Yo continúo en la etapa de contemplación, aunque de tanto en tanto tengo a mi cargo mínimas intervenciones. El aprendizaje es extraño acá. A veces me envían a observar el nacimiento de una estrella o de una galaxia, vastas nubes de gas y polvo en expansión, que de pronto colapsan y yo empiezo a sentirme parte, a contraerme y volverme más denso, y quedo con esa luminosidad que tanto me agrada.
Me gustan esas experiencias porque puedo estarme ahí un buen rato. Como cuando me toca acompañar cometas en sus recorridos, el nacimiento de la vida en algún lugar, la transformación física de algun seres, eso que en algunos lugares suelen llamar evolución.
Otros días tareas son extrañas, duran apenas un instante, y me dejan un sabor raro. Son las más difíciles, porque ahí estoy obligado a marcar la diferencia. Los otros me dicen que siempre es así, y yo no sé bien qué es siempre, pero hago mi mejor esfuerzo.
Aquí observar, descubrir, tienen significados distintos. Cada una de esas tareas te deja marcas, porque no es algo que se haga desde afuera, sino desde adentro.
Ahora estoy aquí, haciendo la cola del pan, y después de la fuerza centripeta que me dejó en este sitio, no hay nada que pueda desprender de mi. Nada que calme o active a quienes me rodean.
Son pequeños ejercicios que requieren de gran densidad y espesura, incluso de una intensa pequeñez. Se supone que en estas participaciones debo transmitir calma, un calor que apriete los corazones, o los altere, porque a veces, dicen, es necesaria cierta revolución. Como el estallido de los volcanes, o los tifones, la necesidad de algunos maremotos.
Aunque no me digan nada, porque acá no se evalúan las acciones, se nota que aún no logro comprender algunas cosas. A veces los acontecimientos suelen volverse amargos y quedo como aturdido, en suspenso.
Ahora estoy aquí, haciendo la cola del pan, y después de la fuerza centrípeta que me dejó en este sitio, no hay nada que pueda desprender de mí. Nada que calme o active a quienes me rodean.
Es al revés. Lo que ellos emanan me invade de un modo desconocido hasta ahora. Estos átomos apretados que soy se pegan unos a otros en una tristeza infinita que parece devorarme entero y mucho me temo que esta simple tarea termine en una implosión tal que quede convertido en un pequeño vapor gris y desolado por el resto de los tiempos.
(Texto basado en la imagen La cola del pan del ángel blanco, de Dorothea Lange y publicado en la V edición de la revista de arte y literatura «El esfuerzo conjugado)
* Patricia Bargero nació en Emilio V. Bunge. Desde 1985 vive en General Villegas. Hasta el año 2016 participó en la coordinación del programa Puig en acción, Realizó la investigación para el documental Regreso a Coronel Vallejos (Carlos Castro, 2016) y para la miniserie sobre la vida y obra de Manuel Puig de próximo estreno (Carlos Castro, 2022). Es autora de Necesito contarte: cartas a Manuel Puig y los suyos.