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sábado, diciembre 14, 2024
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Gina Gardini: «Hay que cerrar los ojos y abrir las alas»

La frase que también cierra esta nota es de una charlonense que desde hace un mes vive en Iten, Kenia. Son varias las que podrían haberse elegido para titular el diálogo que mantuvo con ACTUALIDAD. Y son varios también los ejemplos de argentinos que vemos en los medios eligiendo un estilo de vida diferente, tal vez más austero, pero con otra calidad. Es que en definitiva, «lo único que nos llevamos son los momentos que elegimos vivir», reflexionó la joven.

 

Gina Gardini tiene 36 años, es oriunda de Coronel Charlone y desde hace un mes está radicada en Iten, Kenia, junto a su esposo, Julián Alonso, también de 36 años.

Vivió hasta los 18 años en el pueblo que la vio nacer. Luego, al terminar sus estudios secundarios, se fue a estudiar kinesiología a Buenos Aires. Allí conoció a Julián, con quien se casó después de siete años. Ambos se fueron luego a vivir a Bahía Blanca, de donde es él; y hace un mes se encuentran radicados en Kenia.

Actualidad: Julián ya había estado antes en Iten.

Gina: Sí. En realidad el siempre había querido venir acá. Yo siempre fui una convencida de que la vida es una sola y que las oportunidades no siempre están a nuestro alcance, entonces lo motivé para hacer su primer viaje acá. Él quería venir e hicimos los contactos para eso. No es demasiada la información que hay en internet, así que contactamos un kinesiólogo español que está viviendo acá hace mucho tiempo; y fue él quien nos asesoró para que Julián pudiera venir la primera vez. Estuvo alrededor de 45 días y me dijo: ‘quiero que nos vengamos a vivir acá’. Yo me largué a reír, creí que era parte de la emoción de conocer el lugar que siempre había soñado, pero no.

A: Pero no. Julián dice que ese es su lugar en el mundo…

G: Exacto. Es así. No me voy a olvidar nunca la cara que tenía el día que me hizo la videollamada cuando llegó acá. Creo que lo vi tan sonriente el día que nos casamos, pero nunca más lo había vuelto a ver así. Entonces cuando vi eso entendí todo. Después de ese primer viaje, me planteó venir a vivir acá. Yo sinceramente no estaba preparada, no era mi plan para ese momento. Entiendo que no le pertenecemos a nadie y que cada uno tiene oportunidades para ser feliz y hay que aprovecharlas. Así que lo volví a motivar para que viniera si era lo que él quería y yo iba a ver. Así que él volvió, estuvo casi seis meses y regresó a la Argentina en noviembre de 2019. El año pasado, con el tema del COVID, nos replanteamos la posibilidad de irnos del país y surgió Iten como una posibilidad; y acá estamos.

A: Una situación que requiere mucha madurez de ambos como pareja, para que ninguno obstaculice al otro en su desarrollo personal o profesional…

G: Sí. Venimos haciendo un trabajo interno los dos y además, tal vez por adversidades que hemos ido atravesando a lo largo de los años, uno va entendiendo que la vida hay que vivirla. Lo único que nos llevamos son los momentos que vivimos y que elegimos vivir.

A: ¿Por qué Iten y no cualquier otro lugar en el mundo?

G: Respecto a Julián, porque acá es donde viven y entrenan los mejores corredores del mundo. Él es maratonista, además de kinesiólogo. Siempre había leído y sabía que por las condiciones climáticas y demás, este es un lugar ideal para entrenar y residir. Y lo comprobó cuando vino. Es una hermosura ver pasar a los atletas, realmente me emociona. Por los años que llevo con Julián, viendo sus maratones, sé de lo difícil que es entrenar. Y verlos correr acá es mágico. Vienen atletas de todo el mundo a prepararse para maratones, olimpíadas, se alojan acá por determinado tiempo, van, vienen…

A: Un lugar con un estilo de vida completamente diferente al que uds. tenían. Hay simpleza y austeridad, pero una población que goza de paz y alegría.

G: A través de él yo conocía eso. Pero mi sensación cuando llegué fue que lo que les falta de infraestructura, de comodidades y demás, les sobra en bienestar, paz interior, generosidad. Tienen unos valores increíbles, es algo que no puedo explicar. Es como que hay una energía particular. Tienen carencias y todo, pero a pesar de eso viven bien, dignamente. Trabajan, se esfuerzan para que no les falte nada a sus hijos, aunque sí se notan carencias.

