La Escuela N° 17 inició el curso escolar el 18 de abril de 1921, en una propiedad de Luis Fasciolo, ubicado en Castelli y Belgrano, con una matrícula de 142 alumnos. Contaba con dos primeros grado y dos segundos grados. En ese inicio, la directora era Elba de Digonzetti.
El bautismo de la escuela se llevó a cabo el 17 de agosto de 1944, bajo el nombre del General José de San Martín. La ceremonia fue oficiada por el Padre Panacea y el discurso estuvo a cargo de su directora, Julia O.B. de Méndez García.
“Aquella primera escuela tenía sus aulas rodeadas por una galería que daba al patio de tierra, donde había un aljibe y una bomba manual de agua, que a veces se hundía, porque estaba llena de pozos ciegos. Un día, un alumno de primero inferior, Mario Piacetini, gritaba ¡no está, no está! Y cuando salimos, vimos que la bomba se había hundido y realmente, no estaba más. Ediliciamente era muy fea, pero muy limpita. Tapábamos las paredes con láminas que nosotros hacíamos.” (Relato de Nelly Ortea de López Oleaga y de Adriana Bitti, ex docentes, julio de 2006).
El 25 de mayo de 1959, se abrieron las puertas del nuevo edificio en la esquina de Pringles y Destouches, bajo la dirección del docente Guillermo Fumagallo y la vicedirección de Rosa M. C. de Sáenz.
En conmemoración al Padre de la Patria, el 17 de agosto de 1966, se realiza la inauguración y bendición del busto del Libertador, cuya ceremonia fue oficiada por el Padre Alfonso Wesner ante la presencia de la docente Violeta Mercado de Compagnucci y el intendente municipal, Hugo Fermín Triaca.
A mediados de la década del ´80 (1986 más precisamente), se nombra “Zulema F. Monat” a la sala de música, como reconocimiento a quien fuera la autora de la canción “Escuela N° 17”, a la cual pusieron música los hermanos Walter y Ariel Mackay.
Escuela 17, que a tus puertas,
llegué un día, temblando de emoción,
te admiro, te adoro, te venero
y te entrego todo mi corazón.
En tus aulas, tus maestros me enseñaron,
a ser bueno, a ser noble, a ser veraz,
a querer a mi Patria y a sentirme
orgulloso de esta tierra de paz.
Los años pasaron, escuela mía,
pero nunca jamás te olvidaré,
tus patios, tu campana, tu bandera,
en mi alma yo siempre llevaré.
Zulema Monat
La escuela ha sido un semillero de deportistas como Rubén Darío Piaggio, Juan Carlos “Patito” Falcón, Juan Pedro Yalet, Manuel Colombano, Aníbal Matellán, entre tantos que fueron surgiendo a medida que los años transcurrían en el camino al centenario.
El centenario del establecimiento, en 2020, iba a ser una gran fiesta. Un grupo de ex alumnos se fueron encontrando, muchos de ellos a través de las redes sociales, para organizar una celebración que quedaría en la historia. Lamentablemente, lo que quedará en la historia para siempre es la situación mundial por la pandemia de Covid 19, que como tantas otras cosas, truncó la posibilidad del encuentro emotivo, del abrazo y de la recuperación de memorias.
Sin embargo y gracias al trabajo de ex alumnos, no pasó desapercibido. Se hizo lo que se pudo a través de lo que ofrece la tecnología y quedó pendiente la fiesta.
Un año después y porque el tiempo no se detiene nunca, llegó el cumpleaños 101. Muchas fueron las voces que se escucharon en medio de las riquísimas tortas que se hicieron desde Cooperadora y se compartieron en los dos turnos de clase. Se cantó, se celebró, hubo espacio para los recuerdos y también para los sueños que esperan por cumplirse y que fueron colgados entre carteles, dibujos y globos de colores, en el patio de la escuela.
Invitados a FM Actualidad, José Luis Chavarri y Fernando Sienra contaron anécdotas, hablaron de sus maestros, de sus compañeros.
José Luis contó que fue alumno “de 1° a 6° grado, de 1942 a 1947. Acá no había colegio nacional, fui uno de los tantos que estudió como pupilo en Buenos Aires. Llegué con el bagaje de haber sido ex alumno de la 17 en momentos en que ir de una escuela prácticamente de campo a un bachillerato nacional, no era fácil, sin embargo, teníamos muy buena instrucción.”
Fernando, por su parte, no recordó muy bien si comenzó en 1952 o 1953, pero en aquel momento, la escuela “estaba ubicada en Castelli y Belgrano, frente al viejo Club Eclipse y al comercio Ambos Mundos. Ahí hice hasta 5° grado. Villegas tenía unos 7 u 8 mil habitantes.”
El último año de escuela primaria, fue de estreno: “Nunca olvidaré a la señora que me entregó el diploma en 6° grado, que fue Lalá Compagnucci de Rodríguez, en la nueva escuela”, contó Sienra, quien con emoción recordó cuando lo convocaban a “decir un verso” y como “tenía un solo delantal, llegaba a casa corriendo, mamá lo lavaba y lo metía en almidón y al otro día, iba duro a la escuela, porque había que decir el verso.” También recordó a dos porteros: Saint Esteban y Moscoso, a quienes algunos alumnos ayudaban siempre a preparar la tinta, “que era en polvo, se preparaba con agua en la cocina y se envasaba en las viejas botella de Esperidina, con las que después se llenaban los tinteros de los pupitres. Uno de los juegos era manchar los delantales con la punta del plumín”, relató Fernando.
Lo cierto es que las historias grandes se hacen con historias medianas y también con historias chiquitas, casi relatos mínimos de lo cotidiano. Para decidir los caminos que debemos seguir, es necesario conocer esas historias. Conocer el lugar que estuvo antes que nosotros, animarnos a dar una mirada a las raíces que se tejieron por debajo enlazando tiempos.
Descubrir esos entramados es encontrar nuestra identidad, nuestra pertenencia, porque todo está conectado y lo único que se necesita es renovar el sentido de lo conocido. De ensanchar la vida, aunque no pueda alargarse.
Todo está guardado en la memoria, reza la canción de León Gieco. Como expresó una pequeña de 10 años “a mí me gusta la escuela 17 porque mi abuelo, mi abuela y mi mamá, también vinieron acá. Es la que más quiero.” Felices 101 años, Escuela 17.