Desde 1901, cada 29 de agosto, se celebra en la Argentina, el Día del Árbol. La fecha fue establecida por el Consejo Nacional de Educación, impulsada por el Dr. Estanislao Zeballos y anteriormente por el principal promotor de la actividad forestal, Domingo Faustino Sarmiento.
Como todos sabemos (o debiéramos conocer), los árboles oxigenan el aire, protegen el suelo y reducen los efectos del calentamiento global, entre otras de sus vitales funciones.
El arbolado urbano contribuyen a que las ciudades sean socio-económica y ambientalmente más sostenibles y, de acuerdo a la ONU (Organización de las Naciones Unidas), cumplen roles fundamentales:
- Desempeña un papel importante en el aumento de la biodiversidad urbana, proporcionando plantas y animales con un hábitat, alimentos y protección favorables.
- Los árboles grandes son excelentes filtros para contaminantes urbanos y partículas finas como el polvo, la suciedad o el humo del aire atrapándolos en las hojas y la corteza.
- La ubicación estratégica de los árboles en las ciudades puede ayudar a enfriar el aire entre 2 y 8 grados centígrados. Por ejemplo, la ubicación correcta de los árboles alrededor de los edificios puede reducir la necesidad de aire acondicionado en un 30 por ciento, y reducir las facturas de calefacción de invierno en un 20-50 por ciento.
- Las investigaciones muestran que vivir cerca de espacios verdes urbanos y tener acceso a ellos puede mejorar la salud física y mental, por ejemplo, al disminuir la presión arterial alta y el estrés.
- Los árboles maduros regulan el flujo de agua y desempeñan un papel clave en la prevención de inundaciones y la reducción del riesgo de desastres naturales. Un árbol de hoja perenne maduro, por ejemplo, puede interceptar más de 15 000 litros de agua por año.
- La planificación de paisajes urbanos con árboles puede aumentar el valor de la propiedad hasta en un 20 por ciento, y atraer el turismo y los negocios.
En fin, una ciudad con una infraestructura verde bien planificada y bien administrada se vuelve más sostenible, mejora la calidad de vida, se adapta mejor al cambio climático, reduce el riesgo de desastres y conserva los ecosistemas.
En General Villegas no existe una red a través de una tarea programada y sistemática que proteja el arbolado público, con un adecuado sistema de protección, cuidado y mantenimiento.
Nuestros árboles han sido destruidos en varias ocasiones, a veces a través de permisos otorgados a empresas privadas que, si bien entendemos que deben cuidar sus inversiones, de ninguna manera pueden dejar muñones que mueren lastimosamente sobre las veredas. La tarea de supervisión debería ser indelegable.

La protección del espacio común
Mientras tanto, desde hace un tiempo, los vecinos han tomado cartas en el asunto. Mario Gómez asegura que en General Villegas, «el arbolado urbano está en situación de catástrofe», pero asegura que «los pibes son conscientes que son ellos quienes van a disfrutar de los árboles y por eso entienden la necesidad que tenemos de cuidar el planeta.»
Había que empezar por algún lado. Y se empezó. Para dejar un documento de este trabajo de vecinos, Mario se encargó de reunir al equipo de trabajo en la esquina de la Plaza San Martín, centro de sus labores como cuidadores.
Cuando llegué a la esquina, ya había varios esperando. Mientras tanto, Mario corría cruzando la calle para que todos estuvieran en la foto grupal.
Una juntada de vecinos que se propusieron sanar y mantener a los árboles de la plaza, muchos de los cuales cayeron después de un ventarrón. Mientras tanto, en la cruz que revela el primer dibujo del predio, los aguaribay, resisten todo lo que pueden.
Todo el grupo coincide en que todo es el movimiento ambiental es obra «del Capitán del equipo», el Dr. Nevil Ricchini. Pero todo capitán necesita de una tripulación. En este caso, son los marineros de los baldes.
Aunque hay varias cosas que se hacen como regar las plantas, lo importante es»sobre todo, cuidarlas de las hormigas», nos explica el capitán y agrega que una persona (que no es vecina), es quien los provee «de los elementos, de la cipermetrina y los herbicidas, para que no crezca la gramilla contra las plantas.»

Pero la tarea es en equipo y para eso, hubo organización. No es cuestión de que las cosas se hagan sin seguir un orden. Todo está establecido y repartido para que cada uno cumpla con su rol.
Sobre esta planificación, Tito Paviolo señala, con un guiño de complicidad, que «el doctor me otorgó las tres primeras plantas de la cuadra, que son las que me toca regar; esas están a cargo mío».
Ahí nomás salió al ruedo Iparraguirre, quien aseguró que «yo tengo dos y media, porque a veces riego la de la vecina también, pero dos tengo que cuidar seguro.»
Uno de los «más nuevitos», Kevin Didlaukis, dice que «aún no me han designado territorio, pero estoy a la espera». Mientras tanto, colabora con los terratenientes.
Es difícil de explicar lo que provoca este grupo de personas reunidas para cuidar los árboles. Entregar parte de su tiempo en beneficio de todos. Acá no importa la ideología, ni la religión ni la edad.
«Allá vienen los placeros!», avisó uno de ellos, mientras dos trabajadores municipales se sumaban al grupo. Porque también se trata de incluir y de participar. Ninguno siente que se mete en terreno del otro. Todos colaboran. Y se hace con alegría.
Parece que hay uno que es muy eficiente, porque le han tocado varias plantas. Marcelo Ipisale dice que a él le tocaron «doce árboles», porque hace «de la esquina hasta lo de Eugenio Leporati». Le tocó el lote más grande «porque si no, hasta San Martín no las riega nadie.»
Doce plantas que reciben agua de baldes que cruza de su casa. Son varios viajes diarios, a veces día por medio. Todo depende del tiempo. Si llueve, entonces tienen un par de días libres.

