchos significados: el universo, la prosperidad, la vida, siembra y cosecha. En cuanto a los adornos de colores, originalmente eran manzanas que recuerdan el paraíso donde Adán y Eva cometieron el pecado original, según la Biblia.
A través del tiempo, la estética fue mutando y a las bolas se le sumaron guirnaldas, luces y para coronar, la estrella de Belén en la punta.
Las luces de que usamos hoy, fueron en su momento velas que simbolizaban la luz de Cristo, así como los lazos o moños, representan la unión de las familias y personas queridas.
Los regalos también tienen su razón de ser. Se estima que en Belén, la gente ponía en el árbol algún objeto preciado a modo de obtener buenas compensaciones para el año entrante. Por lo que pareciera, no todo se remite a Papa Noel.
El 8 de diciembre de 1854, en su bula Ineffabilis Deus, Pío IX proclamó que María (madre de Dios) fue preservada –por un privilegio único- del pecado original desde el primer instante de su existencia. De ahí el armado del árbol el 8 de diciembre, Día de la Virgen Inmaculada Concepción.
