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miércoles, febrero 5, 2025
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¿Y si te cuento los motivos… de Romina Domínguez Carvalho? | Por Florencia Bron*

Romina Domínguez Carvalho fue funcionaria pública, candidata a intendente y actualmente se desempeña como concejal del bloque Juntos. Pero ¿quién es Romina?, esta joven de 39 años que un día llegó desde la provincia de La Pampa para radicarse en General Villegas.

Hablanos de tus orígenes…

Soy hija de Jorge y Laura. Nací en Intendente Alvear, La Pampa, un pueblito que hoy debe tener unos 10 mil habitantes. Tengo dos hermanos, Juan Cruz y Jorgelina; y toda la familia cercana, que no es muy grande y siempre fuimos muy compañeros todos. Y durante mi crianza estuvieron muy presentes mis abuelos. Todos en el mismo pueblo y muy cercanos, así que tengo unos orígenes hermosos, muy de familia.

Con una vida de pueblo.

Sí… Recuerdo que cuando éramos chicos, en una época sin celular, salíamos con mis amigas en bicicleta a las dos de la tarde y volvíamos a las nueve de la noche; y nadie se preocupaba. La plaza de Alvear es una de las pocas, al menos de la provincia de La Pampa, que tiene subidas y bajadas, entonces jugábamos a tirarnos. Esa era la gracia del día, además de trepar árboles. Jugábamos al ring raje a la hora de la siesta. Creo que como papá no nos dejaba hacer ruido adentro, salíamos a hacer ruido afuera, porque la siesta era sagrada. Mamá siempre trabajó dando clases; y papá desde hace muchos años tiene una panificadora con venta al público (antes tenía supermercado con panificadora y después se dividió la sociedad). Históricamente él se levantó a las 5 de la mañana, hasta hoy que tiene 65 años.

¿Qué soñabas de niña?

A mí siempre me gustaron mucho dos cosas: la historia, que me sigue apasionando, así que quería ser arqueóloga. Decía que quería conocer las pirámides de Egipto, que es algo pendiente todavía. Y por otro lado soñé bastante con algo que tiene que ver con lo que terminé haciendo, todo lo relacionado con la diplomacia y las relaciones internacionales. Siempre me gustó muchísimo dialogar. Cuando éramos chicos en el colegio hacíamos el modelo de Naciones Unidas y yo estaba fascinada con ese rol. Todo, a su vez, muy relacionado con la historia. Pero en el medio, al mismo tiempo, vengo de una familia muy relacionada con la docencia. Mi abuelo era docente y para mí fue un eje muy importante en mi vida, de esos maestros de alma que no vi en los últimos veinte años. El vivía enfrente de la escuela -donde hoy sigue viviendo mi abuela- y nosotros almorzábamos ahí, por lo general, porque mis padres trabajaban de corrido. Yo entraba al aula con él. Mamá docente, mi tía también. Creo que en ese entorno adquirí un amor por la educación y fui por esa línea, pero de niña pensaba en la historia y la política aunque, si se quiere, más relacionada con lo internacional.

¿Qué carrera seguiste?

Licenciatura en Ciencias de la Educación. Una carrera muy amplia, que toma todas las teorías educativas a lo largo de los años y también con mucha base en la historia de la educación argentina, general, la didáctica, cómo se enseña y cómo se aprende. Cómo es el vínculo docente-alumno, qué rol juega el contexto. Una carrera sumamente interesante que ayuda mucho a la parte de asesoramiento pedagógico, de manejo áulico, o de instituciones educativas. Es difícil encerrarla en algo. Cuando uno va al campo de lo práctico puede dar filosofía, introducción a la psicología, se puede trabajar en equipos pedagógicos o estar a cargo de la dirección de una escuela, por ejemplo. Esa sería la salida laboral más inmediata. También se puede trabajar en lo privado. Tuvimos un rol muy importante en la época de la pandemia. Y después la investigación de escritura académica, que no es lo que a mí más me gusta.

¿Qué le diría Romina adulta a aquella niña?

