«Al fútbol le faltan tres cosas: dirigentes, decencia y wines» (Dante Panzeri)
«Contrata a los mejores y dejalos hacer lo que saben, sino contrata a los más baratos y que hagan lo que vos digas» (Warren Buffet)
«No hay casi nada en este mundo que alguien no pueda hacer un poco peor para venderlo un poco más barato. Y la gente que solo se fija en el precio, constituye el grupo de sus víctimas naturales» (escuchado por ahí)
Ha sido y es costumbre en nuestro país, aunque también es probable que el fenómeno se repita en todo el mundo, ponernos críticos con el fútbol, cosa que no ocurre con otros deportes mas complicados reglamentariamente o no tan populares como pueden ser el tenis, el ajedrez, el polo, el rugby, el basket o el golf.
Quien no ha escuchado alguna vez «y el p… (hay varios adjetivos sustantivados que se escriben con p) del técnico, lo puso faltando dos minutos»; «tendría que haberle reventado el arco !!! … es un pecho frío»; «no podemos (o tenemos que) jugar con doble cinco»; «tenemos que (o no podemos) jugar con tres en el fondo»; «no hay nadie que gambetee ?»; «no hay nadie que patee al arco ?»; «con esta banda y jugando así no vamos a ningún lado (si a la B!!)«.
Lo cierto es que la saturación futbolística que generan una cantidad inestimable de programas deportivos en radio, televisión y los medios gráficos, más una gran cantidad de movileros, hinchas de un club, devenidos en comentaristas deportivos, hace que algunos – sometidos a semejante bombardeo -, crean que están habilitados para opinar con autoridad, en materia futbolística.
También es cierto que casi todos hemos pateado mal o bien una pelota en algún momento de nuestras vidas; esa circunstancia implica un mayor grado de conocimiento de ciertas estrategias, mañas y otras cuestiones vinculadas al fútbol. Sin perjuicio de ello, nunca he escuchado, excepto por algún comentarista avezado, frases como las siguientes: «Del Potro tendría que haberle jugado a la derecha (o al revés) a … para ganar el partido»; «Ginóbili debería haber pasado esa pelota, en lugar de tirar»; «A los All Blacks le tendríamos que haber jugado por los costados».
Toda esa pasión, con discusiones eternas y cargadas incluidas, en el caso del fútbol están generadas por haber practicado el deporte con mayor o menor profesionalidad y fogoneadas por el enorme negocio del periodismo deportivo a través de los programas en radio y televisión, las publicaciones en diferentes medios, la difusión de partidos de otras ligas y de otros países, que nos hacen parecer que vivimos en una suerte de galaxia futbolística. Lo antedicho, no configura en modo alguno una crítica, mientras el negocio sea lícito, está todo bien y quedará en cada uno adherir con diferentes grados de interés o no hacerlo.
El problema lo constituyen aquellos que siguiendo la misma «mecánica futbolera», se enganchan con cosas mucho mas complicadas como por ejemplo la economía y opinan sin ningún fundamento, repitiendo frases que no les pertenecen, recetas ya escuchadas, antiguas y cuyos resultados, nefastos por cierto, ya han sido probados en el pasado, no una vez sino varias.
No hay una cátedra para ser «opinólogo» de fútbol (ups! tampoco para ser dirigente), mas allá de los estudios necesarios para ser director técnico, árbitro o periodista deportivo; así como tampoco la hay para ser «opinólogo» en economía. Para ser economista, hay que ir a la universidad, estudiar bastante y si se puede, hacer algún posgrado aquí o en el extranjero, dependiendo de los recursos de cada uno y después agregarle «calle» a esos títulos; esto es, contacto con la realidad.
Es sorprendente la cantidad de personas que opinan de economía sin saber absolutamente nada y sin tener fundamento alguno para sus opiniones. Concretamente, quién puede analizar la pérdida de un partido de fútbol porque no funcionó el doble cinco o los carrileros no cumplieron con su función o la defensa con línea de tres con jugadores lentos, no funcionó; no significa que esté habilitado para analizar si conviene invertir en plazo fijo, en fondos comunes de inversión, en acciones o bonos del tesoro.
Todos sin distinción, opinan de economía; los empleados, los periodistas (aunque no sean especializados), los empresarios, los políticos con el agregado de que estos, toman decisiones y pretenden crear leyes sin conocer en la mayoría de los casos, los postulados fundamentales de la economía y las consecuencias generadas por no tenerlos en cuenta. Es así que se encuentran con la máquina de hacer dinero y creen que pueden imprimirlo sin consecuencias, hasta que se les acabe el papel o la tinta, lo que ocurra primero; pretenden controlar los precios de los bienes con solo decir cuanto debería costar una cosa sin pensar si alguien va a estar dispuesto a vender ese artículo a ese precio; intentan controlar las tasas de interés; crean distintas cotizaciones para el dólar (turista, financiero, ahorro, comercial, bolsa, MEP, blue, uff!); los impuestos creados para solucionar algún problema puntual de recaudación, nunca son eliminados; tenemos un sistema con altos impuestos al trabajo y fomentamos los subsidios que resultan en «no trabajar».
