«GPS, villeguenses por el mundo» sigue recorriendo cada punto de este planeta, en cada sitio, en cada lugar donde haya un alma villeguense.
Muchos dicen que la experiencia es un atributo fundamental en la vida de una persona. Pero muchas veces, las ganas y el deseo por perseguir los sueños prevalece sobre lo lógico.
Esta obsesión fue la que llevó a Juliana Pascual, la protagonista del programa número 45, al exterior. Con alma bungense, en la mañana australiana, nos cuenta su propia historia a más de 13,000 kilómetros y con 14 horas de diferencia.
Primeros pasos
El sueño extranjero de Juliana comenzó hace cinco años, cuando pudo sacar su primera «working holiday». En aquel momento, el asentamiento de la bungense era Buenos Aires y su trabajo estaba relacionado a la telefonía Movistar, con controles de marketing y demás.
«Hice una carrera universitaria, me recibí de Ingeniera Industrial y ya estaba trabajando de eso. Pero me pasó que fuí de vacaciones con una amiga a Panamá y me dio curiosidad el hecho de quedarme más tiempo en aquel lugar». El exterior ya no era visto de la misma forma por Juliana.
La tentación de viajar
La vida de la joven estaba destinada al éxito en otras tierras. Las ganas de emigrar fueron en evolución y, en conjunto con su amiga, sacó «por las dudas» la visa para Australia.
Ante esta decisión, la familia entendió el deseo de la joven, pero también entendió que era peligroso soltarse ante un contexto y entorno desconocido para su vida. Por eso, prefirieron resguardarla con sus consejos ante un posible fracaso.
A su vez, también priorizaron la felicidad de Juliana, sea donde sea el lugar de vida. Y su felicidad, claramente estaba en el exterior. No por una cuestión patriótica ni económica, sino personal, en donde predominó la fantasía que significaba «vivir afuera».
Culaquier país asiático era una fuente confiable y un lugar seguro para vivir según Juliana, pero se dejó llevar por las opiniones sobre Australia como hogar y priorizó la cercanía a los países de Medio Oriente.
Más allá de cómo podía desarrollarse su pasantía por Oceanía, la joven afrontó el compromiso de cumplir su sueño de tener al menos una experiencia fuera de sus tierras.
Asentamiento y nuevos conocimientos
Primero se estableció en un pueblo pequeño de Australia. «En ese momento tenía mucha curiosidad e intriga. Elegí este lugar para que no sea tan fuerte el choque cultural», mencionó.
La ciudad se llama Mallee y es un destino repleto de bosques. Es un pueblo accesible para el manejo dentro del lugar. Sumadas a estas referencias, es un sitio con una buena cantidad de argentinos radicados allí.
El deseo de probar nuevas cosas y explorar otras culturas ajenas a lo cotidiano latían fuerte en el corazón de la bungense, que no se quedó de brazos cruzados y fue tras de ello.
En estos momentos, la idea de Juliana es estabilizarse un poco después de cinco años muy movidos y cargados de nuevas ilusiones. Distinta era su pensamiento allá por 2018, cuando quería «comerse el mundo».
Proceso de adaptación
Varias cuestiones y aspectos llamaron rápidamente la atención de Juliana con respecto a la cultura local: lo temprano que se levantan los australianos, sobre todo en los lugares costeros, y la pasión que tienen por el café, de todo tipo y clase.
Un factor negativo según la bungense es la gran cantidad de alcohol que toman. De hecho, se han realizado restricciones con respecto a este tema. No obstante, a ella lo que más le sorprende es la facilidad que tienen para levantarse al otro día.
Pese a lo decidida que se encontraba al momento de su partida, se hizo complicada la adaptación en los primeros meses. La pregunta y el replanteo existió en algún momento de zozobra, pero nunca flaqueó ni se arrepintió definitivamente.
Pese a que sus raíces están ubicadas en Bunge, ella confesó que se siente parte de Buenos Aires, donde radicó después de los 18 años. Luego de tanto tiempo sin pisar su pueblo, se hace fuerte el sentimiento de extrañar las cuestiones sociales y detalles de menor importancia que se incrementan con el paso del tiempo. Sentarse afuera, comer asado y la parte familiar pesan a la hora del recuerdo que conllevan sus tierras.
Un espíritu nómade que contagia
Una vez establecida en Australia, proyectó vacacionar por distintos lugares turísticos cercanos. En 2019, visitó por primera vez Europa al firmar presencia en un casamiento realizado en Mallorca, España. Allí aprovechó para pasar por varios sitios importantes del «viejo continente».
Luego la idea era pasear por Tailandia, pero la pandemia lo imposibilitó en marzo del 2020. Para colmo de males, el deseo de explorar Asia se vio afectado porque el Covid-19 se centralizó en dicho continente.
Finalmente pudo establecerse en Tailandia, en plena época de pandemia aunque si bien es un país asiático, no fue foco de la enfermedad. Estuvo un buen tiempo en dichas tierras, cumpliendo otro sueño. Hizo varios grupos de amigos y realizó un curso de buceo.
Tras siete meses en Tailandia, el plan era asentarse en Europa. Alemania fue el primer destino ojeado, y la elección definitiva. Juliana sacó la visa alemana y tomó vuelo directo a Berlín. Su empleo era hacer deliberys, en una época donde las calles eran «fantasmas» por la enfermedad que azotaba al mundo.
Italia fue uno de los países más afectados y complicados con respecto al Covid-19, pero cuando la gravedad cesó tramitó la ciudadanía italiana y partió. Su travesía por el país «tano» duró solamente tres meses.
Pero luego, por medio de un casamiento, regresó a Argentina. Las ganas de volver se hicieron presentes y no pudo resistir la tentación de establecerse en territorio nacional durante seis meses.
Luego pegó la vuelta para Alemania, pero fue una especie de preparación para su retorno definitivo a Australia, donde se encuentra en la actualidad.
Vida laboral
Con más incertidumbres que certezas, obtuvo su primer empleo «acomodando las cosas» en una casa. Esta expresión puede parecer extraña. Sin embargo, es la realidad que vivió Juliana en este hogar, donde todo lo que se desordenaba era corregido por ella. Así ganó su primer salario en Australia.
En paralelo al mencionado trabajo, cuidó niños estadounidenses en una casa. La importancia para la familia de estos chicos es que pudieron encontrar a una persona que les enseñaba el idioma castellano y eso se vuelve vital en una familia con descendencia mexicana.
Los días en estas épocas fueron bastante agitados para Juliana, ya que contaba con una agenda muy cargada de trabajo, sumado al estrés que conlleva aclimatarse al país.
Planes para el futuro
Juliana tiene pendiente cumplir el objetivo de recorrer Asia y es algo que hará en los próximos meses, ya que no pudo realizarlo en su momento por la pandemia.
Pensando al largo plazo, la idea es echar raíces, pero también dejando la puerta abierta para posibles pasantías por España (por tener seres queridos allí) y Argentina.
La historia de Juliana en el exterior es parcial, porque todavía tiene muchas páginas doradas por escribir, por decisión y edad. Su vida está destinada al éxito rotundo, pero lo más importante es que pudo cumplir sus metas, algo por lo que uno siempre pelea en este pasaje por el mundo. Juliana tiene futuro, por ahoras lejos de sus tierras, lejos de su Bunge, al cual algún día volverá.