Américo Devoto llegó desde España con sus padres en el año 1900. Muy joven se inicia en la profesión de zapatero, se casa con Lujana Benítez e instala la zapatería en la calle Belgrano 574. Era una construcción clásica de ladrillos a la vista, con piso de madera, un gran ventanal daba a la calle, se ingresaba por una puerta de dos hojas, ambas vidriadas; el cielo raso era de ladrillos sostenidos por importantes vigas de pinotea. El salón tenía piso de madera y sótano. Detrás del negocio construyeron su casa. Aquí nacieron sus descendientes y fueron continuadores de su profesión. Un gran mostrador abierto con macizas patas torneadas servía par recibir o entregar zapatos además de ser utilizado para alojar herramientas (gubias, leznas, tenazas, martillos, yunques, pinzas) y también para albergar hormas de madera y metal. Hoy el viejo mueble resiste los embates del tiempo y sigue, aunque oculto, cumpliendo su misión. La primera adquisición para su trabajo la realiza comprando una máquina de coser y otra de pulir, ambas usadas; hoy siguen prestando servicio. Julio César, su nieto, dice: “En realidad, el verdadero zapatero fue mi abuelo Américo. Hacía los zapatos a medida; cortando la suela, el cuero, cosiendo y dándole la terminación”.
Américo murió a los 86 años dejando dos hijos, Julio Matías -el mayor, que siguió la profesión- y Alberto; y también una hija, Chocha. En el año 1961, Julio comienza a trabajar en la zapatería y paralelamente ingresa al hospital municipal como chofer de la ambulancia. En el taller, sigue utilizando las máquinas que le dejó su padre. Más adelante compra una remachadora y una máquina para estirar zapatos. Primeramente utilizó hormas de madera manuales que no estaban fijas en una base. Con el correr de los años, Julio implementa en su negocio la venta de plantillas, cordones y pomadas. Se jubila de su actividad en el hospital y continúa la profesión heredada hasta el año 2013, en cual fallece a la edad de los 78 años. Julio César, su hijo, desde muy pequeño comienza a aprender con su padre la profesión y a los diecisiete años, en paralelo, ingresa en el correo como mensajero. Con el tiempo pasó a ser cartero y en la actualidad se desempeña como ventanillero.
Hoy Julio recuerda a su abuelo y a su padre, en el constante ingreso de los pobladores a la zapatería. Llegaban de diferentes pueblos del partido, dejaban los calzados y personalmente los retiraban. Estacionaban los sulkys y carros frente al negocio. Mucha gente de campo generalmente traían las botas para su arreglo. En la actualidad, la profesión de zapatero amplió su campo de trabajo, arreglando cierres de valijas, mochilas, camperas. Todavía se sigue realizando los clásicos arreglos, de los que se incluye: media suela, taco, suela entera para borceguí y zapatos de dama. Recuerda que en sus comienzos un cliente le trajo un par de zapatos nuevos para arreglarle los tacos. Cuando los vino a retirar Julio no los encontró y para solucionar el problema, no tuvo otro remedio que comprarle unos zapatos nuevos.
Esbozando una sonrisa dice que guarda un tiempo de su actividad para el arreglo de los botines de los jugadores del club Atlético. Julio César hoy tiene 59 años, nació un cinco de mayo de 1962. Es heredero de una profesión que viene desde su abuelo, pasando por su padre, y que termina con él, ya que sus hijos emprendieron otros caminos. Fue continuador de una vocación que en sus comienzos era de suma importancia. La gente que construyó los pueblos era caminante de larga data. Gastaron la suela de sus zapatos en el incesante ir y venir, cuando realizaban con sacrificio las metas que traerían el progreso. Una importante profesión que tuvo nuestro pueblo que, por esas cosas de la vida, la familia Devoto la fue transmitiendo de generación en generación y que hoy orgullosamente Julio porta el estandarte.
*Miguel Alegrí, profesor de historia jubilado y miembro del grupo Amigos del Museo Histórico Regional.