Diez años después de haber dejado General Villegas, Deysi Salega sigue siendo aquella joven de mirada firme que un día se animó a cruzar las fronteras en busca de una vida mejor. Su historia, contada en el programa GPS Villeguenses por el Mundo, es un testimonio de coraje, sacrificio y esperanza. Desde Wittenberg, un pequeño pueblo de Wisconsin, Estados Unidos, donde hoy vive con sus tres hijos, Deysi habló del largo camino recorrido desde que partió de Argentina y de cómo logró convertir cada obstáculo en una oportunidad.
Nacida y criada en el barrio FONAVI, Deysi fue parte activa de la vida deportiva de Villegas. Practicó atletismo, participó en maratones y supo destacarse por su constancia. “Siempre me gustó correr, era una forma de liberar la mente”, recuerda. Pero su vida tomó otro rumbo en 2016, cuando decidió emigrar. Partió con su hijo mayor rumbo a México, donde la esperaba su pareja. Tiempo después, dio un nuevo salto: Estados Unidos.
“Me fui en busca del sueño americano”, contó. “Era muy difícil dejar todo, pero tenía un objetivo claro: poder traer a mis hijos conmigo y darles una vida mejor. Hoy puedo decir que lo logré”.
Una década de cambios y madurez
Deysi partió siendo una joven de poco más de veinte años. Hoy, a los 31, se define como una mujer hecha y derecha, más fuerte y madura. “Siento que cambié mucho. Pasé por cosas duras, pero nunca perdí la fortaleza. Siempre tuve claro que quería cumplir mis sueños, aunque tuviera que pasar por lo que fuera necesario”, relató.
Sus primeros años fuera del país no fueron fáciles. En México trabajó sin descanso, mientras sus hijos permanecían lejos. “Fue muy duro. Estuve casi tres años sin ellos. Lloré mucho, pero nunca perdí la fe. Cuando finalmente logré traerlos, sentí que el sacrificio había valido la pena”, contó emocionada.
Hoy, los tres —de 11, 8 y 6 años— viven con ella en Wisconsin. “Ahora sí me siento realizada. Mis hijos están acá, estudian, hablan inglés, se adaptaron a otra cultura. Eso es lo más importante. El sueño americano cambió de forma, pero lo alcancé.”
Dos trabajos, muchas horas y una rutina que no da tregua
La vida de Deysi en Estados Unidos no es sencilla. Se levanta cada día a las cuatro de la mañana y reparte su tiempo entre dos trabajos: uno en una fábrica de toallitas húmedas y otro en un rancho. “A veces llego a trabajar cuarenta o cuarenta y cinco horas seguidas sin dormir. No lo digo como queja, sino con orgullo, porque sé que todo ese esfuerzo es por mis hijos”, expresó.
Su jornada laboral termina recién por la noche, cuando aún la espera la casa, la cena, la ropa por lavar y las tareas de los chicos. “Digo que tengo tres trabajos: los dos fuera de casa y el de ser mamá. Hay días que me canso tanto que lloro, pero después pienso que todo esto vale la pena.”
A pesar del cansancio, Deysi no pierde la sonrisa ni las ganas de salir adelante. “Soy feliz porque sé que estoy haciendo las cosas bien. Me sacrifico todos los días, pero también disfruto ver a mis hijos crecer, estudiar y tener oportunidades que en Argentina o en México tal vez no hubieran tenido”.
Una vida en un pueblo tranquilo de Wisconsin
Wittenberg, el pueblo donde vive, es pequeño y apacible, con apenas unas pocas tiendas, una escuela y algunos locales de comida rápida. “Es como Piedritas, tranquilo, sin mucho movimiento, pero seguro. Acá los niños pueden caminar solos, cruzar la calle y todos los autos se detienen. Eso me sorprendió mucho de este país: el respeto por los chicos y por las normas”, explicó.
Deysi y su familia viven en un departamento amplio. Allí, entre rutinas laborales y el bullicio infantil, también hay espacio para la nostalgia. “A veces hacemos carne asada para sentirnos más cerca de Argentina. Mi casa tiene la bandera argentina grande, bien visible. La mexicana también está, pero más chiquita”, contó entre risas.
El reencuentro más esperado
El momento más emotivo de su historia llegó cuando logró reunir a sus tres hijos en Estados Unidos. “Fue lo más importante que hice en mi vida”, recordó. “Viajé a México para buscarlos, sin que ellos supieran que iba. Cuando los vi, fue como volver a nacer. Cruzar la frontera con ellos fue una mezcla de miedo, emoción y alivio. No podía creerlo. En ese momento sentí que todo lo que había pasado había valido la pena.”
Deysi no olvida a quienes la acompañaron en ese proceso. “Mi pareja fue fundamental. Me apoyó en todo. Sin él no habría podido lograrlo. Ama a mis hijos como si fueran suyos.”
La nostalgia y los sueños pendientes
Aunque se siente feliz y estable en su nueva vida, Deysi no olvida sus raíces. “Extraño a mi familia, a mi papá, a mi hermano, a mi gente. Me encantaría poder reunirnos todos, sentarnos en una mesa y compartir un asado. También sueño con que mi papá venga a visitarme y conozca mi vida acá.”
La nostalgia aparece, sobre todo, al mirar fotos de Villegas. “Veo la plaza, el parque, todo cambiado, y me cuesta creer que ya pasaron diez años. Si pudiera volver, lo primero que haría sería ir a mi barrio, al FONAVI, a la casa de mi abuela.”
La atleta que no se rinde
Aunque el tiempo y las responsabilidades le impiden entrenar, Deysi no renuncia a su pasión por el atletismo. “Llevo el atletismo en la sangre. No corro ahora porque no me da el tiempo, pero sé que cuando vuelva a hacerlo será para no parar más. Todavía tengo objetivos por cumplir. Me gustaría representar a mi país nuevamente.”
Su hijo del medio, cuenta, heredó esa pasión. “Ganó una carrera en la escuela y me hizo acordar a mí, cuando corría en la pista del parque. Lo vi llegar y me vi llegando yo. Fue emocionante.”
Una mujer orgullosa de su camino
Después de todo lo vivido, Deysi se siente orgullosa de sí misma. “Pasé por muchas cosas que pocos saben, pero llegué hasta acá. Me considero una mujer fuerte, valiente e inteligente. Me miro y digo: ‘qué mujerón soy’. No lo digo con soberbia, sino con gratitud. Me siento feliz por todo lo que logré y por el ejemplo que le dejo a mis hijos.”
Su mensaje final es claro: “A los que están pensando en emigrar les diría que no es fácil, pero que tampoco es imposible. Hay que tener paciencia, fe y ganas. Este país me dio oportunidades que en otros lugares no hubiera tenido, pero también me enseñó a valorar las cosas simples: un abrazo, una llamada, un mate. Eso es lo que más se extraña”.
Una historia de coraje y amor sin fronteras
La historia de Deysi Salega resume el espíritu de tantos villeguenses que, lejos de su tierra, siguen llevando en el corazón la bandera argentina. Su relato no es solo el de una mujer que emigró: es el de una madre que luchó por reunir a su familia, el de una trabajadora incansable y el de una atleta que, aun en pausa, nunca dejó de correr detrás de sus sueños.
“Siempre voy a ser argentina”, aseguró. “Acá todos me conocen como la argentina, y me encanta que sea así. Porque no importa cuán lejos esté, mi corazón siempre va a estar en General Villegas.”