El 7 de septiembre se celebra en Argentina el día de los enólogos, en conmemoración a la fecha en que en 1862 Domingo F. Sarmiento inaugura la primera Escuela de Fruticultura y Enología en la provincia de San Juan.
Pero por si usted tiene la idea de que en esta profesión se vive de fiesta, sepa que en Argentina los enólogos celebran su día en tres fechas al año: el 5 de mayo, es el día del Enólogo en Mendoza, pero muchos consideran que corresponde a un reconocimiento a los profesionales de esa zona; luego, el 6 de agosto es el día de los profesionales agrícolas, donde se incluyen Ingenieros Agrónomos, Veterinarios, Técnicos Agropecuarios, etc.
Por lo tanto, en 2002, los distintos centros profesionales de enólogos acordaron una fecha exclusiva para todo el país, que es el 7 de septiembre. Pero en sí, los profesionales del vino en este país no nos perdemos ninguna de las tres ocasiones para brindar.
Comentada esta curiosidad festiva, muchos se preguntarán ¿qué hace un enólogo?
Comencemos distinguiendo términos que generan confusión.
El somellier es un estudioso conocedor de vinos, especializado en la degustación y maridaje en diferentes menús. El enófilo es el conocedor amateur, que por experiencia y curiosidad sabe de vinos, y tiene conocimientos generales.
En cambio, el enólogo es un profesional que estudió, trabaja y conoce el largo proceso que va desde la planta de vid, sus cuidados, producción de uva, la elaboración del vino y sus derivados, los análisis y tratamientos correspondientes, la conservación, presentación, venta y degustación. Cómo quien dice, es quien se ocupa desde el nacimiento de la planta de vid hasta que la botella de vino llega a su mesa, e incluso lo orienta en su consumo.
Si usted cree que es la profesión de sus sueños, que es la más divertida y que está totalmente alejada de la inerte y abúlica rutina, le diré que no se equivoca. Llegué a ella por pura curiosidad y me enamoré para siempre.
Para mí las palabras: poda, vendimia, vinificación, trasiego, análisis organolépticos, son sinónimos de celebración. Cuando podo una vid en los días más fríos de invierno, cuando corto un racimo en el calor del verano, cuando me mancho toda la ropa de color borravino (aunque sea casi imposible quitarlas), o cuando tengo que prestar mucha atención en cada sorbo de vino en una cata, en esos momentos, la emoción que experimento es la mezcla perfecta de alegría y libertad.
Si usted tiene la bendición de desarrollar la actividad que lo apasiona, seguramente entienda la idea del trabajo como el espacio de expresión del ser, del saberse pleno. Y si aún no lo ha sentido, sepa que existe algo en esta vida que lo puede hacer sentir esta dicha, y no debería dejar pasar el tiempo y comenzar su búsqueda.
Como me dijo una vez Juan, el padre de mi mejor amiga: “En algún momento de la vida, más tarde o más temprano, uno descubre el para qué está en este mundo. Y aunque uno no pueda dedicarse plenamente a esa actividad, ya sea por diferentes razones, la sensación de saber la respuesta a esa pregunta ya valió la pena.”
Esas sabias palabras me permitieron vivir tranquila durante largos años en que no pude desarrollar mi profesión, y hoy que vuelvo a ejercer, siento felicidad y templanza.
Por todos los enólogos del país, los invito a levantar una copa de su vino preferido y brindar
¡Salud!
* Ana Carolina Walser Oddone, Técnica en Enología de la Escuela Superior de Vitivinicultura de la Universidad del Trabajo del Uruguay (U.T.U.) y ayudante de la Cátedra de Vitivinicultura en la misma institución. Pasante de tesis de la Magister en Enología Graciela Calero. Trabajó como Enóloga en bodega De Luca, en Canelones-Uruguay.
Radicada en Bunge desde 2005, trabaja como docente de Fisicoquímica, y en ocasiones dirige degustaciones y catas. En el presente asesora al establecimiento vitícola BOHEMIANS VINES & WINES de General Villegas y columnista en el programa Cuidarte Más, que se emite todos los sábados de 9.30 a 12 horas por FM Villegas.