Sin dudas, que siguiera un poco más lo que su corazón le dictaba. A veces, cuando uno crece, elige por comodidad, por miedo, por lo que ve en el contexto cotidiano, chiquito; y no se anima a ir más allá. Hoy, con algunos años transcurridos, soy mucho más atrevida que esa Romina. Pero a la niña le hubiera dicho, sin ninguna duda: animate a soñar en grande y sostenelo. Me parece que en el camino de la primera adolescencia algunas cosas me atemorizaron y tomé ciertas decisiones de las que no me arrepiento, pero que pensando hoy lo hubiera hecho diferente. Esas son cosas que nos dan los años. Con el diario del lunes, es más fácil.

¿Una materia pendiente?

La diplomacia. Amo la lectura diaria internacional, entender por qué estamos donde estamos, qué pasa en el mundo.

¿Cómo desconectás de la rutina?

Me cuesta mucho desconectar de la rutina, porque no sólo soy concejal sino que también trabajo de manera privada; y eso hace que me sea muy difícil. Trato de hacer deportes. Lo que se te ocurra. Caminar, andar en bicicleta, retomando gimnasio también. Estar con amigos, gente que quiero. Mi hijo por supuesto, un capítulo aparte. A veces quiero silencio, desde un sillón con música de fondo; y nada que me lleve a pensar.

Contanos de tu hijo, ese capítulo aparte.

Mi hijo llegó para cambiar completamente mi vida. Yo quedé embarazada cuando tenía 24 años. No era tan pequeña, pero tampoco tan grande. Estaba en un momento muy particular de mi vida, enojada con el mundo, con cosas que no vienen al caso. Creo que Dios, o lo que cada uno quiera elegir para creer, pone estas cuestiones en el momento indicado. Hay una canción que amo -que no viene al caso- que te invita a volver a casa. Indalecio («hombre fuerte») fue eso, generó ese puente de vuelta a casa, con mamá y papá. Yo ya era grande, ya trabajaba, estaba estudiando una segunda carrera, pero había que volver. Inda fue eso, había que reordenar y tomar decisiones. Lo hablé con mamá y había que decírselo a papá, que me dijo: «acá estamos para lo que necesites». Y no se volvió a hablar del tema. La vida siguió con total naturalidad y con felicidad. Inda fue un poco el hijo de todos, porque yo trabajaba mucho. Y eso es hoy, dócil, flexible, adaptable. Y también nos fuimos criando un poco juntos. Hasta acá llegamos y estamos en los 14 años, la etapa más linda. Es sumamente independiente, resuelve solo, también por la vida que nos ha tocado llevar. Le va muy bien en el colegio, no se lleva materias, no tiene conflictos, tiene amigos… Tengo un hijo maravilloso.

Un abrazo con «Inda» que lo dice todo. «Tengo un hijo maravilloso», resumió Romina.

Un domingo de otoño, ¿a qué invita?

A café y chocolates, leer un libro o mirar una película. No me gusta la ciencia ficción, sino más lo que tiene que ver con una historia de vida real, un drama, históricas; algunas series de época. Lo mismo para la lectura, sino temas puntuales de interés, que tengan que ver con la política o la educación, que los elijo.

¿Cocina no?

Poco. Me gusta cocinar salado (no tortas, ese tipo de cosas) y tengo que estar inspirada. Cuando lo hago con tiempo y con ganas me pongo música, suelo tomar una copa de vino, que nadie me moleste, que nadie entre a la cocina. Pero lo hago poco.

¿Tenés alguna creencia en particular? ¿A qué te aferrás? 

Vengo de una familia en la que, sobre todo del lado de mamá, la religión ha sido muy importante. No es algo que esté tan presente en mi vida. Sí creo que hay un Dios, sin dudas, pero la religión no atraviesa mi vida diaria, no soy alguien sumamente creyente. No me cierra la Iglesia como estructura. Soy alguien que cree que hay un Ser Superior que nos acompaña, pero hay cosas que prefiero no pensar o no me cuestiono.

Una persona favorita en el mundo, un lugar…

Sin dudas mi hijo, porque es la razón de todo lo que hago a diario. Pero lo tengo que compartir con mi abuelo, que para mí es mucho de lo que hoy soy. Y lugar… no sé si tengo uno favorito, creo que son aquellos en los que me siento como en casa, que hoy te diría que no son tantos. Esos donde uno puede ser uno mismo, porque al crecer hay que guardar ciertas formas.

