La Rosa de los Vientos es una serie de videos realizados por el Centro de Historia Regional de la Biblioteca Pública Municipal y Popular, que rescata el origen del nombre de barrios de General Villegas.
Así, se suman testimonios de vecinos e información extraída de documentos de archivos, como periódicos, censos, fotografías. Barrio Ferias -Ferias con s, es el nombre correcto, después en lo cotidiano, decimos Feria- es el cuarto de la serie, luego de los barrios Villa Ciclón, Villa Gómez y La Sillera.
Como el tiempo de los videos presentados son acotados, queda información guardada, que es necesario compartirla.
Los videos se encuentran en el canal de YouTube de la biblioteca, La Rosa de los Vientos , tu barrio en un documental.
La idea surgió en tiempos de pandemia, y el primer video se presentó sólo por redes, el 30 de junio de 2021.
Es importante rescatar la memoria oral, ordenarla y ponerla a disposición de la comunidad. por eso, en esta nota, la Rosa de los Vientos nos orienta a un nuevo barrio: El Barrio Ferias. Y para ir entrando en tema qué mejor que recrear “Cuna de reseros”, publicado originalmente por Actualidad el 31 de octubre de 1998, donde Pocho Mendoza cuenta acerca del querido Barrio Ferias.
Cuna de reseros
Una de las definiciones del diccionario sobre la palabra “Feria”, es lugar donde se vende ganado.
En la década del 20, no puedo precisar la fecha exacta, un señor que se llamaba Luis Colomer hizo las instalaciones para remates y ferias de vacunos.
Colomer dejó esa actividad para hacerse cargo de la agencia “Ford”, y la feria pasó a ser de “Bravo y Castro”.
Ese es el motivo del por qué del nombre de este viejo barrio de nuestra ciudad.
Está ubicado al noroeste de la planta urbana, y está delimitado, al norte, por Alvear desde Destouches hasta Chassaing, al sur, hasta Francisco Baigüera, y del sureste al noroeste por Lavalle hasta Alvear.
Pero este barrio también en su momento pretendió extenderse a la sección quintas, vecinas al barrio, para eso se afincaron muchos reseros que tenían necesidad de más espacio para la atención de sus caballos el caso de Pascual Andraiz, Agustín Galván, Beto Contreras y Manuel Irigaray. Cuando se nombra al barrio Feria, ninguna persona que peine alguna cana dejará de asociar al barrio con el gaucho Máximo Isla. Yo diría que Don Máximo fue sinónimo del barrio, un para otro y viceversa, ya que su función de capataz de la feria comenzó a mediados de la década del 30, y se prolongó por más de 40 años.
Este lugar estuvo habitado por una considerable cantidad de reseros como : Don Manuel “Pubino” Sosa, un oriental que también tuvo un boliche donde hoy vive otro gaucho que también fue resero, Don Epifanio Andreani, Don Jorge Anchával, y sus hijos “Babin” y Aníbal [aclaración Babín y Aníbal eran hermanos de Jorge Anchával. Los hijos eran Elena, Walter, Silvia y Jorge], Florentino “Chapa” Miranda, Juan Pérez, Cándido Santo, Alberto “Negro Viejo” Miranda, Jacinto Escobar, Jesús Irigaray, Juan Camaño, “Morocho” Quevedo, Ramón “Oriental” Alvarado, Eufemio Galván, Angel Nuñez, Cecilio “Chilo” Ortiz, Carlos Ortiz, Pedro Suárez, Hugo Andreani, Carlos Pérez, Miguel Díaz, Clemente “Bataraz”Díaz, Carlos Díaz, Juan Videla, Fructuoso Andrada, Ramón “Rubio” Arena, y tal vez algún otro que no lo encuentra la memoria.
La vida de estos hombres estuvo colmada de sacrificios muy cercanos a la aventura, ellos sabían el día que tenían que partir con una tropa, pero el regreso era incierto, había que ver el estado de la hacienda, la calle donde encerrar para hacer noche, donde dar agua, y gran cantidad de problemas que sólo una persona muy capacitada y conocedora de los caminos podía llegar a destino con una tropa entera.
