«GPS, villeguenses por el mundo» vuelve al ruedo y asciende para recorrer el corazón de la primera villeguense protagonista del 2024.
En este caso, la historia pertenece a Magdalena Albín, una aventurera por naturaleza que incursionó en un desafío inhabitual que la hace feliz día a día. Con objetivos claros, hace tres meses que partió tras su sueño extranjero.
La villeguense, de 48 años, se encuentra radicada (por muy poco tiempo) en San Francisco, Estados Unidos. Acompañanos en este fantástico y loco relato, en carne propia.
Primeros pasos
Magdalena cursó sus estudios primarios y secundarios en el Instituto María Inmaculada (IMI). Fue egresada del colegio en 1993.
Luego tomó la decisión de viajar a Buenos Aires, aunque le costó porque se considera muy «pueblerina», amante del campo y los animales. Allí trabajó como moza y guardaparque (estudió la carrera), donde tuvo la gran oportunidad de trabajar en las Cataratas del Iguazú.
No obstante, su deseo era ser veterinaria. Aunque pudo más la sensación de no quedarse con los brazos cruzados ante la basura en las calles y la contaminación. «Tengo el recuerdo de charlar, cuando era joven, con los guardaparques acerca de esta cuestión; y de ahí me gustó», dijo.
Pero a los 24 años se casó con Federico Mocorrea y regresó a General Villegas, donde estuvo hasta el 2016, cuando el hijo de su esposo, Santiago, tomó las riendas comerciales del campo en donde trabajaban.
Entonces se mudó a Villa La Angostura, una ciudad turística en el lago Nahuel Huapi de la Patagonia argentina, más específicamente de Neuquén. Lugar conocido por sus edificios de madera de estilo alpino, montañas andinas, lagos y bosques. Allí estuvo hasta el 2021, año en que volvió a Buenos Aires para emigrar.
La adquisición de «una vida nómade»
Magdalena comentó que luego de retornar a la Capital de nuestro país por temas personales, comenzó a sentir un deseo profundo de ser viajera. En 2022 conoció a Sebastián, quien fuera una persona muy especial en momentos complejos y tenía la misma ilusión de explorar el planeta.
Hace exactamente tres meses, Magdalena partió rumbo a Islas Baleares, una zona archipiélaga de España, para cumplir su sueño extranjero. El 5 de octubre del 2023 será una fecha que nunca olvidará. Luego hizo una pequeña prueba por Barcelona.
Una impronta marinera
La particularidad fue que el viaje se realizó en un velero, un barco en el cual la acción del viento sobre su aparejo constituye su forma principal de propulsión. «Me fui re cruda, no estaba preparada ni lo estoy todavía», dijo la villeguense sobre esta excursión que hizo. A su vez, aclaró que en la tripulación eran tres y cada uno cumplía una función designada.
«No fue una fecha cualquiera, la elegimos porque es un buen momento para cruzar el Óceano Atlántico. Los vientos te llevan», explicó Magdalena.
Posteriormente pasó por el estrecho de Gibraltar, un sitio que le quedó accesible. A partir de allí viajó por distintos lugares archipiélagos como las Islas Canarias y Cabo Verde, que le permitieron tomar los trayectos que conducen al Caribe.
La primera isla que encontraron en el camino fue Antigua y Barbuda, un país independiente de la Mancomunidad de Naciones que incluye estas dos islas y otras islas pequeñas.
Actualmente se encuentra en Estados Unidos, donde ha recorrido San Francisco (su ciudad actual) en «motorhome», un vehículo recreativo autopropulsado y bastante grande, que puede verse como pequeños apartamentos o casas pequeñas.
Pero la excursión sigue y en las próximas semanas seguirá recorriendo varios sitios turísticos del Caribe, entre ellos Panamá, un país ubicado en el istmo que une América Central y América del Sur.
Está caracterizado por ser el más avanzado de América Central, mejor conocido por su Canal Interoceánico, por su Área Bancaria y por su Zona Libre.
Proceso de adaptación
Magdalena confesó que nunca se imaginó vivir una aventura de tal dimensión, aunque tampoco quiere ser consciente de lo que significa este desafío.
Respecto a la vida en el velero explicó que, al hacer guardia, los horarios dejan de ser en base al reloj. La hora se basa en el sol, sin importar el momento del día. «La noción del tiempo como la conocemos, se pierde», sostuvo la villeguense.
Y manifestó que nunca flaqueó ni se arrepintió de haber tomado la decisión de viajar. Tanto, que le «da miedo» volver a la realidad, a una vida más social.
Mientras tanto, la familia y los amigos de Magdalena están contentos. «Conocen de mi felicidad, entonces les transmito esta alegría a ellos», subrayó.
Por otra parte, dijo con orgullo que ella responde ser villeguense ante la consulta de su lugar de origen. «Tengo muchas amigas y familiares, uno siempre extraña. Pero gracias a Dios estoy muy feliz y bien, agradecida con la vida y las segundas oportunidades para todos», añadió.
Planes para el futuro
Esta travesía, si todo sale bien, terminará en Navidad del próximo año. Pero para eso, la planificación deberá estar bien organizada y depende mucho del armado del velero ante el viento.
Es que la idea es estar en Nueva Zelanda en octubre del año que viene y ahí definir cómo sigue el viaje, aunque el objetivo está claro y es llegar a destino en Uruguay.
Una vez terminada esta gran aventura, el fin es regresar al menos por un tiempo a General Villegas. «Mi pueblo siempre está», expresó.
Esta fue la historia de Magdalena, una mujer intrépida y aventurera, de esas que van por sus sueños hasta conseguirlos. De perfil bajo y con mucha humildad, la villeguense sigue dando que hablar en su corta travesía por el exterior. Tres meses que parecen una vida, una vida que parecen tres meses. No existe el tiempo para Magdalena, solo existe el presente y hay que disfrutarlo, como nos enseñó ella.