Laura Zarauz es villeguense, pero dejó nuestra ciudad para radicarse en Mar del Plata cuando era muy joven. Una posibilidad laboral de su esposo los llevó a España, donde viven desde el año 2000.
Ha vivido la mitad de su vida en cada lado del charco, dejando seres queridos, amigos y sitios a los que siempre se intenta volver, pero nunca es fácil.
Hasta hace una semana tuvo de visita a su mamá, a la que no veía desde hacía casi un año y medio. Cuarenta días con ella en la casa fue sanador, pero no alcanzó para quitar la pesadumbre de no haber podido estar en el momento del fallecimiento de su sobrino Francisco.
«No pude estar para acompañar a la familia. Son los momentos más duros que tenemos los que vivimos fuera, porque no podemos correr cuando ocurren estas cosas», sostiene en un tono adquirido entre catalán y resabios argentinos.
Así comenzó el diálogo que mantuvo con Esteban Mutuberría en su programa «GPS villeguenses por el mundo» en radio Actualidad.
Celebró los 55 años con su mamá, algo que «hace años que no hacíamos, festejé los 36 en Argentina y desde entonces no había vuelto a pasar», dice emocionada.
Laura egresó del Colegio Nacional, se fue a estudiar inglés a Lincoln. Sobre ese momento cuenta que «no acabé de estudiar porque acabé en pareja y teniendo y eso me llevo a vivir a Mar del Plata, donde estuve 10 años.»
Durante el gobierno de Fernando de la Rúa «había una crisis bastante bestial en Argentina y un éxodo muy grande hacia Europa. España estaba en auge por la construcción y todo el mundo venía para acá, porque había mucho trabajo y había prosperidad. Una prosperidad que después aquí también fue para abajo», señala.
Jóvenes, con ambición y ganas de progresar, » a los 31 años hice la maleta y me vine con un hijo de 11 años y una pareja que tenía entonces y nos vinimos a buscar la vida», recuerda.
Los 23 años pasaron rápidamente y aunque confiesa que «la idea no era quedarse aquí. La idea era venir, juntar dinero y volver a Argentina y poder hacer algo, muchos de nosotros no volvimos. Al final echamos raíces aquí y me gusta vivir acá.»
Apenas llegaron vivieron en Hospitalet, a pocos kilómetros del centro de Barcelona, pero hoy se encuentra radicada en Tarrasa, ciudad catalana de más de 200 mil habitantes, a unos 24 km de la capital de Cataluña.
Aunque de alguna forma, se había despegado de su familia a los 20 años cuando se fue a Mar del Plata, «cruzar el charco es otra cosa. El problema se genera después cuando tenés que ir de aquí para allá y no siempre podés. No siempre está a tu alcance poder comprar un billete y subir a un avión. Los espacios de visitas a las familias empiezan a espaciar, no es fácil», reconoce.
La tecnología ha permitido el acercamiento, las pantallas no solo permiten la voz al instante sino también la imagen, pero aún falta el contacto, el abrazo, el mate de mano en mano.
«Cuando recién vine a España era recorrer el sitio donde vivía y lo primero que buscaba eran locutorios para poder tener un teléfono para llamar a la familia. El primer año cuando más necesitas mantener ese lazo. Ya luego era comprar tarjetas de recarga para hablar de casa sin tener que ir al locutorio, ya era un gran avance», expresa.
Después llegó intenet y se volvió al locutorio, porque «no teníamos ordenador en casa, hasta que luego conseguimos poder tener uno» y a gran velocidad, los teléfonos móviles revolucionaron las comunicaciones.
El momento de trabajar
Su pareja de aquel momento llegó a España junto a dos amigos con una posibilidad en el ámbito de la construcción y un mes después, cuando ya tenía un lugar para vivir, Laura se subió al avión con su hijo «sin trabajo y sin papeles también. Estuve casi un año hasta que regularicé mi situación.»
Ella tuvo la ventaja de que cambiaron las leyes y «al ser nieta de inmigrante español en Argentina, a través de los papeles de mi abuelo pude hacer la ciudadanía. Primero me dieron el documento de extranjera y uno o dos años después me dieron la nacionalidad española. Tengo las dos nacionalidades, porque te permiten conservar la tuya», relata.
Ya con el documento de extranjero, buscar trabajo fue simple. «Había mucho en cualquier sector que buscaras. En Argentina había una crisis enorme, durante el corralito y venía aún más gente.»
«En el primer lugar del que me llamaron, entré y estuve 12 años trabajando en una cadena de supermercados que había en Barcelona, que se llamaba Día (la misma que continúa en Argentina), hasta que me despidieron de un día para otro porque la empresa estaba haciendo una reforma porque comenzó una gran crisis en el 2008 y de golpe me encontré sin trabajo», recuerda.
