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miércoles, septiembre 18, 2024

Argentina, 200 años después / Escribe: Omar Emín (*)

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“200 años… de qué sirvió” (Luis Alberto Spinetta)

“Vamos a ver cómo es… el reino del revés” (Maria Elena Walsh)

“Sentir hasta resistir el karma de vivir al sur, sentir hasta resistir el karma de vivir sin luz”  (Charly García)

A nuestra generación le ha tocado celebrar los 200 años, tanto de la Revolución de Mayo (2010), como de la Declaración de la Independencia (2016), en medio de la desazón que produce la sensación de que transcurrieron 200 años y estamos en el mismo lugar; circunstancia que en este mundo global, en realidad da una sensación de deterioro tanto tecnológico, así como comercial, artístico, legal, jurídico, laboral, cultural; en suma un atraso global y masivo.

Nuestros antepasados –los que festejaron los 100 años-, quizá creyeron que la senda de la estabilidad y el progreso (de acuerdo a los parámetros de la época) ya había sido alcanzada, el país estaba entre los primeros del mundo, se avanzaba hacia la creación de instituciones republicanas y recibíamos multitud de inmigrantes (aunque no fueran necesariamente, los deseados por Juan Bautista Alberdi).

¿Pero qué había ocurrido durante la primera centuria?. En concordancia con la levedad con la que había nacido la patria, las diferentes formas de gobierno que fueron adoptadas (Primera Junta, Junta Grande, Asamblea, Triunviratos, Directores Supremos, etc.), las luchas internas por intereses comerciales, políticos y militares, los diferentes enfoques – en la etapa previa a la declaración de la independencia -, sobre la forma de gobierno a adoptar (desde una monarquía hasta algunas formas más republicanas, pasando por un gobierno encabezado por integrantes de los pueblos originarios); constituyeron factores generadores de constante inestabilidad política. Todo este panorama, estaba a su vez adornado por las guerras de la independencia, que permitieron la libertad a Chile y más tarde de Perú.

Una vez que finalizaron las batallas en el territorio nacional (muy distinto al actual, por cierto), comenzaron las batallas entre unitarios y federales para establecer una forma de país con poder y recursos centralizados o un país con poder y recursos en cada uno de sus estados componentes (provincias). Este período de la vida nacional solía enseñarse en las escuelas (actualmente no sé si llegan a hacerlo) como “época de los caudillos”, la verdad era un nombre muy imaginativo para denominar una guerra civil entre quienes pretendían una constitución de sesgo federal y quienes o no querían constitución o de haber una, que fuese de sesgo unitario.

La suspensión (no el final) de la guerra civil sobrevino con Juan Manuel de Rosas, “el restaurador”, quien se denominaba federal, pero obtenía de las provincias la autorización para representarlas tanto en el exterior como en el interior. Nunca dictó una constitución (¿para qué iba a hacerlo?, ¡si ya detentaba todo el poder!) pese a los reiterados pedidos, y bajo el mote de federal fue el más unitario de todos.

En 1847 (plena época de Juan Manuel de Rosas) Juan Bautista Alberdi escribía desde Chile haciendo una reseña de los logros y los temas pendientes de la Revolución de Mayo, a 37 años de ocurrida. Comienza con los logros identificando a quienes hicieron cada cosa y se refiere a que Argentina no es Rosas puesto que la grandeza argentina es más antigua que él; “Rosas es posterior a Liniers en 40 años, a Moreno, Belgrano y San Martín en 30 y a Rivadavia en 20”. La parte de las falencias puede resumirse en la siguiente frase: “En sus primeros cantos de triunfo (el país), olvidó una palabra menos sonora que la de libertad, pero que representa un contrapeso que hace tener en pie a la libertad: el orden.”

Tras la caída de Juan Manuel de Rosas continuaron las luchas internas, aunque se hubiera dictado una Constitución. Las disputas persistían, enfrentando a la provincia de Buenos Aires con el resto de las provincias. En 1862, después de la batallas de Cepeda (1859) y Pavón (1861), ya se podía pensar en un país con una incipiente organización institucional, después de pelear casi  50 años !!!!!!!

La Nación que se habían imaginado Belgrano y San Martín entre 1810 y 1820, comenzaba a tomar forma casi 50 años después de una guerra civil, suspendida por una tiranía y reanudada tras la caída de aquella; gracias a Alberdi, Mitre, Urquiza, Sarmiento, Avellaneda, Roca y Pellegrini, entre otros.