Una canción con la que te identifiques…

Son dos. Una que se llama «Cuídame», que tiene que ver con una etapa de mi vida. Y otra, internacional, Fix You, de Coldplay, por la letra. Me aferré a eso y cuando siento que la vida detona me acuerdo de esas palabras. Soy muy emocional, muy sensitiva.

¿De qué signo sos?

Tauro. Soy muy terca, tengo mucho carácter, pero soy muy independiente, tengo muy claras mis metas en lo profesional y en lo laboral, aunque soy mucho más frágil en lo personal. Todo lo que tiene que ver con los vínculos me afecta muchísimo.

Salud, dinero y amor ¿en ese orden?

Salud sin dudas, porque para disfrutar de todo lo demás necesitamos de la salud. Amor es todo lo que necesitamos para vivir en paz, pero también es cierto que el dinero es lo que nos sostiene, así que ocupa un lugar importante. Yo a Inda lo crío mucho sola en ese sentido y estoy pensando en que tiene que ir a estudiar. Lo necesito para garantizar su salud, su educación, por supuesto lo propio y lo que implica para los dos.

Si hablamos de amor, ¿cuál es tu situación personal?

Yo estoy en un momento muy lindo de mi vida. Con Daniel (Colombo) nos cruzamos grandes, ya con la vida bastante resuelta los dos; y nos enamoramos. Estamos felices y hay algo que nos describe mucho, que es el no conflicto. Cuando uno se vuelve grande busca los lugares y las personas que no generen conflicto; ya demasiado problemática es la vida como para llegar a casa y encontrar a alguien que querés, que sea conflictivo. Nos elegimos de una manera diferente y estamos muy bien, con una relación muy sólida. Nos divertimos y nos acompañamos mucho. Daniel es un gran compañero, siempre está pesando cómo sumar en la vida de uno, no como restar. Tenemos una relación muy sana.

«Con Daniel nos conocimos de grandes y nos enamoramos».

¿Las personas llegan a nuestra vida para enseñarnos algo?

Estoy convencida de que es así. Como Inda llegó para salvarme de mí misma y volver a casa, Daniel llegó para enseñarme que se puede amar o querer de una manera sana, sin lastimar al otro. Hay otras formas que dejan el dolor y el conflicto afuera.

¿Soltar o sostener? 

Depende para qué y en qué situación. Creo que lo que nos detiene, lo que nos paraliza, hay que soltarlo, porque perdés. Lo que hay que sostener son los motores de la vida, los vínculos sanos, los vínculos con los papás. Hay que encontrar los momentos. Creo que hay que soltar aquello que nos hizo daño y ya está, cuando uno da vuelta la página. Y los duelos, sobre todo de aquellas personas que han sido muy importantes para nosotros. Eso es lo más difícil, pero no significa que no los recordemos.

¿Cómo es Romina mujer?

Es muy independiente. No soy fácil de llevar. Soy taurina, creo que lo que hago yo es lo mejor y no hay nada que discutir. Me hago cargo públicamente. Me he acostumbrado mucho a bancarme sola en todos los aspectos, entonces soy difícil. Planifico, tomo mis propias decisiones y eso hace que se haga un poco difícil estar cerca, para todos. Soy muy hacedora, me cuido poco, no hago espacios para mí. Sí disfruto mucho de las amistades y de los momentos en soledad. No soy de las mujeres que se arreglan y están un rato largo maquillándose. No está en mi esencia.

Una escena de tu vida que esté grabada en las retinas y en el corazón.

Ufffff… Hay muchas, pero hay dos escenas que me han marcado mucho. Una tiene que ver con mi hijo. Yo iba a parto natural y terminaron haciéndome cesárea porque Inda no salía. La imagen de la doctora mostrándomelo es algo que puedo describir con lujo de detalles, a pesar de estar el sesenta por ciento dormida y con el paso de los 14 años. Y la otra tiene que ver con mi abuelo, en sus últimos días estuvo cinco internado en terapia. Un día estaba realmente muy perdido y cuando entro levanta la mirada, me mira y me dice: «¿Che, vos no me vas a dar un beso Rominita?». Tuvo esos dos segundos de lucidez, le di varios besos, me miró y me dijo: «¿Por qué te despedís tanto vos?».

Su abuelo posando al lado de la cartelería que mostraba a Romina como candidata a intendente.

