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domingo, octubre 6, 2024

«Titina» asegura que trabajar en educación, «me fortaleció y me enseño a vivir con amor para los demás»

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En el Mes de la Mujer, la Asociación de Educadores Jubilados y Retirados continúa con los agasajos a sus asociadas. Esta vez, Antonia «Titina» Vega de Sobrón, de gran trayectoria docente.

«En marzo de 1966 me pre-titularizan en la Escuela N° 28 “El Chingolo”, con una planta funcional de tres docentes y dos aulas. Era el año de mi casamiento, por lo cual ya fui muy preocupada por cómo iba a seguir mi vida», contó «Titina».

«Había un club abandonado, como a dos cuadras, con una piecita en estado deplorable (un galponcito), que se cerraba con una cadena que pasaba por dos agujeros de las maderas. Entraba y salía el viento por todos lados. Yo, maestrita nueva, fui designada a ese salón», recordó.

«Titina» estaba en pensión en la casa de un tambero. La vivienda estaba como a una legua de la escuela. «Llegaba en sulky a clases, siempre de taquitos y pollera, propios de la época. Iba un rato antes para limpiar lo que podía, porque allí vivía un matrimonio con los animalitos típicos de un lugar de campo: cerdos, ovejas, patos, gallinas, etc. Los animales andaban por el patio, delante del galponcito que hacía de aula», siguió su relato.

Con la intención de que ningún detalle se le escapara, contó también que ella barría el espacio que se utilizaba como salón para dar clases. «Pero no juntaba la basura», sostuvo. Es que, según dijo, había como un sobre piso de madera, «quedaba un hueco entre el piso y el suelo. Yo barría llevando todo hacia las hendijas que había, no juntaba la basura. Tierra, plumas de las gallinas… Todo se caía solo por los agujeros que había en la madera».

A la hora del recreo, cuando tocaba la campana, la maestra y sus doce alumnos tenían que caminar hasta la escuela, que estaba distante del aula donde «Titina» daba clases, «para que los chicos socializaran, decía la directora. Pero antes de irnos teníamos que cerrar todo, para que no se metieran los animales al aula, porque también había vacas y el recreo era largo», expresó.

Mientras relata aquellos tiempos «Titina», de 81 años, parece volver a vivirlos con un amor a la docencia que no tiene explicación. Hay que sentirlo. Una docencia que también tuvo sus momentos no tan gratos.

«Un día al volver al salón la puerta estaba abierta y los pollos se habían metido adentro. Me encuentro con un señor de traje y corbata, incómodamente sentado en una sillita tambaleante. No podía entender cómo había llegado sin verlo. Yo me quería morir. Era Cadierno. Los chicos, ingenuos, no le prestaron atención, sacaron los pollos y se sentaron», continuó una «Titina» entusiasmada rememorando aquellos años de docencia.

Cadierno era el inspector de Educación, «¡pero que inspector! Daba miedo», exclamó. «Creo que yo temblaba. Me presenté y le pregunté qué quería ver; y su respuesta me desconcertó aún más, porque me dijo que ya había visto mi carpeta y las de los chicos, que siguiera dando clases. ‘El docente se tiene que adaptar a cualquier situación’, me dijo, dándole una mirada al galponcito. Y se fue a ver a la directora esquivando bosta de vaca».

«Yo me quedé con mucha impotencia, porque me había revisado hasta el portafolio que había dejado cerrado cuando dejamos el aula. Pero el recuerdo de él con los pollos en el aula, no me lo olvido jamás», agregó risueña.

De su trayectoria docente, «Titina» fue maestra durante 20 años en el campo. «En todas las escuelas que estuve me desempeñé con mucha alegría, porque veía la valoración de la gente y la esperanza de los niños», expresó, recordando también sus inicios haciendo algunas suplencias en instituciones de la ciudad.

«Tengo anécdotas inolvidables que me fortalecieron y enseñaron a vivir con amor para los demás. Las escuelas N° 3, 4, 6, 18, 28, 37, 39 y 16 son parte de mi vida. Incluso los ex alumnos de la 16 hicieron un grupo de WhatsApp donde estoy y me van contando de sus vidas, pasando fotos y, una vez al año, hacemos un encuentro. De las otras rurales estoy más lejos», comentó.

Pero además de la educación, «Titina» fue parte también de la comisión de Lalcec por 12 años, estuvo durante 7 en el Hogar de Ancianos y desde 2019 hasta la actualidad es parte del grupo que trabaja en el Museo Histórico Regional.

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