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martes, abril 1, 2025
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Agustina Gallo, de Villegas a Santiago: Una vida entre dos países

Con una sonrisa que trasciende la distancia, Agustina Gallo, médica radióloga villeguense de 40 años, relata desde Santiago de Chile su travesía de dos décadas: desde las aulas del Colegio Nacional de Villegas hasta construir un hogar en el país trasandino, donde hoy cría a su hija chilena. En una entrevista con GPS, Villeguenses por el Mundo, repasa su historia de desarraigo, adaptación y amor por una patria que eligió, sin olvidar sus raíces.

El primer impulso de explorar el mundo llegó a los 16 años, cuando en 2001 realizó un intercambio en Estados Unidos. «Eso fue un antes y un después que me marcó», confiesa. Aunque el contexto post 11-S generaba temor, la experiencia le abrió los ojos: «Haber podido salir al mundo, conocer otras culturas, fue muy impactante». Esa vivencia, sumada al apoyo de su madre, Miriam Fabregues, sembró en ella el deseo de vivir fuera de Argentina.

De La Plata a Buenos Aires: El camino de la medicina

Tras egresar en 2002 del Nacional de Villegas, Gallo partió a La Plata para estudiar medicina. «Si tuviera que repetir mi vida de estudiante, volvería a La Plata: tiene alma de pueblo y vida universitaria», recuerda con nostalgia. Allí forjó amistades y, tras graduarse en 2010, se mudó a Buenos Aires para especializarse en diagnóstico por imágenes. En la residencia conoció a Damián, oncólogo y hoy su esposo.

Consolidada su carrera, llegó el momento de decidir el siguiente paso. «Analizamos muchas variables y dijimos: ¿por qué no?», explica. Aunque consideraron España y Alemania, eligieron Chile por su proximidad y menor burocracia. «Estábamos cerca; si no funcionaba, volvimos», reflexiona. Su familia, aunque sorprendida, apoyó el cambio.

Pero la adaptación no fue inmediata. La pandemia complicó los trámites de residencia, alargando el proceso más de lo esperado. «Las oficinas cerraron, todo era por correo… Fue un desafío extra», recuerda. A pesar de eso, encontraron en Santiago un espacio para crecer. «Nunca me sentí discriminada. Al contrario, admiran nuestra cultura», destaca.

Con acento argentino

A pesar de los desafíos, Santiago es su presente. «Es el lugar que elegimos para vivir», afirma. Con Damián y su hija de un año y cuatro meses, construyen una vida que combina raíces y nuevas tradiciones. Cada visita a Argentina es «recargar el combustible de los afectos», dice, pero su corazón late en dos países: «Un pedacito se queda aquí, y otro allá».

Ser madre en Chile le dio otra perspectiva. «Formamos nuestra familia aquí. Es nuestro hogar», afirma. Sin embargo, la conexión con Argentina sigue intacta. «Extrañar es inevitable, pero uno se acostumbra a vivir con eso». Aunque la pandemia y la maternidad limitaron su integración, sigue conectada con la comunidad argentina y valora la calidez local.

Las diferencias culturales también fueron parte del proceso de adaptación. «Los chilenos son parecidos a nosotros, pero más introvertidos. Acá cenan temprano y tienen la once, una merienda-cena. Nosotros seguimos cenando a las 9 o 10, como en Argentina».

Sobre el clásico roce futbolístico, lo toma con humor: «Solo en la cancha. Hasta mi hija, aunque sea chilena, tendrá que elegir: ¿Albiceleste o La Roja?».

«El desarraigo duele, pero el crecimiento es inmenso»

Con la calma de quien ha aprendido a bailar entre réplicas emocionales y sísmicas, Agustina Gallo desgrana las luces y sombras de emigrar. «Derribé miedos. Si uno cree en sí mismo, las cosas se cumplen. Aunque salgan mal, te levantás», reflexiona. Sin embargo, no oculta la otra cara: «Lo peor es tener lejos a mi familia y amigos. Eso duele… siempre».

La charla toma un giro geológico cuando describe su relación con los sismos, casi cotidianos en Chile. «Al principio asustan, pero ya estoy acostumbrada», dice entre risas. «Nunca uses el ascensor durante un temblor. Si tiembla en vertical, ahí sí hay miedo. Pero aquí las construcciones son antisísmicas: eso da paz». En cinco años, ha vivido varios, pero ninguno la hizo correr. «Los chilenos siguen tomando once aunque la tierra dance. Es su normalidad».

El momento más emotivo llega cuando el programa le dedica una canción elegida por sus amigas de la infancia. «No cualquiera tiene amigas así», dice con voz entrecortada, nombrando a Paco, Pato Cadenas, Agus Richi y Luz Sánchez. «Este tema nos unía en Córdoba durante el cumple de Emilia… Es nuestro himno».

Al despedirse, Agustina envía saludos a su «amigo entrañable» Aureliano en Buenos Aires, a Leo Castaño en Villegas, y a su familia extendida. «Gracias por considerarme en este espacio. Villegas siempre late aquí», señala su pecho.

Villegas en el corazón, Chile en el hogar. Agustina Gallo encarna ese espíritu: una mujer que transformó el desarraigo en puente, los temblores en metáfora, y la distancia en un tributo al amor por sus raíces. Y como ella misma sentencia: «Si puedes saltar al vacío, hazlo. A veces, el aire te sostiene».