La idea fue de un niño de Emilio V. Bunge y la institución del pueblo se sumó, con el acompañamiento de INTA General Villegas, enfocada fundamentalmente en la alimentación de calidad. Se pensó previo al COVID-19; y la pandemia generó tiempo y espacios para comenzar a llevarlo a cabo
«La mano tendida», de Emilio V. Bunge, puso en marcha el proyecto denominado «Sembrando el pan», con el objetivo de promover la creación de huertas orgánicas hogareñas y comunitarias, éstas últimas de carácter solidario.
La propuesta surgió del niño Amadeo Ravel, de 9 años de edad; y la elaboración de contenidos y desarrollo estuvo a cargo de la Licenciada Mariela Garat, que será la referente en este nuevo emprendimiento, que cuenta con el asesoramiento técnico de Agustín Bilotta, del INTA General Villegas.
El proyecto pretende resolver la problemática alimenticia, la alimentación de calidad, promover prácticas sociales saludables y fortalecer tanto los lazos comunitarios y solidarios, como en su singularidad a cada individuo.
«Cultivar nuestro alimento por un lado asegura la supervivencia y la salud física, al tiempo que transforma a quien lo realice, fortaleciendo su subjetividad en la práctica y en la medida en que puede ver plasmado el resultado de su acción», comentó Garat en ACTUALIDAD.
Es así que «La Mano Tendida» se propone, a través del fomento y la realización de la logística necesaria para que pueda ser llevada a cabo, mejorar la calidad de vida de las personas en las áreas de supervivencia, salud natural, género, vínculos sociales efectivos, laboral y fortaleza simbólica (empoderamiento).
Para ello, centrará su rol en la función de sensibilización respecto de la temática, a través de charlas y difusión, así como el uso de las redes sociales, por ejemplo; fomentando y acompañando las actividades que pudieran surgir con el mismo espíritu antes mencionado.
Garat recordó que «La Mano Tendida» comenzó a gestarse hace unos diez años; y en el paso del tiempo «va ocupando más espacio y teniendo más protagonismo».
«Cuando Amadeo acercó la idea -continuó- todavía no estaba la pandemia, aunque ya se empezaban a ver algunas necesidades, como la alimentación de calidad», por lo que no dudó en acompañarlo e ir madurando la idea, mientras se hablaba con diferentes instituciones.
Apareció el COVID-19, los chicos no pudieron concurrir a la escuela «y estaba la amenaza de que nos quedemos sin alimentos. Amadeo dijo: ‘ahora tenemos el tiempo’, además de pensar que el trabajo de huerta no es parte del currículum escolar. Y le puso un nombre a la idea: ‘Cultivación aprendizaje’, pensando en que mientras cultivamos la tierra nos cultivamos nosotros también. La situación de pandemia generó el tiempo y los espacios», comentó.
INTA acompaña el proyecto durante el proceso del trabajo de la tierra, para ya en agosto comenzar a sembrar. «Esto se va a hacer en cada casa, la idea es que esta práctica se vuelva a incorporar a la vida cotidiana, llegar a la mayor cantidad de hogares posibles y que en un futuro se hagan huertas comunitarias, para abastecer distintas instituciones. Producir nuestro alimento es todo un proceso, es más rico y más sano, además de ir modificando a la persona, al ser humano», concluyó Garat.