En ese tiempo fue cuando Laura se planteó regresar a su patria. «Me persiguen las crisis», advierte y agrega que «cuando vine la gente tiraba manteca al techo, era un un despilfarro de dinero, algo que me llamaba mucho la atención porque nosotros veníamos de buscarnos la vida como podíamos. Acá era un exceso de todo. Pero eso tuvo una vida corta porque a partir del 2007 la cosa empezó a cambiar bastante y entramos en una crisis que se extendió hasta el 2011.»
«Con la caída de la construcción hubo mucho desempleo y la gente que trabajaba en el sector quedó en la calle. Lo único que funcionaba era la alimentación, el resto de gente vivía como podía. No todo lo que se cuenta de España es verdad, no es todo color de rosa. Hay crisis en todos lados», afirma Laura.
Lo cierto es que no era fácil encontrar trabajo, sobre todo porque «lo único que sabía hacer era estar cara al público, porque había estado 12 años haciendo lo mismo. No tenía un currículo como para trabajar en otro lado. Tenía unos 45 o 46 años y no podía optar a cualquier empleo», sostiene.
Con la indemnización en la mano, decidió buscar y esperar a que apareciera un empleo. Si en un tiempo esa posibilidad se daba, se quedaba, pero consideró seriamente «la posibilidad de volver a Argentina. Hablé con mi papá y mi mamá y me dijeron que me apoyaban que si me quería volver.»
Por otro lado, su hijo Matías ya era más español que argentino y «él quería quedarse, no quería volver. «Entonces, tenés que elegir», advierte. Dejar a la familia para ir a España primero y después dejar a un hijo para volver a Argentina, sabiendo que «no es tan fácil comprar un billete para volver a verlo.»
Mientras pensaba qué decisión tomar, Laura hizo cursos y se anotó en distintas plataformas de trabajo hasta que una cadena catalana abrió un hipermercado en Tarrasa. El único inconveniente «era que no sabía hablar catalán y la única condición que ponía la empresa era que tenía que hablar el catalán fluido. Me puse a estudiar catalán intensivo y en cuestión de medio año, que fue lo que tardó la obra en hacerse, me preparé y ahí estoy. Entré a trabajar en el año 2015 y ya llevo ocho años.»
La identidad
Laura tiene una forma de hablar diferente. No adquirió totalmente el español, pero tampoco conservó el argentino. Su forma de expresarse es una mezcla entre catalán y villeguense.
A ella, eso le da «mucha rabia porque es como perder tu identidad. No tengo casi contacto con argentinos.» Pese a que tiene dos amigas muy queridas, una en Tarrasa y otra en Barcelona, no se ven muy seguido.
«Aquí, no es como en Villegas que decís paso a tomar mate por tu casa y al rato estás ahí. Hay que agarrar el coche, meterme en Barcelona donde no hay lugar donde aparcar, combinarme que el otro no esté trabajando. No es tan fácil y a lo mejor pasa medio año, que no nos vemos con los amigos. Es difícil mantener el vínculo, me cuesta porque están alejados de donde yo vivo», lamenta.
Y como «la gente que me rodea, mis amigos más íntimos son de aquí, al final se me pegó la tonada», agrega riendo.
La montaña
Conocida como la ciudad más olímpica del mundo, Tarrasa es centro de muchos deportes, que es una de sus señas de identidad.
Para Laura, que se declara «adicta a la montaña», eso es un punto a favor, ya que la geografía del lugar le permite disfrutar plenamente.
«Me gusta mucho correr. Empecé corriendo en asfalto en 2006 cuando se transformó en una moda y cuando empecé a vivir en Tarrasa en 2011, que no es suelo plano sino que es todo subir y bajar con la montaña pegada al lado. En 2014 empecé a pisar la montaña y descubrí que correr por la montaña era mucho más gratificante. Correr en la naturaleza y en desnivel me hacía más feliz», afirma.
Esa pasión por correr en desnivel en plena montaña y con la naturaleza alrededor la llevó a conseguir un trofeo de segunda de categoría «en una carrera muy importante» que se realiza en una población catalana sobre los Pirineos, lo que significó «un logro este año.»
Sin embargo no ha sido la única competencia, sino que cuenta que tiene «el comedor lleno de maderas de las competiciones, porque este año he hecho varios podios.»
Asegura que correr en montaña le mantiene la cabeza despejada porque tiene un «trabajo bastante estresante y después de la rutina diaria, en 15 minutos estás al pie de la montaña, te metes en el bosque y eso te renueva.»
