“La primera reacción fue llorar. Quería jubilarme como cartero, nunca pensé que las cosas iban a terminar así”. Diego Mittino lo cuenta desde la oficina de correo de Santa Regina, un pueblo de 500 habitantes, aislado de rutas y en tierras baldías del Partido de General Villegas, en el vértice de la provincia de Buenos Aires, y en los límites de Córdoba y Santa Fe. El pasado 8 de mayo le comunicaron que la oficina estaba dentro de la lista de las que iban a cerrar en la reestructuración de la empresa y que él ya no sería más el cartero del pueblo.
“El correo es mi vida, cumple una función social muy importante en los pueblos”, dice Mittino. Contra lo que se piensa, la actividad es intensa y es un servicio con vigencia: se siguen haciendo giros, todas las compras que se hacen en las plataformas digitales llegan como encomiendas y, acaso su función más crucial, es quien paga las jubilaciones y asignaciones en un pueblo en donde no hay bancos ni cajeros automáticos. “El cierre de la oficina afecta directamente a 140 personas”, dice Mittino.
Hace referencia a los 105 jubilados a los que paga en mano sus jubilaciones y 35 asignaciones universales por hijo. “No hay ninguna comunicación oficial sobre cómo se pagará en junio”, afirma Mittino.
“A mí me duele por ellos porque, ¿dónde van a cobrar? Es todo muy improvisado”, se cuestiona Mittino. Las especulaciones son una posible llegada de empleados de ANSES o que deban ir a Charlone, el pueblo más cercano, a 20 kilómetros por tierra, en un camino en mal estado. Sin embargo, un remis tiene un costo de $30.000. “¿Cómo un jubilado va a poder pagar esto?”, indaga Mittino. Si los derivan a la ciudad cabecera, el costo ascendería a $80.000.
LA NACION consultó a la empresa sobre este cierre en particular, pero no obtuvo respuesta.
“Si se cierra el correo, estamos condenados a desaparecer”, dice Beatriz Peretti, de 80 años y una de las que cobra en mano su jubilación. “Nos falta de todo, somos los olvidados”, agrega.
Caminos intransitables
Santa Regina está a 75 kilómetros de General Villegas, de los cuales 25 son de tierra, arenosa y con profundas huellas. Con la propia humedad del otoño, esta zona medanosa se hace por momentos intransitable. “Cuando llueve nos quedamos aislados”, dice Peretti.
La comunidad ha estado en esta condición en varias oportunidades. Las distancias son largas, es el segundo distrito más extenso de la provincia. En todo el trayecto no hay señal telefónica.
“Es un pueblo aislado de la vida”, asegura Peretti. La mayor parte de la población es adulta. No tienen médico estable, no hay farmacias, ni estación de servicio (hace tres años se cerró la única). “Hay que rogar que no llueva sino no puede salir la ambulancia”, agrega.
Hace muchos años que la comunidad se une para pedir que se mantengan los caminos. “Nadie nos escucha. Hay días que tenés miedo de estar acá”, cuenta Peretti. La noticia del cierre del correo dejó a todos sin reacción. “Fue un golpe en la nuca, necesitamos que nos oigan y ser tratados como seres humanos”, ruega la vecina.
El pueblo tiene mucha vinculación con la provincia de Santa Fe, y más precisamente con Rufino, a 60 kilómetros, 25 de ellos por tierra, en un tramo que figura como asfaltado, aunque sin embargo es de tierra e inundable. El correo es las pocas instituciones que lo conectan con el mundo. “Da mucha bronca porque funciona muy bien, y no hay motivos para cerrarlo”, dice María Pascuale, vecina que tuvo la idea de hacer una bandera con la frase “Condenados a Emigrar” que exhibieron los vecinos en la oficina postal.
“Es una decisión que se tomó desde un escritorio, sin conocer la realidad”, dice Pascuale.
El Correo Argentino es una de las empresas públicas que el Gobierno pretende privatizar si se aprueba la Ley Bases en el Congreso de la Nación. Tiene una nómina 16.858 empleados, que se llevaría a 9500 antes de su posible privatización.
Según publicó LA NACION días atrás, los argumentos son los costos de mantenimiento de al menos 900 oficinas en todo el país. El Correo Argentino tiene hoy 14.500 empleados, 1452 sucursales y 901 inmuebles propios. La intención es reducir la planta a 9500 personas y 500 sucursales.
A los empleados se les ofrece un retiro voluntario con un plus económico con una fecha límite para acceder a este beneficio y sino, el posible despedido, por un monto menor.