A 70 años de la Revolución de Mayo, en el acto de colación de grados de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Juan B. Alberdi trazaba un paralelo respecto del origen de la relación del estado con el individuo diciendo que en países como el nuestro “La patria es libre, en cuanto no depende del extranjero; pero el individuo carece de libertad, en cuanto a que depende del Estado en un modo omnímodo y absoluto”. “La patria es libre porque monopoliza las libertades de sus individuos; pero sus individuos no lo son porque el Gobierno les tiene sus libertades”. Por otra parte, expresaba que en los pueblos de la América del Norte (EEUU) “si el estado fue libre del extranjero, los individuos no lo fueron menos respecto del estado” y agregaba “A la libertad del individuo que es la libertad por excelencia, debieron los pueblos del norte, la opulencia que los distingue”. Claridad de conceptos que le llaman.

En el resumen de la primera centuria, anotábamos 10 años (1810 – 1820) de revolución – declaración de la independencia, variadas formas de gobierno y guerras independentistas; 40 años (1820 – 1860) de guerra civil y tiranía y 50 años (1860 – 1910) de constitución, organización institucional, auge económico que llevó al país a la élite de países (el primer mundo de hace 100 años, bah!) con mayor desarrollo.

Esto siguió así hasta 1930, cuando un golpe militar (el primero de una larga lista) interrumpió el orden constitucional y no permitió el libre juego de las dos fuerzas políticas republicanas y progresistas en serio, como el liberalismo y la social democracia que existen en todos los países evolucionados del mundo con diferentes denominaciones (republicanos y demócratas en EEUU, laboristas y conservadores en Inglaterra; socialistas y republicanos en Francia, etc.).

En 1943 se produjo un nuevo golpe militar –de corte fascista-, que más tarde fue convalidado democráticamente por las elecciones de 1946, consagrando a Juan Domingo Perón como líder político legítimo (un joven Perón ya había participado en el golpe de 1930). A estos hechos, le siguieron 40 años (hasta 1983 con el regreso a la democracia) de peronismo, gobiernos militares con origen en quebrantamientos al orden constitucional, gobiernos radicales débiles (a consecuencia de la fortaleza del peronismo proscripto y del siempre amenazante “partido militar”), intentos varios de hacer “peronismo sin Perón” entre 1955 y 1972, una nueva guerra civil fomentada por Cuba hacia todo el sur del continente americano, a través de Ernesto Guevara, desde principios de la década del ‘ 60 y en nuestro país, fogoneada por el “tirano prófugo” (al decir del diario La Prensa) Juan D. Perón, desde Madrid para que sirviera a sus intereses de retornar al país. Cuando no sirvieron más a sus propósitos y aunque no pudiera controlarlos ni siendo Presidente, Perón echó a las organizaciones armadas de la Plaza de Mayo el 1 de mayo de 1974, las que más tarde “pasaron a la clandestinidad” intensificando la segunda guerra civil, que abrió las puertas a un nuevo golpe de estado en 1976 que fue esperado y apoyado por gran parte de la población, aunque algunos ahora se rasguen las vestiduras.

Hacia 1983, la caída en desgracia de los militares tras el fallido intento de recuperación de las islas Malvinas, la corrupción reinante (¡sí, con los militares también!) y la presión popular; se llamó a elecciones y triunfó la Unión Cívica Radical con Raúl Alfonsín a la cabeza, quien parecía rápido en el comité, pero el país se le prendió fuego a los 5 años y medio (porque renunció abandonando el gobierno). En todos los aniversarios de su fallecimiento se destaca su honestidad (que para un gobernante debiera ser algo que se da por sentado), pero nadie dice “fue el que hizo este puente”, “… esta autopista”, “esta obra que mejoró la vida de los habitantes”, fue el radical que más poder tuvo gracias a que los militares y peronistas por distintas circunstancias, estaban severamente denostados y con ese poder solo pudo juzgar a las juntas militares, aunque no a los integrantes de las organizaciones armadas que también participaron en la guerra civil y desde el advenimiento de la democracia andaban pululando por diferentes sectores. Habiendo asumido con todo el poder en 1983 y no se si convencido de que con la democracia sola no alcanza (según su mensaje de campaña “se come, se vive, se educa ….”), abandonó el gobierno con 200% de inflación mensual (¡si, mensual) y un país incendiado en lo económico.

