22 C
General Villegas
viernes, enero 24, 2025
InicioSociedadAlejandra Urcola, la villeguense que cumple su sueño en suelo charrúa

Alejandra Urcola, la villeguense que cumple su sueño en suelo charrúa

GPS trasciende fronteras, barreras, montañas y océanos. A través de una comunicación a corazón abierto, los protagonistas se vuelven a sentir en casa.

Pueden transcurrir meses, años o incluso décadas lejos de sus hogares. Sin embargo, todos comparten un mismo lugar de origen: el noroeste de la provincia de Buenos Aires. Fue en ese lugar donde se inició la historia de cada uno de los noventa personajes que forman parte de esta aventura.

En esta ocasión, Alejandra Urcola es la encargada de contarnos su trayectoria en el exterior. Nacida en julio de 1981, con 43 años, volvemos a Sudamérica. Desde las vecinas tierras charrúas, mantiene una charla emotiva e imperdible con Esteban Mutuberría. Allá físicamente. Acá emocionalmente.

Primeros pasos

Alejandra egresó en el Colegio Nacional a sus 18 años, en 1999. Entre algunas compañeras de aquella promoción, mencionó a Paula Luna, Celeste Riopedre, Noelia Galfré, Marta Rojas, Fabiana Mendizábal y Francisco Fenocchio.

«Compartí un recorrido importante con mis compañeros de la Secundaria. Hoy en día, seguimos siendo amigos. De hecho, algunas son madrinas de mis hijos. No pude estar en las Bodas de Plata, me quedé con las ganas por compromisos de mi hija. Hay muchas cosas donde uno que, por la vida que eligió, no puede estar. Igual, por momentos parece que estoy ahí. Siento que no me fui», explicó.

Una vez culminada la etapa secundaria, emprendió viaje rumbo a Buenos Aires para empezar la carrera de Ciencias de la Comunicación, junto a una amiga villeguense. La Universidad de Buenos Aires (UBA) fue el destino elegido. «Mi madre me acompañó en los primeros días, para el ciclo básico. No la pude terminar, me quedaron muy pocas materias. Es una tarea pendiente para el futuro», dijo.

Un golpe sobre la mesa

Luego, Alejandra se mudó a la casa de su hermano, que es Técnico en Producción Agropecuaria en General Villegas. En este lapso, conoció a Federico, el padre de sus hijos, en Buenos Aires.

«Él fue a estudiar mecánica y nos conocimos. Tuvimos una historia de amor muy linda, de muchos años. Cuando él termina de estudiar, viaja a Uruguay. Yo lo acompañé un fin de semana. Pero luego nos terminamos quedando», contó. Este viaje fue en agosto de 2011. «Nos quedamos con lo que construimos. Los hijos te dan muchas fuerzas», agregó la madre de Jazmín y Jeremías.

La recepción de su familia, en un principio, fue de preocupación e incertidumbre sobre su futuro. Sin embargo, una vez que conocieron Uruguay, el panorama cambió y abundó la tranquilidad. «Se pusieron contentos por mí. Para muchos, es un país que queda a la vuelta de la esquina. Pero ellos, como padres, no lo veían así al comienzo», dijo.

Argentina y Uruguay, separados al nacer

Según la perspectiva de Alejandra el uruguayo, a diferencia del argentino, se conforma con lo que tiene. «Acá no hay gas natural. Calefaccionarse es muy caro. Tener casa propia es difícil. Pero acá se conforman con lo que poseen. El argentino, quizás, es menos conformista y siempre busca algo más. Nunca está satisfecho», declaró.

En relación al histórico debate sobre si el mate es argentino o uruguayo, explicó: «Siempre los peleo con que el mate, las tortas fritas y el dulce de leche, son nuestros. Para el argentino, el mate es un ritual. Veo que tomamos mucho más que ellos. En Uruguay, son más individualistas, mientras que el argentino se caracteriza por compartir».

En este sentido, contó que los uruguayos creen que en Argentina se vive bien, sobre todo desde lo económico y climatológico. «Hay diferencias entre Uruguay y Argentina en cuanto al precio. En suelo uruguayo es mucho más caro vivir. Hay noticias que no quiero leer de Argentina. Trato de evitarlas», manifestó.

