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miércoles, febrero 5, 2025
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«Nos sorprendió la cantidad de gente que entra a Piedritas por día desde las grandes ciudades»

La semana pasada se levantó el control que el COE de Piedritas había dispuesto en el principal acceso a la localidad. Un grupo de voluntarios trabajó durante 4 semanas con el objetivo de relevar datos acerca de la cantidad de gente que ingresa al pueblo, así como también registrar la procedencia de los visitantes.

Diana Muñoz de Toro, Alejandra Pujon y Fabio Castro fueron algunos de los voluntarios piedritenses, convocados por el Centro Operativo de Emergencia (COE) de dicha localidad, que participaron de los controles que se llevaron a cabo en el acceso principal de Piedritas. El objetivo de esos controles fue hacer un relevamiento de datos de las personas que ingresaban al pueblo, con la idea de llevar un control estadístico y epidemiológico en plena pandemia por coronavirus.

La semana pasada el control se levantó y eso alertó a algunos vecinos.

Sin embargo, los voluntarios explicaron que el control nunca fue sanitario (no se tomaba la temperatura de la gente) ni tampoco fue restrictivo, es decir que no tenían autoridad para evitar que las personas que venían de ciudades con coronavirus ingresen al pueblo.

«Empezamos siendo 13 voluntarios. El objetivo era hacer una estadística para salud, con el movimiento de gente que entraba y salía. Eso sirvió un montón las primeras tres semanas y a todos nos sorprendió la cantidad de gente que entra por día de las grandes ciudades: de Rosario, de San Juan, de La Pampa, de Buenos Aires, de Junín. La mayoría proveedores. No éramos tantos como para cubrir todos los accesos o sea que los datos siempre fueron parciales porque solamente podíamos registrar el acceso principal. Después de 3 o 4 semanas los datos se empezaban a repetir: son los mismos proveedores, es la misma gente que pasa todos los días. Los voluntarios éramos cada vez menos, no teníamos autoridad para nada porque éramos voluntarios comunes y no podíamos tomar la fiebre, ni decirle al que venía de paseo que no podía venir. Al final ya no teníamos ni elementos. Por varias cuestiones se decidió terminar de hacer el control», explicó Diana Muñoz de Toro.

«Según el COE era un control sanitario, pero de sanitario no tenía mucho. Nosotros solo controlábamos el tránsito del ingreso al pueblo. Incluso teníamos planillas donde podíamos anotar los equipos de cosecha. Pero esos equipos no entran por el acceso, así que nunca llenamos ninguna. Los equipos de cosecha entran por la bajada de la balanza que es por donde tienen que entrar los camiones. Pero sí pasaban los que venían con el equipo, que venían de localidades como Arequito, Carcarañá. Teníamos el control sobre los camiones que entraban al Molino y era gente que venía de muy lejos: Tucumán, San Juan, Mendoza, La Pampa. Era solamente un control de tránsito a medias porque la gente, adrede, nos esquivaba y se iba por otros lugares. Nuestras preguntas eran de dónde venís y a qué venís al pueblo. No reprimíamos ni sancionábamos a nadie porque no estábamos autorizados a eso. Así y todo la gente nos evadía», comentó Alejandra Pujon.

Por su parte, Fabio Castro añadió: «En el primer turno del primer control ingresaron 180 personas. Después empezamos a tener menos voluntarios y se registraban un promedio de 70 u 80 ingresos. Disminuyó, pero no porque la gente dejó de venir sino porque ingresaba por otro acceso. No nos pagaban para hacer esto, éramos voluntarios. Nuestra idea era proteger a toda la comunidad. Alguna gente lo entendió, otros no. Estuvimos bien intencionados en lo que hicimos y creo que el objetivo de relevamiento de datos se cumplió. Tal vez habría que haber tenido un poco más de firmeza en el control para que la gente que venía de visita no lo hiciera. Una vez nos pasó que había un auto paseando a una anciana por el acceso porque la persona se aburría»

El control se realizó durante 4 semanas, de 7 a 19 horas, por voluntarios que se repartían la responsabilidad por turnos.

«Había gente del pueblo que no paraba: aceleraban, esquivaban los conos y se iban. Se mostraba más respetuosa la gente de afuera que los del pueblo», destacó Alejandra.

Por último, Diana concluyó que «diariamente entran muchos proveedores de las grandes ciudad y nadie sabe si los negocios cumplen con el protocolo de pasarle lavandina a cada cosa. La única manera de estar tranquilos es llegar a casa y limpiar cada cosa que compramos».