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jueves, octubre 3, 2024

Alemania 1923 – Argentina, cien años después | Por Omar Emin*

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«Los demagogos seriales emplean las promesas del Estado benefactor y de la política inflacionaria para seducir a las masas y cuesta advertir a la gente de modo convincente acerca del precio que todos habrán de pagar al final» (Wilhelm Röpke)

«Inflación es tener que vivir pagando los precios del año próximo, con el salario del año pasado» (escuchado por ahí)

«Las causas de la inflación no son, como suele decirse «múltiples y complejas», sino simplemente el resultado de la excesiva impresión de dinero» (Henry Hazlitt)

Tras la finalización de la Primera Guerra Mundial, las potencias vencedoras como Francia y Gran Bretaña impusieron a la derrotada Alemania, el pago de reparaciones de guerra por la destrucción causada durante el conflicto, fijando esta condición en el Tratado de Versailles suscripto en 1919.

Pese a que las reparaciones eran por montos muy significativos, no abarcaban todos los ingresos del gobierno alemán. El primer pago de reparaciones en agosto de 1921, marcó el comienzo de una devaluación, luego exponencial. La emisión de papel moneda sin respaldo (era en oro en esos tiempos), había servido exitosamente al gobierno alemán como herramienta de defensa, al pagar las reparaciones a las potencias vencedoras con dinero devaluado, pero cuando el mercado financiero internacional se percató de la acelerada devaluación del marco a inicios de 1922, los vencedores exigieron el pago en recursos naturales como madera, carbón y trigo.

Durante 1922 prosiguieron los encuentros y reuniones entre los vencedores por una parte, que exigían el pago de las reparaciones y el gobierno alemán por la otra, que continuaba emitiendo dinero sin respaldo tratando de cancelar sus compromisos ya fueran estos de índole estatal que permitían el funcionamiento cotidiano del estado, así como las reparaciones de guerra; las partes no llegaron a ningún acuerdo, mientras que como consecuencia de la cantidad descontrolada de dinero circulante sin respaldo, los precios de los artículos de consumo aumentaban aceleradamente (en realidad el dinero valía cada vez menos). La población que dependía de un salario para vivir se vio en serias dificultades pues los precios de los alimentos y servicios básicos aumentaban su precio en el término de semanas, haciendo imposible el ahorro. Además la inflación causó la ruina de miles de ahorristas que habían invertido su dinero depositándolo en los bancos, por lo cual gran parte de la clase media alemana, sufrió serios deterioros en su nivel de vida.

Los férreos controles de precios y los racionamientos para el consumo establecidos por el gobierno, impidieron que los precios reflejaran plenamente el grave desequilibrio monetario ocasionado por el brusco incremento del gasto del Estado y la imposibilidad de financiarlo a través de impuestos y endeudamiento. Así se inició la inflación en Alemania, los cambios en los precios no se reflejaron plenamente al principio, comenzando a acumularse bajo la forma de una «inflación reprimida» y muchos productos no podían ser adquiridos en los mercados oficialmente reconocidos, debiendo acudir al mercado negro. La sucesión de controles, racionamiento y prohibiciones; que pretendían ser cada vez mas estrictos, dieron origen a un sistema económico que los alemanes llamaron «economía coercitiva» o «autoritaria».

Ya para fines de 1923, los índices de precios registraron aumentos mensuales de hasta 29525% en el mes de octubre (no es error de tipeo); los precios cambiaban hora a hora y los salarios, a pesar de las cláusulas de reajuste, perdían valor aceleradamente, los proveedores comunicaban a sus clientes los incrementos de precios mediante la difusión de un índice, número por el cual había que multiplicar los precios vigentes hasta ese momento, para obtener los nuevos precios de venta.

La impresión de billetes de mayor denominación acompañaba la acelerada emisión de moneda; a principios de septiembre de 1923 entraron en circulación los billetes de mil millones de marcos ($ 1.000.000.000), a mediados de mes los de cinco mil millones de marcos ($ 5.000.000.000) y a fines de ese mes los billetes de quinientos mil millones de marcos ($ 500.000.000.000), sobreimpresos en los billetes de cinco mil marcos. Finalmente, a principios de noviembre se emitieron los billetes de uno, diez y cien billones de marcos (igual a un uno con catorce ceros). Un hecho que refleja la premura con la cual eran emitidos, es que estaban impresos de un solo lado en papel blanco.

Cuando el gasto público, es decir, la transferencia de riqueza de la actividad privada hacia el poder político, supera los límites que la economía puede soportar, la inflación se convierte en hiperinflación. La hiperinflación es la manifestación final de la quiebra del Estado, la población huye de la moneda oficial y se genera un vertiginoso aumento de precios.

La experiencia alemana posterior a la Primera Guerra Mundial muestra claramente que cuando el gasto público desborda un cierto límite, ni la recaudación impositiva, ni el endeudamiento público son suficientes para financiarlo. Entonces, si el gobierno tiene el monopolio de la emisión de moneda recurre a ella como vía para obtener recursos.

En una primera etapa la inflación se combina con una lenta expansión económica. La segunda etapa presenta una elevada inflación conjuntamente con un marcado estancamiento económico. Finalmente se desata la hiperinflación, la paralización de la producción y el caos económico, político y social.

Desde el surgimiento de la inflación en Alemania, el gobierno aplicó sucesivas políticas para detenerla; sin embargo, estas fracasaron estrepitosamente porque partían de un diagnóstico equivocado. Fue necesario experimentar las catastróficas consecuencias de la hiperinflación para que los dirigentes políticos reconocieran finalmente las verdaderas causas del problema.

Como podemos comprobar, cien años después, si cambiamos algunas palabras (no muchas) esta es la situación de nuestro país y lo que no ha ocurrido todavía es por que falta tiempo por transcurrir, puesto que no se vislumbra un plan o una batería de medidas tendientes a implementar soluciones a los problemas económicos que nos aquejan. Solo podemos decir que no hemos impreso billetes de mayor denominación, como los alemanes hace 100 años, en parte para no reconocer desde el Estado la situación y por otro lado porque hay quienes piensan (?) que una gran cantidad de billetes, aunque sean de baja denominación, generan una sensación de (falsa) riqueza.

*Omar Emin es Licenciado en Administración y Contador Público. Colabora con Actualidad en temas fiscales, laborales y económicos. También suele compartir sus opiniones y semblanzas sobre deportes, educación, historia, política y viajes, entre otros temas de interés.

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