¿Cómo empezó este padrinazgo de la Plaza?
Según afirman todos, la responsabilidad es del Capitán Ricchini. Y en tanto las bromas y las risas se producen, Mario estaciona la camioneta cargada con algunas plantas y corre por la calle diciendo -«¡hay que ir a buscar a las chicas!»
Instantes después, llega a la esquina blindado por un par de mujeres que forman parte del grupo de apoyo en logística.
Pero es Nevil, quien cuenta cómo empezó esta aventura «de cuidar la plaza» entre todos. «Comenzó de manera imprevista», afirma.
Y continúa relatando que «un día vengo yo caminando, recién habían puesto unas plantas y veo a una persona agachada, sacando los brotes. Me acerco y se levanta. ¿Quién era? Mario Gómez!»
«¡Por fin encuentro alguien que cuida las plantas!», dice Ricchini, quien afirma que «así empezamos a conversar sobre cuidarlas; así comenzó todo.»
Sucedió así, sin planearlo, como suele suceder con las cosas que perduran. Porque se quiere.
«Es la única manera en que pueden sobrevivir (las plantas), afirma Marcelo Ipisale y agrega que «si las ponen y nadie las cuida, se mueren.»
El viento ha tirado muchos ejemplares que se han repuesto, al igual que algún ejemplar al que se lo llevó por delante un auto. «Entre todos, vamos reponiendo», asegura.
En tanto, el equipo se va ampliando y cada uno hace lo que corresponde. Otro que llega es Eugenio Leporati, quien junto a su esposa, fue el encargado de dar la vuelta a la plaza para «colocar todos los protectores para las hormigas» y asegura que es una cuestión de «hacer cosas entre todos.»
«Nosotros hacemos lo que nos demanda el Dr. Ricchini, que es el capitán del barco», afirma Eugenio.
Después, ubicarse para la foto. Que el sol no tape los rostros. Que se vean todos. Vecinos y placeros. Porque está demostrado que cuando se quiere hacer algo, se puede. Acuerdo y trabajo con un líder indiscutido, respetado y querido.
NDLR: Un par de días después de la foto, Mario me llamó desde «el medio del campo en San Luis», solo para pasar una lista de nombres de vecinos que colaboran económicamente para el mantenimiento.
Cumplimos en publicar el agradecimiento a: Cristina Barata, Bernardo Lynn, Nacho Olano, familia Ferreyra, Lía González (Banderaló), Gilberto Alegre y Gustavo Cilenta.

Un árbol con tu nombre en la Chassaing
Otro vecino que sabe de solidaridad y trabajo es el Bocha Páez. Y aunque nos contó un pajarito que Mario Gómez también anda por ahí, limpiando brotes, la idea de este vecino, autor de legendarias jornadas en El Gran Asador, es llenar de plantas la Avenida Chassaing Sur.
El domingo por la tarde estuvo regando y limpiando los más de treinta fresnos, con lo que ya casi ha llegado a la entrada principal del Prado Español.
«Estoy feliz de ver que están brotando todas», escribió el Bocha, quien agradece a Mariel Montoya, secretaria de Medio Ambiente, quien le hizo llegar las plantas.
La idea es colocar más de cincuenta ejemplares y cambiar el aspecto de la avenida circunvalación, «para ver si arbolando la Chassaing, la ponemos más linda», escribió el vecino en su cuenta de facebook.
Bocha va más allá y hace una convocatoria para aquellos que quieran «plantar un árbol en la avenida, ponerle un nombre, cuidarlo, regarlo y ver cómo crece.»

Tal como escribió en su célebre obra Alejandro Casona, «los árboles mueren de pie», pero viven más allá, porque incluso muerto, el árbol continúa dando vida y prepara el suelo al descomponerse, para acomodar mejor a sus sucesores.
Cada espacio en el que ha sido plantado un árbol, es un lugar de vida. Aunque la savia no circule sobre esa madera, seguirá siendo durante mucho tiempo, el asiento de una vida muy rica. Nada está más vivo que la madera muerta.
*Celina Fabregues es periodista. Conduce Cuidarte Más por FM Villegas, los sábados de 9,30 a 12 horas, programa que se repite a las 19 del mismo día.