Por suerte todos los reseros eran expertos y con amplios conocimientos de una extensa zona y estaba facultados para enseñar a alguien con menos experiencia o nuevo en la zona.
Los troperos tenían que encerrar a la hacienda, en caminos solitarios o poco transitados y tenían que cuidar toda la noche uno o dos en cada punta, a esto le llamaban hacer “ronda”, pero si el tiempo se ponía de lluvia todos tenían que ensillar, montar y aguantar el mal tiempo sobre el caballo, a veces podía ser una noche, pero otras el temporal podía durar varios días, la verdad , no era para envidiarlos, porque también estaba plagado de peligros, como la vez que varios troperos dormían, y un trueno espantó a la hacienda y en la estampida atropellaron a la gente que dormía, quedando seriamente lesionado el amigo Miguelito Bas.
Este trabajo les permitía, en las largas noches de ronda, cuando la hacienda estaba tranquila, componer versos y poemas y después con la guitarra le daban forma a una milonga.
Por lo que sentían una verdadera devoción todos los troperos, era por su caballo, primero estaba la atención del caballo y si quedaba algo era para él.
Nunca olvidaré, que una noche muy fría durmiendo en la habitación de una estancia con el “Bataraz” Díaz, se levantó a la madrugada porque llovía, sacó de su cama un poncho de dos que tenía para tapar a su caballo y así aliviarle el frío.
Pero volviendo al barrio, eran numerosas las familias que lo habitaban: el señor Aguilar (taxista), Toribio Camino (abuelo de Eduardo Madero), el sargento Isabelino Pinto, Carmelo Domínguez (el Chiriguato, que en época que el cine era de la empresa Antonio Zurro, fue el operador que pasaba las películas), Clementina Lucero y su hijo el Ñato, la familia Piccini, el “Morocho” Azpitia, Sara Puente y su hijo Ramón, el policía, la familia Corpus (suegro de Máximo Isla y padre de Martín, el cartero), un gaucho que era soguero, “Tábano” Molina (padre de Macho), “Cholo” Muñiz, la familia Bauta (padres de Pablo), la familia Banega (padres de Felipe, el señor de la cooperadora policial), Samuel Quevedo (padre de Arturo, el carpintero), el sargento Salega, la familia Fernández. También era de este barrio un hombre sin oficio conocido, muy haragán y muy pícaro para el naipe y si le daban algún crédito, lo llenaba de mentiras al fiador y al crédito no lo pagaba. Le decían “El Andaluz” Linares. La familia Steech, Chaparro, Aguirre, Tomás Boxall, Manuel Simo (abuelo de Argentino Aguirre), Luciana Monje, Dionisio Suita, Genaro Villagra, “Tito” Carol, Luis “Bicho Moro” Almeyra, Nicanor Torres, y tal vez muchos más que la memoria ya no registra.
A este barrio lo visitaban diariamente dos auténticos personajes del pueblo, Goyo Cabanillas, que le hacía los mandados a varias amas de casa a la vez, y el “Toro Mocho” Caivano, que se dedicaba al cirujeo, pero tenía un serio problema con todos, basta que alguien simulara como mugía un toro, para que se enfureciera de una forma que no se puede describir.
Si bien los reseros de ese viejo barrio ya no existen por diversos motivos, la mayoría se fue con un arreo a la eternidad, otros con el avance del progreso tuvieron que cambiar de trabajo o quedar pasivos, pero ningún componente del barrio se queda quieto. Todos están abocados a verlo más lindo y hay una comisión de vecinos que organiza fiestas gauchas , domas y bailantas. Así es como reunieron fondos e invirtieron en obras para el progreso del barrio. Ya tienen la iluminación y sueñan con tener las calles pavimentadas o por lo menos con el cordón cuneta, así con la nivelación adecuada que permitiera que es escurrimiento de agua más rápido cuando llueve, poder decir que el sueño es una realidad.