Al concejal cañadense por Juntos, Diego Domínguez, no le tembló el pulso al aseverar que de sí de él dependiera no dudaría en tapar alcantarillas si el agua finalmente supera los parámetros normales y comienza a entrar en su localidad.
Ex delegado, vecino comprometido, trazó un dramático cuadro de situación y no vaciló en adelantar qué haría de profundizarse el problema.
«La situación generada por el agua nos preocupa mucho. Desde el 1 de enero a la fecha ya cayeron unos 700 milímetros y muchos de ellos juntos. 420 llovieron en cuatro días, el último sábado otros 120 en cuatro horas, que se suman a otros 30 del jueves previo; y anoche otros 18… cualquier nube que vemos se descarga con mucha agua», le dijo ayer a Actualidad.
«La verdad es que hoy Cañada Seca está rodeada de agua, casi igual que en 2016 y 2017 o en 1998 o 2000. Es una situación que nos pone muy mal a todos, y en especial a mí que es la segunda vez que me pasa estando en la gestión municipal», lamentó Domínguez.
El actual concejal analizó el fenómeno como parte de un problema recurrente que padece la región y la ausencia de obras que permitan asegurar el escurrimiento de los excesos hídricos: «Nosotros estamos aguas abajo de Córdoba, una provincia que nunca dejó de trabajar en el tema, mientras que Buenos Aires hace años que no hace un canal en la zona. Ni siquiera proyecta continuar las obras que hizo Córdoba para sacar el agua».
Tras recorrer en detalle los caminos y verificar el estado de las alcantarillas junto a Paola Luisetti, actual delegada del pueblo, concluyó que el canal que deriva los excedentes hacia la laguna La Picasa, en el límite entre Buenos Aires y Santa Fe pero con mayoría en esta última, no alcanza en esta coyuntura. «Hoy en día ese canal es insuficiente, como es insuficiente todo. Es un mar de agua el que tenemos detrás de la vía, que dicho sea de paso es una ventaja tenerla como tapón, aunque de la misma manera es una desventaja tener la ruta 33 de tapón del otro lado. Gracias a Dios que tenemos la vía, porque si no directamente no estaríamos hablando», graficó el panorama.
Domínguez recordó que «la ruta 33 tiene dos tubos de alcantarilla que fueron colocados en los años 2003 o 2004, cuando la gente del pueblo presionó para se cortara y se colocaran. Desde 2016 estamos pidiendo ante Hidráulica y la Dirección del Agua de la provincia que nos coloquen dos tubos más, porque vemos que no son suficientes los que tenemos».
Pasaron dos décadas de los primeros sucesos que describe el cañadense, y en su comparación observó cambios pronunciados: «El agua ha cambiado de ingreso… o lo han cambiado. No sé cómo decirlo. En 2016 el agua entraba al pueblo por un lado y en este momento lo hace por otro. Al entrar más agua que la que sale se nos llenan dos calles del pueblo de agua. Si acá sigue lloviendo tenemos que tomar otras medidas, o sea tapar el puente de la vía, ya que la prioridad tiene que ser preservar la población «, sentenció.
Las fotografías que acompañan esta crónica permiten tomar dimensión del fenómeno, con calles que son auténticos ríos de llanura, con lentos escurrimientos, sin saltos bruscos. Casi como una mancha de aceite que se expande lentamente. Y no halla como salir de la planicie.
Y dio en la tecla de un clamor del que son parte varios distritos del noroeste bonaerense: «Hay que trabajar de abajo para arriba y no de arriba para abajo. No basta con mandar el agua a La Picasa, sino que desde abajo tienen que trabajar que ese agua pueda salir de ahí e ir adonde tenga que ir. Si no toman cartas en el asunto el problema no tiene solución. Este es un problema interprovincial de difícil solución. A la Ruta 7 cada vez la levantan más, contienen el agua ahí, pero no hacen nada para que siga su curso», levantó el tono el funcionario.
Domínguez aportó que en su recorrido se encontró de manera casual con funcionarios del Instituto Nacional del Agua (INA) y de Infraestructura Hídrica de la Nación, que estuvieron relevando la zona. «Nos presentamos con Paola Luisetti y hablamos con 12 o 13 personas que andaban en unas camionetas. Sé que también estuvieron con el intendente de Rufino, del lado santafesino. Algo está pasando. Por algo andan por acá. Sé que Santa Fe reclamó porque a La Picasa le entra más agua que la que sale y al parecer es por eso», concluyó al respecto.
Por último, consultado sobre dichos iniciales, Domínguez admitió que el municipio no tiene autoridad para tapar o abrir alcantarillas. Pero que llegado al caso sería la única salida. «No soy de la idea de tapar, porque cuando lo hacés es una bomba de tiempo. El agua debe correr. Pero en este momento, cuando peligran las casas del pueblo, no hay autoridad a tener en cuenta. Es mi idea como Diego Domínguez, como vecino de este pueblo, como cañadense», se despidió, sin dejar dudas de su postura.