La posta fue recogida por Carlos Saúl Menem, que después de un año de indefiniciones adoptó un programa de corte liberal donde privatizó las deficitarias empresas estatales (dominadas por los sindicatos, el exceso de empleo y los juicios por accidentes laborales), creó un sistema jubilatorio privado, estableció las bases para atenuar la conflictividad laboral con la creación de las Aseguradoras de Riesgos del Trabajo, con un pase contable (convertibilidad) eliminó la inflación y nos emparejó (al menos monetariamente) con el primer mundo. A la luz de los gobiernos ineficientes e inoperantes (De La Rúa) y populacheros (Duhalde y Kirchner) que vinieron después y los problemas de todos los que estuvieron antes (básicamente alta inflación); el gobierno de Menem modificó un montón de realidades nacionales que venían siendo arrastradas desde tiempos inmemoriales y que luego fueron derogadas, por los populismos posteriores, reinstalando viejos problemas (reestatización de empresas para vaciar, derogación del régimen de jubilación privada volcando los fondos al estado para poder depredar, etc.). El talón de Aquiles del gobierno de Menem fue no dar suficientes respuestas a la desocupación y una forma de salir de la convertibilidad menos traumática y simplista que la catástrofe perpetrada por Duhalde – Remes Leinicov.

Lo demás es historia conocida por lo reciente y por los recurrentes espasmos recordatorios del periodismo cada vez que es descubierto un nuevo hecho de corrupción; es aquí, donde volvemos al principio con la desilusión a la vuelta de la esquina, con la deprimente percepción que produce el hecho de haber jugado en primera hace 100 años y estar ahora atrapados en la parte inferior de la tabla de posiciones y dependiendo de los resultados de los demás equipos, en una liga regional de bajo nivel.

¿Que nos llevó o que nos impide salir de la situación actual?. Pueden enumerarse algunas causas:

– Como mencioné, la falta de fuerzas políticas progresistas (¡en serio!) y republicanas como el liberalismo y la social democracia, que existen en todos los países del mundo evolucionado.

–  El populismo reinante desde 1930, en mayor o menor medida, existente en todos los gobiernos hasta el presente. El populismo puede definirse como la solución fácil y cortoplacista a problemas que son complejos y cuando las cosas salen mal (como es de esperarse ante un problema complejo con soluciones que no están a la altura), se busca un culpable (el primer mundo, la globalización, EEUU, los ricos, los supermercados, los empresarios, el campo, etc.) para desviar la atención y mientras tanto seguir vendiendo el sueño o el relato.

–  La recurrente manipulación de la sociedad, acerca de qué es lo “políticamente correcto” y quien tiene el monopolio de este concepto, normalmente es la izquierda “vende sueños” que nunca resuelve nada en la práctica, solo tienen consignas basadas en un pasado influido por prejuicios y un guión (relato) que intentan (en su manipulación), hacer confundir con la realidad. Muchos “compran” esto y después quedan “colgados del pincel” cuando, quienes monopolizaron esos conceptos “políticamente correctos” durante algún tiempo,  aparecen en las listas de más ricos (y más buscados por la justicia).

–  La sensación de que somos únicos y que por lo tanto no podemos utilizar las recetas que se han aplicado a otros países, falacia inventada fundamentalmente por el monopolio de lo “políticamente correcto”. Esto también es “comprado” por la población, como una forma de resistencia al cambio. Jorge Luis Borges (al menos debería haber recibido el Nobel a la ironía) lo describió como “una mortal y cómoda negligencia de lo inargentino del mundo” como consecuencia de “una fastuosa valoración del lugar ocupado entre las naciones por nuestra patria”. Quién no ha escuchado la frase “somos diferentes” (dicha con orgullo) y si claro que “somos diferentes”, somos pobres cuando los demás están en el primer mundo o luchando por llegar a él, vamos al revés de las cosas, creyendo que somos innovadores, transitando caminos que otros descartaron hace centurias, sin duda que “somos diferentes”.

–   Las innovaciones, el desarrollo de la tecnología y el progreso en general, que cambian la vida de la gente, viajan a una mayor velocidad que nuestra salida de la pobreza y el subdesarrollo.

(*) Omar Emín es Licenciado en Administración y Contador Público. Colabora en medios de comunicación en temas fiscales, laborales y económicos en general. Socio fundador de Echenique, Emin, Albin & Asociados, firma dedicada a trabajos profesionales de carácter administrativo, laboral, contable e impositivo. Se desempeñó en el ámbito educativo universitario, terciario y secundario, con algunas experiencias en educación a distancia en el nivel universitario.

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