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domingo, diciembre 15, 2024
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CINE EN CASA: De Corleone a Charlone (Volumen 1) | Escribe Federico Fornasari*

En esta oportunidad la columna «CINE EN CASA» nos hace una propuesta que no vamos a poder rechazar: un análisis de la maravillosa trilogía de «El Padrino». Una historia de mafia aderezada con aceite de oliva («Genco» de Nueva York o «Martí Hermanos» de Coronel Charlone) y con el estilo único de Federico Fornasari.    

Las tres películas que componen la historia de la familia Corleone en El Padrino, de Francis Ford Coppola, ya pertenecen al patrimonio cultural de la humanidad y de cada uno de nosotros, en lo más íntimo. Salvo que la tierra explote en mil pedazos, seguirán siendo analizadas hasta el fin de los tiempos, como si fueran pinturas rupestres halladas en una caverna prehistórica.

El año que viene se cumplirán 50 años del estreno de la primera parte, aunque Cine en Casa se adelantará a partir de hoy con detalles, anécdotas y curiosidades que les dieron sentido a obras enormes, dependientes física y mentalmente entre sí. Incluso hablaremos del origen de la palabra Mafia, esa que también se utiliza cuando vemos algo turbio en cualquier acto cotidiano de la vida.

Desentrañar los mecanismos en que temas habituales de la existencia adquirieron nuevas dimensiones a través de una tragedia familiar, a primera vista gansteril, merece un apartado especial, o más de uno. Es que la obra de Coppola creó escuela y las aventuras de su rodaje, especialmente el primero, es tan apasionante como la película estrenada en 1972, ya que la Mafia italoamericana intentó evitar su realización.

Mario Puzo (escritor de la novela y participante del guion), Coppola o varios de sus productores, debieron aceptar “consejos” y la presencia de ciertos actores “sugeridos” por importantes mafiosos reales para que el filme viera la luz.

Richard Castellano (Clemenza) y Gianni Russo (Carlo Rizzi), por ejemplo, dos personajes fundamentales de la trama, poseían vínculos estrechos con sujetos de alto rango de la “Honorable Sociedad” neoyorkina. También, la Mafia puso dinero como inversión –se supo luego que el siciliano Michele Sindona, conocido como el banquero de la “Cosa Nostra”, fue el titular de una de las sociedades que aportó financiación para el filme inicial.

Por ello, antes de recibir presiones que nos indiquen el camino de la escritura, mejor poner la servilleta al cuello, disfrutar tranquilos unas pastas con una copa de vino y, como homenaje al maestro Nino Rota por su inolvidable composición, dedicarnos a grabar estos escritos en tres partes o mejor dicho, en tres volúmenes. Siempre y cuando nadie nos apure ni amenace en cortar la cabeza a nuestro caballo o ir a dormir con los peces.

Adelanto que las peripecias de la voraz familia no irán de acuerdo a un estricto orden cronológico, ya que las tres películas por igual renovaron esplendorosamente los estereotipos del crimen en pantalla y demostraron que el cine de autor no estaba reñido con el de consumo masivo.

Además, Coppola utilizó el “flashback” como recurso constante para contar los avatares del atribulado grupo dominado por Al Pacino y Marlon Brando, con importantes atributos de liderazgo femenino, especialmente en la tercera parte. A eso apuntaremos, al ida y vuelta en la trilogía, yendo al presente y pasado con un boleto que permita escalas por diferentes épocas de Nueva York, Nevada, Miami, Sicilia, Corleone o Charlone.

¿Charlone? Si, la querida localidad cumplió años hace poco y más allá de la similitud con el nombre de la célebre comarca italiana, tuvo también en los inicios -junto a su legendaria fama de colonos emprendedores en actividades agrícola-ganaderas y producción láctea-, relaciones con la importación de aceite de oliva a través de la empresa familiar “Martí Hermanos”, fundada a fines del siglo 19 y asentada en el lugar antes que adquiriera la denominación actual.

En efecto, el producto que trajeron los Martí, o los Corleone a Nueva York, aderezará en nuestra columna una exquisita ensalada que permitirá relacionar eventos y circunstancias de una historia apasionante que excede las temáticas de un filme exclusivo de la Mafia, pese a que ésta se vio homéricamente representada.

Es que El Padrino es mucho más que eso. Al adaptar la novela de Mario Puzo, Coppola tomó elementos de varios filmes de Estados Unidos e Italia, hechos de la vida real y testimonios crudos de familias de inmigrantes italianos que, de alguna u otra forma, tuvieron que sobrevivir en el Nuevo Mundo.

El director construyó una saga que refleja un imponente retrato de relaciones entre la gente honesta, la delincuencia, poderes económicos, eclesiásticos y políticos en el crecimiento de una nación desde perspectivas inéditas, resumiendo en sus grandiosas películas ideas o teorías desperdigadas en otros filmes y en relatos de vecinos que habían llegado en barco junto a latas de aceite de oliva, como las de “Martí Hermanos”, residentes de Charlone.

La “Genco Pure Olive Oil” en Nueva York, que acercaba el aceite “cosechado” en Corleone, se convirtió en el primer negocio importante del joven Vito (Robert de Niro) a partir de 1920, quien luego, debido al planteamiento de ampliar el negocio sin otra opción que asociar la familia tradicional con el crimen organizado, le permitió a Francis Ford Coppola proponer una brillante relectura de la sociedad formada por la inmigración, y una justificación de valores basados en la ley del más fuerte o la violencia.