A: Uds. tampoco tienen algunas comodidades a las que estaban acostumbrados en Argentina.

G: Nosotros estábamos alojados en departamentitos que son para los muzungus, como nos llaman a los «blancos» que venimos por temporadas. Estos espacios están acomodados con cosas que inclusive ellos no tienen. La mayoría de los keniatas no tienen heladera, horno, microondas, lavarropas, WiFi. La semana pasada nos mudamos a un departamento nuevo, que en realidad era el que teníamos reservado desde Argentina. Tenemos una heladera chiquita, lo único eléctrico. Pero sí tenemos energía. No tenemos horno y se cocina con garrafa, la ropa se lava a mano, para el teléfono compramos datos. Son bastante propicios los cortes de luz, no hay agua corriente. A los departamentos vienen constantemente a llenar los tanques y la gente acá la va a buscar a ciertos lugares. El agua es algo que se cuida muchísimo. Nosotros estamos como en un intermedio, porque si bien en algunas cosas vivimos como los keniatas, en otras no, porque tenemos comodidades que ellos no tienen. Obviamente también hay gente con un poder adquisitivo muy alto que vive muy bien y otra que no tiene nada. Es como que no hay clase media, pero están todos mezclados, no hay separación de ricos y pobres. De hecho uno no se da cuenta quién tiene y quién no. Esto en Argentina se nota más, es mucho más marcado.

A: En este contexto del que nos hablás, ¿cómo llegan las noticias allí? ¿Están al tanto de lo que pasa a su alrededor?

G: Algunos tienen televisores en sus casas. Y hay restaurantes, que ellos llaman hoteles, que son pequeños lugarcitos hechos con chapa, donde ser sirve té y chapati -una especie de pancito- y mandazi -como si fuera una torta frita-, adonde suelen ir mucho. Allí tienen tele y entonces miran las noticias y se enteran. Pero a mí me ha sorprendido que ellos tienen mucho conocimiento de todo, estudian las cosas y las recuerdan. Dentro de la precariedad de todo, y con un nivel educativo que no es bueno, aprenden mucho.

A: ¿Cómo ha sido para vos adaptarte a este estilo de vida, que incluye además la comida?

G: En realidad cuando decidimos que nos íbamos de Argentina, la idea en un primer momento no era venir a Kenia. Pero después por la situación económica, el COVID y demás, decidimos empezar por acá nuestro viaje. Día tras día voy incorporando cosas y voy siendo parte también. Al principio tenía muchas preguntas, pero si iba a vivir acá tenía que cerrar los ojos e ir para adelante. De a poco me voy acostumbrando. La comida sí es distinta, pero se consiguen cosas que ya consumíamos en Argentina. He probado muy poquito de lo que ellos consumen y le tengo mucho respeto. Pensé que iba a extrañar mucho mi trabajo, pero estando acá empecé a hacer voluntariado y así me siento un poquito más como en casa, porque es bastante cercano a lo que hacía allá.

A: Contanos sobre el voluntariado que hacés en dos organizaciones…

G: Sí. A una de ellas ya le había escrito antes de llegar. Hacen un trabajo con niños de una escuela muy humilde, con muchas necesidades. Vieron que los niños salían de allí y no tenían actividades extras para hacer; y también que muchos iban a la escuela y no habían comido. Un suizo, que se casó con una chica de Kenia, creó esta Fundación que hace actividades para los chicos cuando salen de la escuela y los fines de semana; y también están construyendo un comedor para que puedan empezar a comer ahí y asegurarse de que, por lo menos, tengan un plato de comida al día. Y la otra organización tiene como proyecto construir casas para familias que no tienen vivienda, o que la tienen muy precaria. A ellos llegué a través de un vecino. El fundador de esta organización es un escoses que también se casó con una chica de Kenia. Al ser extranjeros consiguen capital en el extranjero también; y eso posibilita sostener y llevar a cabo estos proyectos, porque son de mucha inversión.

A: ¿Hay muchos extranjeros en Kenia?

G: Sí, vienen muchísimos europeos a entrenar. Algunos por períodos cortos, otros más largos, algunos son atletas profesionales, otro no, algunos sólo por la experiencia de estar en la tierra de los keniatas. Iten tiene algo, una energía diferente, porque hemos conocido muchos que se van y vuelven. El que viene una vez, lo sigue haciendo. Iten los atrapa. Son personas con características particulares que se repiten.