¿Una compañía?

¡Toto! Mi gato. El no necesita extremos cuidados y siempre está cerca. Está ahí cuando girás la cabeza. También me gusta mucho la música de fondo. Para mí es una gran compañía. Yo trabajo mucho en remoto en casa y eso me da aire.

¿Qué no puede faltar en la casa?

Sin yerba me muero. Trabajo muchas horas de corrido, no registro si como o no, pero no me puede faltar el mate. Y mirado desde la óptica de Indalecio la mayonesa, todo se come con mayonesa. Esas son las dos cosas que no pueden faltar bajo ningún concepto.

¿Algún prejuicio que hayas tenido que echar por tierra?

Cuando uno es adolescente se cría con ese desparpajo de la adolescencia. Y después, mi paso por Desarrollo Social me enseñó mucho respecto a eso. A veces uno piensa que las personas en situación de vulnerabilidad, de cualquier índole, están así porque lo eligieron. Y no siempre es así. Por supuesto que las decisiones suman y a la suerte hay que ayudarla, pero hay claros ejemplos de resiliencia y a veces generalizamos. A veces hay que ser muy cautos, porque uno no sabe todo lo que a esa persona le pasó en la vida. Hay gente buena, trabajadora y de corazón en todos lados, aunque educada diferente. Cada uno tiene sus fortalezas y habilidades; y las va desarrollando. Tuve que echar por tierra prejuicios respecto a los planes por ejemplo, a veces es un camino necesario para salir de una situación. Hay que tomarse el tiempo de conocer antes que hablar.

En el plano político se dice que sos la concejal más cercana a Alegre.

He sabido construir un vínculo con el intendente; y he elegido construirlo también. Por supuesto no quería que esto pasara, porque por algo estaba en la competencia electoral, pero es lo que la gente eligió por una gran diferencia. Hay una voz de muchos villeguenses diciendo ‘queríamos esto’. Hay que entender que es la persona que tiene hoy el poder para tomar las decisiones en Villegas; y si uno entiende que el camino para hacer cosas por la comunidad es la política, hay que ayudarlo; y para ayudarlo hay que estar cerca. Entonces, he sabido construir un vínculo, me ocupo de decirle lo que pienso, lo que me parece, lo que siento. También es cierto que tiene un grupo de concejales que recién ingresa a la política y tal vez es más fácil hablar distintos temas conmigo, porque el resto está aprendiendo. No diría que soy la más cercana, pero sí  que tengo un vínculo y un diálogo bastante fluido con el intendente.

Un plan por concretar…

Puede ser uno relacionado con la política. Este camino que inicié no se termina en las elecciones de 2023, continúa, así que el plan por concretar tiene que ver con crecer en esa línea, por supuesto. Y después mi otro gran amor, que es viajar. Hay algunos lugares en el mundo que me gustaría conocer, acompañada.

Si miraras tu vida hacia atrás, ¿cómo la describirías?

Mi vida ha sido un torbellino, lo que no quiere decir que haya sido desordenada. Es una vorágine de cosas, hago tantas al mismo tiempo que me han pasado muchas. Para los 39, han pasado cosas que me han marcado, me han movilizado y me han enseñado muchísimo. De todas maneras, no hay muchas de las que me arrepienta. También soy una convencida de que no hay casualidades, sino causalidades; todo pasa por algún motivo.

¿Un desacuerdo en el que hayas tenido que ceder?

Me cuesta ceder, es algo que aprendí de grande. Es un ejercicio que hago a diario y que la política me obliga a hacer. En muchas cosas me hubiera gustado no ceder, en otras me hubiera gustado ganar y no he podido. Yo siempre doy a conocer mi voz, me gusta mucho decir qué es lo que pienso. En el Concejo Deliberante he aprendido que hay una cuestión que tiene que ver con la matemática básica, que me dice que se necesitan mayorías para lograr ciertas cosas. Entonces, a veces hay que ceder en aquello que sea lo mejor para la comunidad. Un ejemplo de eso es lo que pasó con el Polideportivo, que se debería haber resuelto mucho antes y es una de las cosas que no hay que volver a repetir. Por no ceder, ni de un lado ni del otro. Ese es un ejemplo muy claro de cómo no hay que hacer las cosas. Todos fuimos parte de esto.