Pero mejor empezar por el principio.

A fines de los años 60, el referido escritor norteamericano Mario Puzo no iba al casino de Larroudé a calmar su furiosa ludopatía. La ciudad pampeana le quedaba lejos, por eso pasaba gran parte de los días en Las Vegas. Amaba el juego y como tal, poseía deudas.

Mientras apostaba su dinero, ganado por “La Arena Sucia” y “La Mamma”, dos novelas escritas en 1955 y 1965, respectivamente, que le habían dado un buen pasar, se le ocurrió asentar un libro de ficción inspirado en las resonantes detenciones masivas de varios capos importantes de la Mafia que habían ocurrido tiempo antes en Nueva York.

Tal cual, en 1957, en una peña ubicada en la localidad de Apalachín, cerca de la gran ciudad mencionada, se organizó una reunión de jefes de las “Familias” más importantes de la Mafia. El objetivo era reorganizar el tráfico de drogas y otros negocios que desde el fin de la Segunda Guerra Mundial les estaba dando grandes réditos pero que merecían afinar detalles.

Tantos autos de lujo, tanta ostentación, alertaron a los habitantes del pequeño lugar, quienes llamaron a la policía. Los mafiosos salieron corriendo, pero muchos, con órdenes de captura por crímenes anteriores fueron detenidos. El miedo a duras condenas en prisión, hizo que varios se transformaran en arrepentidos y contaran secretos de cómo funcionaba el sistema interno de la Mafia.

Las declaraciones de los criminales fueron noticia caliente en diarios, revistas y televisión, llamando la atención del público y especialmente de Mario Puzo, quien mientras perdía al chinchón y al pase inglés en Las Vegas comenzó a escribir una novela inspirándose, básicamente, en los sucesos que narraban los detenidos en Apalachín. Ese fue el germen de El Padrino.

Un día, mientras tecleaba, Puzo se quedó sin dinero. Las deudas lo acosaban, pero una en particular lo hacía sudar como Richard Nixon en el caso Watergate. Le debía once mil dólares a un usurero peligroso que amenazó con romperle las piernas si no pagaba.

Tanto le urgía cumplir que se encontró con Robert Evans, joven productor de la “Paramount Pictures”, quien le prestó el monto a condición de terminar la novela que estaba escribiendo.  Astuto, el bueno de Robert vio el potencial para una futura adaptación cinematográfica, y por poca plata se aseguró los derechos.

Tuvo razón, apenas el libró salió publicado bajo el título de El Padrino en 1969, sólo en Estados Unidos y en ediciones de bolsillo, vendió más de un millón de ejemplares en escasos días. Fue tal el éxito del libro que la “Paramount” se convenció que debía encararse un proyecto ambicioso. La contratación de Coppola para dirigirla fue un acierto.

Evans decía que el filme necesitaba aroma a spaguetti, a salsa italiana ciento por ciento, y tanto el director como los actores o guionistas debían ser la mayoría de sangre “tana”, para plasmar visceralmente sus historias de pobrezas, superación y violencias ancestrales.

La productora no quería cometer el mismo error que en 1968, cuando con Los Hermanos Sicilianos, dirigida por Martin Ritt, había fracasado al exhibir la primera película estadounidense que abordó cuestiones referidas a la Mafia en la Italia de posguerra. En este caso, los protagonistas, de otras etnias, no lograron transmitir con verosimilitud la “estirpe” local que se hubiera requerido. Ello, pese a contar con actores de la talla de Kirk Douglas, Alex Cord, Irene Papas o Murray Hamilton.

Efectivamente, la grandeza de El Padrino tuvo apuesta ganadora por la presencia absoluta de italoamericanos, no sólo de Coppola, Puzo y su ballet, sino de mafiosos verdaderos actuando o pululando todo el tiempo cerca del rodaje. Eso fue lo que marcó su tono realista, creíble e inmortal.

Así está dada la cosa. Tenemos el mejor plato para el menú. Viene lo mejor, sentarse a la mesa. Y así como en Estados Unidos e Italia tienen los productos de Corleone, en Villegas están los de Charlone; y si queremos probar el aceite de oliva marca “Genco”, a lo mejor hay una oferta en la despensa Carenzo. No sería raro que ahí estuvieran sazonando alguna versión local imposible de rechazar.

 

Todas las películas que se mencionan en «CINE EN CASA» podrán disfrutarse en calidad óptima en el nuevo servidor de CINECLUB VERTIGO (@vertigocineclub en Instagram), donde Federico colabora en la programación de diversos ciclos. Una vez suscriptos, además de todos los filmes de nuestra columna, podrán acceder en forma sencilla a un catálogo enorme de las películas de variados géneros y épocas.

 

*Federico Fornasari es villeguense, abogado, amante del fútbol, hincha de Eclipse y Estudiantes y más bilardista que Bilardo. Su gran pasión es el cine, aquel que se mira comiendo pochoclo y (sobre todo) el de culto, el de grandes directores que cambiaron la historia del séptimo arte. Ha escrito reseñas en innumerables revistas y sitios especializados.