Los empleados de oficinas que están en ciudades están tomando el retiro, según Mittino. “Pero en los pueblos nadie quiere abandonar sus puestos, cumplimos una función social muy importante”, dice. Habla de la fraternidad de la familia “telepostal” y que en Trenque Lauquen hay un caso similar en el pueblo de 30 de Agosto. Todos los días se van enterando de pueblos que reciben las llamadas con la comunicación del cierre. “No estoy en contra de una reestructuración, pero se deben estudiar caso por caso”, afirma Mittino.
Un edificio de 1869
En Santa Regina, la oficina de Correos está dentro de un edificio municipal en comodato, no paga ningún tipo de alquiler, la empresa solo se hace cargo del servicio telefónico y la energía eléctrica. “Tengo un consumo mínimo que no sobrepasa los 30 kilovatios: no generamos ni siquiera un gasto grande”, dice Mittino, quien es el único empelado de la oficina. “Hago el trabajo de varios, pero todo esto lo hacés por amor”, dice.
“Que se cierre el correo va en contra de lo que necesita el país”, afirma Gilberto Alegre, intendente del Partido de General Villegas. “Nadie nos comunicó nada, ni tuvimos un comunicado oficial”, afirma.
Reconoce que se enteró por los pobladores de Santa Regina y por el delegado municipal. También afirma que se comprometió a hacer gestiones para intentar frenar el cierre o darle una alternativa de cobro a los jubilados.
“Todavía tengo esperanza que esto sea solo una pesadilla”, dice Mittino. El 8 de mayo, a las 9 de la mañana, recibió una llamada del área de recursos humanos de Correo Argentino donde le comunicaban el cierre y su desafectación a la empresa. “No le dije a nadie, pero me largué a llorar”, cuenta.
Cuando comunicó la noticia a su familia, su hijo de 11 años tuvo la misma reacción. “Fue como recibir un golpe de Mike Tyson, eso me dolió”, afirma. Personaje del pueblo muy querido, muchas veces salía a repartir las cartas con su hijo a quien le había hecho un uniforme.
“Yo quería ser abogado, pero mi padre no pudo”, dice. Tambero, les aseguró la educación secundaria a él y a sus dos hermanos. Mittino tenía un sueño: modificar esto y poder ofrecerle a su hijo una formación terciaria. “Ahora no sé si podré”, confiesa, con la voz quebrada. El 12 de mayo cumplió 26 años de servicio. “Jamás tuve una mancha en mi legajo”, puntualiza.
“Todavía no lo creo, no puede ser real”, confiesa Jorge Leani, delegado municipal. Fue el primero que supo la noticia. Aquel 8 de mayo entró a media mañana a la oficina y encontró a Mittino llorando. “Se me vino el mundo abajo”, comenta. Días después él mismo tuvo un paro cardíaco, del que se está recuperando. “Jamás vino nadie para hacer un análisis de la situación. Esto es como decretar la desaparición del pueblo”, cuenta.
La oficina abrió en 1900 y nunca cerró. Comparte espacio con la biblioteca popular; es un edificio con mucha historia, construido en 1869, fue un fuerte en la Conquista del Desierto. Desde aquí se amplió la frontera del país. Santa Regina es un pueblo sosegado, con calles asfaltadas y arboladas, las casas tienen terrenos amplios, con jardines cuidados y fachadas señoriales y bien mantenidas. Muchos se mueven en bicicleta, que se pueden ver en las calles sin candados. En 2016 sufrió una gran inundación, permaneciendo aislado por semanas.
“Iba a buscar el dinero para los jubilados en una zorra por la vía del tren”, recuerda Mittino. Cuando debía ir a Charlone y cruzar por caminos convertidos en arroyos, avanzaba despacio con su moto, pero algunos tramos debía caminar por el temor de caer en algún pozo con el vehículo y mojar la correspondencia. En Navidad –en una movida que hacen con la Biblioteca– los niños le escriben cartas a Papá Noel, y él las timbra con el sello del correo, haciéndose cargo del gasto y les lleva a cada niño su carta con la respuesta que la bibliotecaria escribe. “Uno hace cosas que la gente que está detrás de un escritorio no sabe, en el interior trabajamos”, afirma Mittino.
¿Qué pasará de ahora en más? Nadie lo sabe. “Es una incertidumbre”, reconoce. Hoy, viernes 24 de mayo, es el primer día que la oficina estará cerrada por primera vez en 124 años, sin saber si volverá a abrir. “Si me toca irme, lo haré –dice Mittino–. Pero no está bien que sea así: el Correo no puede desaparecer”.
LA NACION