Adrián Polito es una institución para Banderaló. El médico del pueblo es una figura central, un personaje muy importante en la vida cotidiana de los vecinos. Pero además, el Dr. Polito es alguien muy querido porque hace 38 años que eligió a Banderaló como su lugar en el mundo, un lugar donde practicó la medicina (aún lo hace) y donde formó su familia.
Sin embargo, no todo es medicina en la vida de Polito. Muy pocos conocen su faceta deportista. Cuando vivía en Junín y era un adolescente, jugaba al fútbol amateur en el Verde. «Mis condiciones fueron limitadas, pero siempre me gustó mucho el fútbol. En el único equipo que jugué en Junín fue Sarmiento. Hasta que cumplí los 17 años y me fui a Rosario a estudiar. Era un dos medio rústico, muy firme en la marca. Me costaba cabecear, reconozco ese defecto. Pero en la marca y en correr siempre tuve buen rendimiento. De chico practiqué muchos deportes, nunca me destaqué en nada pero siempre estuve en 7 u 8 puntos: atletismo, básquet, voley, salto en largo, natación, me gustaban todos los deportes. Nunca sobresalí en nada, pero sí me defendía», reconoce Polito, entre sonrisas cómplices.
Su profesión también lo llevó a las canchas, más específicamente a las de Ingeniero y Juventud. Cada vez que los clubes de Banderaló juegan de local, el Dr. Polito es quien se ocupa de la salud de todos los jugadores.
«Lo más preocupante son los golpes de cabeza. Lo ideal es que no jueguen más. Yo siempre doy la indicación de lo que tienen que hacer, pero a veces me hacen caso y a veces no. Me acuerdo de Abbiatti que tuvo un golpe muy fuerte en un clásico y no hubo forma de sacarlo de la cancha. Después he visto luxaciones de hombro, de codo, fracturas de tibia, alguna nariz golpeada por un codo. Gracias a Dios no me tocó ninguna cosa grave», comenta el Dr. Polito.
Con esta cuarentena y la suspensión del fútbol, los domingos se volvieron muy diferentes en los pueblos: «Se extraña el fútbol. Yo siempre estaba en la cancha, como médico de ambos clubes. Ahora los domingos son un poco raros, más largo. Sobre todo en localidades chicas, donde no tenemos muchas opciones», explica.
A pesar de llevar casi 4 décadas viviendo en Banderaló, Polito eligió mantenerse imparcial y no pararse en de ninguno de los dos clubes. «Cuando juegan los clásicos yo siempre pido que no haya problemas. Cambió mucho la rivalidad. Antes era muy marcada. Hoy en día es más de cargadas, pero al otro día estamos todos juntos. Otra situación difícil era cuando jugaban mis hijos. Cuando los chicos jugaban en Ingeniero o Juventud yo no quería que perdieran, pero tampoco hacía fuerza para que ganaran. Yo quería que empataran. Ese era mi deseo. Salvo cuando un equipo local estaba peleando el campeonato y necesitaba los puntos para salir campeón. Lo ideal siempre fue el empate. No quería que hubiera problemas», reconoce el Dr. Polito.
¿Cómo llegó a Banderaló?
«Yo estaba recibido y trabajaba en Rosario a un ritmo de locos. Me ofrecieron guardias en Amenábar y fui. Le comenté al médico de ahí que podía quedarme en Amenábar, pero no le interesó, me dijo que era algo solo por las vacaciones y que el lugar era para una chica que se estaba por recibir. Sin embargo, me dijo que en Santa Eleodora hacía falta un médico. Yo trabajaba en ENTEL -en su época de estudiante fue operario y, tras recibirse, pasó a ser médico de la empresa- y me comuniqué con General Villegas. Me conecté con una persona que me conectó con Banderaló y esa persona fue Miguel Ángel Crespo. Me dijo que era verdad que en Santa Eleodora necesitaban médico, pero que también en Banderaló hacía falta. Me dijo que Banderaló era un pueblo más grande, sobre asfalto, más cerca de Villegas. Y como Crespo trabajaba en la Municipalidad me consiguió una entrevista con el secretario de gobierno, que era Búsico», recuerda el Dr. Polito.
La reunión fue en la Delegación de Banderaló, en el mes de julio. El amor fue a primera vista porque el 3 de agosto Polito y su familia ya estaban instalados allí.
«Me encantó el pueblo. Estaba impecable: las calles barridas, los árboles podados. Era un día de sol. El pueblo estaba hermoso».
Así fue como Adrián, un dos rústico pero corredor y con entrega, se convirtió en el Dr. Polito, una institución y un personaje querido por todo Banderaló.