¿Una historia sin contar?

No creo que tenga una. Como soy muy emocional, hay cosas que las viví muy fuertes, muy pasionales y han quedado guardadas en mi corazón. Sí tuve, cuando era chica, un noviazgo. A mi papá no le gustaba, no quería que lo viera por nada del mundo. Y esa fue una historia que, por ese motivo, se perpetuó en el tiempo. Y era algo mágico durante algunos años de la adolescencia. Después cada uno fue por su lado. Me han pasado muchas cosas.

¿Qué agradecerías hoy?

La vida, la familia, el hijo maravilloso que tengo. Más allá de que uno se queje todo el tiempo por naturaleza, porque pareciera que está en el ADN del ser humano, la verdad es que no puedo pedir más. He tenido y tengo seres maravillosos en mi vida.

¿Qué agradecería? «La vida, la familia, el hijo maravilloso que tengo».

Un color, un aroma, una prenda de vestir…

El azul eléctrico, el olor a café de la mañana y las camisas. Una camisa es formal, informal, depende de con qué y cómo lo pongas, en cualquier temporada.

Hubo heridas que te hicieron fuerte. ¿Hubieras elegido un camino sin marcas?

No, porque eso sacó una Romina que desconocía. Le agradezco eso también a la vida, porque no sería la que soy hoy, independiente, hacedora, imparable en algunas cosas, no tan insegura. Creo que hay que agradecer lo bueno y lo malo, porque es lo que nos hizo llegar adonde estamos.

¿Femenina o feminista? ¿Por qué?

Femenina, porque los extremos nunca son buenos. Me podrán decir que no todas las feministas con extremistas, lo tomo. Yo creo que las mujeres no tenemos nada que reivindicar, me parece que cuanto más buscamos eso, más mostramos que nosotras nos consideramos inferiores. Me parece que la cuestión no va por ahí. Soy femenina, no feminista, porque la mujer no tiene la necesidad de exaltar nada. La sola presencia marca la diferencia. Y así tiene que ser.

Una comida preferida. Y un lugar.

Soy de las comidas muy simples. Amo la costilla de asado, el hueso. Con unas ensaladas o puré. ¿Lugar? Cualquiera que no tenga mucha gente, aire libre y verde, no importa en qué lugar del mapa. He aprendido a disfrutar mucho de la tranquilidad y del silencio.

¿Qué la asusta a Romina?

La muerte, desconozco el motivo. Es algo que me cuesta procesar. Puede tener que ver con la incertidumbre. Yo soy de tener todo más o menos planificado; y cuando me sacás de mis estructuras, el resto tambalea.

¿Una historia personal de superación?

No quedé embarazada en la mejor de las circunstancias. El papá biológico de Inda decidió no estar y eso fue todo un desafío para mí. Creo que esa fue una historia de superación, porque aprendí a madurar, había un montón de cosas que todavía se estaban gestando en mi vida y hubo que aprender a hacerse cargo de alguien más. Si bien estuve acompañada, mis viejos marcaron los límites en ese sentido. Hoy mi hijo está criado, es sano, educado, tiene valores, no tenemos grandes inconvenientes. Y después… las pérdidas que se van dando, que también nos hicieron fuerte.

Hay una canción de Abel Pintos que dice: «Y si te cuento los motivos que tengo hoy para vivir». ¿Cuáles serían los motivos de Romina?

(Risas) Me reí porque pensé que la pregunta era otra. Mi hijo, sin dudas. Después, los desafíos personales y profesionales que tengo por cumplir. Y lo amoroso, lo familiar, lo vincular es muy importante.

¿Adónde creías que iba la pregunta?

Pensé que preguntabas por Abel Pintos, porque en algún momento tuve un affaire con él, hace unos cuantos años atrás. Yo era mucho más chica y él no era el Abel de hoy. Nos conocimos en Buenos Aires, yo tendría 21 años, él solía venir a casa. Salimos un tiempo importante. Había un vínculo. Ya cantaba, por supuesto no a este nivel, pero sí hacía giras nacionales. Conocimos gente, un mundo distinto, la llegué a ver a Mercedes Sosa, he comido con León Gieco. Cosas que uno no pensaba que le iban a pasar y pasaron por estar ahí en ese momento.