Actualmente, Alejandra es coordinadora de actividades en una escuela de zona rural y docente de Lenguas y Comunicación en un colegio técnico. «Hemos sacado la cuenta con conocidos docentes en Argentina. En un momento, estuvimos igualados desde lo económico. Pero como dije, vivir en Uruguay es mucho más caro. El docente argentino gana más, pero los aumentos son mayores», opinó.

Proceso de adaptación

En cuanto a la adaptación, el afecto de los seres queridos fue la parte que más extrañó en un principio. «Hice lindos vínculos en Uruguay. Tengo muchas amistades. Eso ayuda mucho para el tema de los contactos y la relación. Al principio, los notaba fríos. Pero cuando empecé a conocerlos, cambió. Cuando me preguntan de dónde soy, digo de Argentina. Ellos lo asocian a ser porteño, pero enseguida aclaro y les cuento de General Villegas», explicó.

Fuera de los afectos, Alejandra reveló que echa de menos aquellos sábados donde salía a bailar en General Villegas, esperando el llamado de su padre para almorzar, como cada domingo, en familia. «Que linda juventud tuvimos. Fue una época dorada. Cuando uno se encuentra con personas determinadas, me pone contenta saber que están bien. Son muchos años», manifestó.

La protagonista confesó que, al comienzo, se preguntaba de forma reiterada sobre la decisión que había tomado: «No es fácil. Perder a mi padre a la distancia fue muy complejo, marcó un antes y un después. Me tocó perderme muchas cosas, más allá de que voy entre tres y cuatro veces al año a General Villegas. Suelo preguntarme si venir a Uruguay estuvo bien. Pero uno tiene que vivenciarlo con lo que eligió».

«Minas es la ciudad más poblada, en la Zona Sur. Es muy linda, donde tenemos un río y un cerro cerca. Tenemos un clima tropical. Tiene mucho verde y vegetación. Salimos a caminar y la pasamos bien. Es la ciudad con menor natalidad, eso se nota en la educación. Es antigua. Tiene 38 mil habitantes. La diferencia con General Villegas es mínima», expresó acerca del lugar donde radica.

Planes para el futuro

En vistas a lo que se viene para su vida, Alejandra manifestó: «No digo radicarme del todo en Uruguay. Hoy llevo el día a día. Puedo asegurar que voy a volver a General Villegas, aunque sea de visita. La experiencia me ha llevado a no planificar a largo plazo. En estos momentos, lo vivo así. Todo puede suceder de acá en adelante. Todo deja enseñanzas, que el pasado sea solo memorioso».

«El 50 por ciento de mi corazón está en General Villegas. La otra parte, en Minas. Pasa que esta ciudad nos albergó y le brindó amor a mis hijos, el mismo cariño que recibirían en Argentina. Los lazos generados, son importantes. Estos mensajes son los que fortalecen. Mis seres queridos dan fuerza. Uno tiene que buscar fortalezas y alcanzar la felicidad», agregó.

Conclusión

Alejandra Urcola ha encontrado en Uruguay un nuevo hogar, pero su corazón sigue anclado en la tierra que la vio nacer. Desde hace varios años, ha construido su vida en el país vecino, pero su esencia villeguense permanece intacta. La distancia no ha logrado borrar los recuerdos ni el cariño que siente por su pueblo; al contrario, esos lazos se han fortalecido con el tiempo.

Urcola comparte que salir de su zona de confort fue un desafío monumental, especialmente para alguien con un fuerte sentido de familia y amistad. La decisión de mudarse a otro país no fue sencilla, pero estaba impulsada por un sueño: buscar nuevas oportunidades y un futuro mejor. Esta búsqueda la llevó a dejar atrás su entorno familiar y afectuoso, un sacrificio que muchas personas pueden encontrar difícil de entender.

La historia de Alejandra es un testimonio del amor por las raíces y la valentía de perseguir los sueños. A través de su vida en Uruguay, demuestra que, aunque se pueda estar lejos físicamente, el vínculo con la tierra natal nunca se desvanece. Ella es un ejemplo de que, a veces, para alcanzar nuestras metas, es necesario resignar ciertas comodidades, pero también es una invitación a valorar y llevar siempre en el corazón nuestras raíces.