Esto viene ocurriendo en nuestro país desde hace muchos años y no ha sido patrimonio exclusivo de la plataforma de un solo partido político, sino de todos los que han gobernado en los últimos 80/90 años; desde allí, todos lo gobiernos han sido mas o menos corruptos, mas o menos ineptos, mas o menos populistas, mas o menos legítimos, mas o menos autoritarios, mas o menos institucionales y salvo honrosas excepciones muy aisladas y por períodos no muy extensos, han sido un desastre para abordar los temas de la economía, quizá por vincularla con la política, sin importar (y sin conocer) las consecuencias de tomar medidas económicas sin preparación alguna.
Algunos relatos, siempre apreciados por los lectores:
A mediados de la década del ´70, Guillermo Vilas organizaba en nuestro país exhibiciones con tenistas de alto ranking que jugaban un cuadrangular durante tres días, generalmente en el estadio Luna Park o en Obras Sanitarias; es así que pasaron por nuestro país junto a Guillermo Vilas, Ilie Nastase, Jimmy Connors, Adriano Panatta y Víctor Pecci entre otros. El cuento es que mientras intentaban arreglar el cachet de los jugadores, las partes no se ponían de acuerdo y discutían acaloradamente acerca de que dólar considerar (financiero, turista, comercial), hasta que el inefable Ion Tiriac sacó de su bolsillo un billete de u$s 100 y en su español bastante trabado dijo «con este dólar», «consiganme de estos, no se cuanto los tienen que pagar», «traigan de estos». Sin duda una estocada mortal a la ficción económica de tener diferentes tipos de cotización para la misma moneda, cosa que hemos repetido hasta el cansancio a través de las distintas épocas.
Hace algunas semanas hojeando un matutino dominical que tiene nombre de instrumento musical, un político (que no pertenece al partido gobernante) muy suelto de cuerpo decía que le preocupaba un conflicto social por la situación económica generada por las consecuencias de la pandemia y el aislamiento, cuyos protagonistas serían los trabajadores independientes, cuando cualquier economista sabe que un trabajador independiente es mucho más resistente a la adversidad, que un trabajador en relación de dependencia, puesto que debe salir todos los días a ganarse el pan sin un salario garantizado en su horizonte.
«Es la economía estúpido!» fue una frase muy utilizada en la política de los Estados Unidos durante la campaña electoral de Bill Clinton en 1992 contra George W. Bush (padre) quien era considerado imbatible debido a sus éxitos en política exterior y su popularidad era muy alta en la población. Los estrategas de la campaña electoral señalaron que Bill Clinton debía enfocarse en cuestiones mas relacionadas con la vida cotidiana y las necesidades mas urgentes, transformando la frase en la mas cruda síntesis de la incidencia de las leyes económicas y su impacto en la vida diaria (cosa no muy apreciada por estos lares).
¿Esto significa que no se puede hablar una sola palabra de economía?; no es así, el asunto es que quienes opinan, pontifican y a su vez su posición relativa en la vida (empresarios, periodistas, políticos) hace que muchas personas se vean influenciadas por sus comentarios y opiniones cuando en realidad estas no tienen ningún asidero o fundamento.
La economía tiene leyes que deben ser respetadas, porque no se pueden ignorar las consecuencias de vulnerar las mismas, existen fenómenos que ya han sido estudiados y analizados desde hace mucho tiempo «por los que saben», por ejemplo; los contribuyentes tiene un grado de saturación frente al constante aumento de los impuestos y hay un punto a partir del cual, la recaudación fiscal desciende; los precios tienden a bajar cuando hay muchas opciones de compra y tienden a subir cuando ocurre lo contrario; si la cantidad de dinero circulante es mayor que el valor de los bienes existentes, los precios de estos tienden a subir (inflación), de la misma manera, cuando la velocidad de circulación del dinero aumenta, la gente compra cosas para resguardarse de la pérdida de valor de ese dinero, haciendo aumentar los precios.
Muchos consideran que economizar es gastar menos, pagando lo menos posible por las cosas, sin importar cualquier otro atributo de aquello que se adquiere (como la calidad, la garantía, la marca); esto no significa ser un experto en economía, sino un experto en vivir por debajo de las posibilidades económicas que uno tiene.
Finalmente, para intentar soluciones sanitarias a la crisis actual generada por el covid-19, se convocó a expertos en la materia y sin perjuicio de los problemas de medición, las chicanas políticas y niveles de «desobediencia» aceptables, parecería (aunque no estoy autorizado a opinar), que los objetivos se están cumpliendo (20.05.20). El interrogante es si para salir de la debacle económica que este fenómeno ha causado, convocaremos a economistas y si los convocamos, ¿los obedeceremos más allá de influencias políticas ?
(*) Omar Emín es Licenciado en Administración y Contador Público. Colabora en medios de comunicación en temas fiscales, laborales y económicos en general. Socio fundador de Echenique, Emín, Albín & Asociados, firma dedicada a trabajos profesionales de carácter administrativo, laboral, contable e impositivo. Se desempeñó en el ámbito educativo universitario, terciario y secundario, con algunas experiencias en educación a distancia en el nivel universitario.