A: ¿Cómo se vive por allí la situación de COVID?

G: Según lo que escuchamos, en Iten no ha habido ni un solo caso desde que comenzó la pandemia. En Kenia hay casos, pero muy pocos. Lo que dicen es que tiene que ver con el estilo de vida que ellos tienen, con la alimentación, con su filosofía de vida de: ‘no hay problema’. Aunque están preocupados por este tema porque los ha afectado mucho, ya que ellos viven mucho del turismo, particularmente de los que vienen a entrenar y el año pasado no lo hizo prácticamente nadie. A partir de diciembre comenzaron a llegar. Hace dos semanas que llegaron vacunas a Kenia y van a comenzar el plan de vacunación con los de primera línea, como en la mayoría de los países. Primero el personal de salud y así sucesivamente. Ellos le tienen respeto al virus, pero están tranquilos. En las ciudades más grandes es obligatorio el uso de mascarillas, al igual que en Iten, pero acá la mayoría de la gente no lo usa. Sí para entrar a un Banco o a algunos comercios.

A: ¿Cuántos habitantes tiene aproximadamente Iten?

G: La población estable es de alrededor de 15 mil personas. Lo que pasa que está muy esparcido en un valle. Entonces, hay un pequeño núcleo concentrado y luego mucho alejado.

A: ¿Cuál es tu expectativa con respecto a la vida en este lugar?

G: Yo también soy kinesióloga, me formé en neurodesarrollo, siempre trabajé con niños con discapacidad y mi idea es poder hacer algo de eso acá. En abril tengo que tomar contacto con un colegio donde podría comenzar a hacer algo, seguramente también ad honorem, porque nosotros ingresamos con una Visa de turista. Entonces, lo que puedo llegar a hacer profesionalmente va a tener que ser de esta manera, por ahora, hasta tanto consigamos otro tipo de visado. Lo de Julián es distintos porque él trabaja mucho on line, entonces sigue trabajando de esa manera con gente de Argentina o con extranjeros, con planes de tratamiento o entrenamiento, dando clases, cursos… Por ahora nos estamos sustentando con su trabajo de ese modo. Estamos supeditados a los visados y las posibilidades que nos de el gobierno de acá para acceder a las Visas y poder trabajar más.

A: Vos en Iten, Kenia; y tu familia en Coronel Charlone… 

G: Mis papás, mi hermano más chico y mi tía viven en Charlone. Y mi hermano del medio vive en Londres, así que ya estábamos un poco acostumbrados a vivir lejos, hablar a destiempo y por videollamada. Mis padres siempre nos dieron las alas y las herramientas para ser y para volar. Un poco todo esto se lo debemos a ellos, que nunca se opusieron a nada y siempre se lo vamos a agradecer.

A: Viviendo este momento y pensando en un futuro, ¿o no?

G: Nuestra idea inicial era seguir para Australia. Europa también era una posibilidad. Lo que pasa que en el marco de COVID y de fronteras eso es complejo, entonces nos está costando. Estamos barajando la posibilidad de que lo que en un principio eran tres meses acá, se extienda un poco más. Acá estamos bien y tranquilos. Tal vez dentro de seis meses o un año partimos hacia otro lugar. Nuestra idea es no quedarnos mucho más de un año, aunque uno nunca sabe las vueltas de la vida y lo que hay preparado para nosotros. Pero me parece que Iten va a ser un lugar al que Julián siempre va a querer volver. Y lo que me está pasando a mí es que algo también me atrapa acá.

A: Tal vez tiene que ver con esta paz y alegría con la que vive su gente, más allá de las necesidades.

G: Creo que sí, que es poder vivir de otra manera. De repente en Argentina o en otros lugares no se puede porque son ritmos de vida distintos, estilos diferentes, más costosos, con otras necesidades que acá de repente no hay, o no hacen falta. No lo sé. Pero así se puede vivir acá. La verdad que nunca lo hubiera imaginado. Se puede pensar, hacer y vivir distinto. Da miedo al principio, pero es intentarlo y vivir. Tomar las decisiones a veces no es fácil, aceptar que las cosas a veces son de otra manera tampoco, pero hay que cerrar los ojos y abrir las alas.