Tan fanática se ha vuelto que contó que cuando fue su mamá la hizo subir unos 500 metros, que es una altura importante para alguien de 74 años. «La hice subir y subió muy bien hasta La Mola», una montaña donde se practica senderismo, a la que se llega por El Camino de los Monjes.
Señal que su mamá no solo cocina bien sino que es fuerte, porque según agrega Laura, también «hacíamos gimnasia, caminábamos, no parábamos. Pensaba que no iba a hacer nada pero hizo de todo.»
Café por mate
Laura nunca fue matera y por esa razón no extraña la popular infusión argentina. Pese a eso, compartió algunas pavas con su mamá mientras estuvo de visita.
Explica además que en España se toma mucho café y «la gente hace sociales en los cafés. Por eso hay muchos bares, uno al lado del otro. A lo mejor en una cuadra hay tres o cuatro juntos.»
En cuanto a la comida, a falta de buena carne argentina, casi no la consume. Le gusta la comida mediterránea, pero del pescado elige el salmón y adora la crema catalana, un postre clásico que se ha extendido a gran parte del mundo y que llegó a la Argentina como parte del legado español.
Imposible dejar de lado el pan tumaca, pan con tomate y aceite de oliva, tradicional en Cataluña y otras regiones de España.
Los catalanes
En referencia al ser catalán, Laura confiesa que no es fácil establecer una conexión porque «no son tan abiertos a la hora de abrir las puertas de su casa y son bastante fríos, pero si le caes bien y te aceptan, entonces son gente muy cercana.»
Todo cerca
Una de las cosas más positivas de vivir en Europa es que en una hora y media se puede estar en otro país. Esa es «una de las cosas que me gusta de estar en España, y es que tenemos todo muy cerca. Estuve dos veces en Roma, en Cerdeña, en Venecia, en Florencia (Italia)». También fue dos veces a París (Francia) y a Ámsterdam (Países Bajos), conoció Holanda, Londres (Inglaterra), Oporto (Portugal) y Colonia (Alemania).
A esta altura del año están en pleno otoño, por lo que después de tomar un té, alrededor de las 10 de la noche, suele ir a dormir porque el día comienza temprano con un desayuno sin prisa y tiempo para algunos ejercicios antes de ir a trabajar.
Un cambio en Argentina
Sobre la situación política del país, Laura cree que «es necesario un cambio y tenemos que pasar por ese cambio y ver qué pasa. Podemos ir mejor o podemos ir peor, pero si no experimentamos, no vamos a saber.»
Algunos «podrán decir que es fácil opinar del otro lado del charco, pero aunque estoy acá, también pienso en los míos.»
Sin embargo, en España no es tan distinto el panorama económico. «Hay mucha incertidumbre, no era normal que hubiera tanta inflación de golpe. Empezamos después del Covid, luego la guerra de Ucrania. Ahora la guerra de Israel y todo es un motivo para subir los precios de la gasolina. No te crean que Argentina es la única que padece inflación, lo que pasa es que aquí no es tan bestia, pero vamos camino a eso», afirma.
«No estamos siendo conscientes de que vamos hacia una crisis. Los sueldos no suben o han subido muy poquito, pero la cesta familiar ha subido bastante. Una familia que tenga hijos y que sean más de que cuatro, pues lo tiene difícil», enfatiza.
El camino de regreso
En referencia a un regreso al país, Laura lo baraja como una posibilidad, pero no podría volver a Villegas, porque «ya se me quedaba pequeño cuando era joven y quería salir de allí.»
No puede evitar pensar en el futuro, en que la familia está en Argentina y eso también entra en la ecuación. «Son planteamientos que te hacés, pero que no los puedo resolver ahora, así que lo dejo en manos del destino y que decida qué va a hacer conmigo», sostiene.
Hay fechas más difíciles que otras, pero como Laura Zarauz asegura que «al fin te acostumbras a todo pero se siente ese desarraigo porque estás como a caballo de dos tierras. Cuando cuando voy allá, añoro lo que tengo acá y aquí añoro aquello. Allí están las raíces, la familia, lo que más querés y acá tenés tu vida.»
Se emociona pese a que no le gusta llorar y después de escuchar mensajes de su mamá y sus hermanas, cierra la entrevista afirmando que «lo que más me duele es no poder verlos cada día o estar en los acontecimientos importantes. Quiero decirles que los quiero a todos y sobre todo, darle fuerza a mi hermana Natalia para que siga adelante, porque está pasando un duelo muy duro y ninguno quisiéramos estar en sus pies.»
Finaliza prometiendo volver a pasar unos días a la Argentina el próximo año porque «no quisiera tardar mucho en ir.»