GPS trasciende la mera definición de un programa de ACTUALIDAD. Es un viaje que entrelaza sentimientos profundos, emociones increíbles y recuerdos imborrables. Todo ello a través de un diálogo sincero y auténtico con sus protagonistas.
Puede que pasen meses, años o incluso décadas lejos de su hogar. Sin embargo, todos ellos comparten un hilo conductor: el noroeste de la provincia de Buenos Aires, el lugar donde nacieron y florecieron las historias que dan vida a esta extraordinaria aventura de más de ochenta valientes.
En esta oportunidad, el protagonista de la historia número 87 es Marcelo Ochoa. 66 años. Radicado en la ciudad más violenta de Colombia, en el Departamento del Cauca. Miles de anécdotas, vivencias y testimonios, a más de cuatro décadas fuera de la tierra que lo vio nacer. De eso se trata «el programa de los villeguenses».

Primeros pasos
«Nací en Villegas, en una casa de calle Arenales», así se presentó Marcelo. La historia comienza a forjarse en la Escuela de Hermanas (IMI), donde estudió los dos primeros años de la primaria. Después continuó su estudio en la Escuela N° 1, antes de llegar al Colegio Nacional, donde se graduó como Perito Mercantil en 1976.
Justo el año que finaliza sus estudios secundarios, empieza la Dictadura Militar que afectó al país durante siete años. Es por ello que debió esperar hasta último momento para definir si iba o no a la colimba. Finalmente no fue.
Aprovechó el año siguiente para trabajar mucho, en tres empleos diferentes, en General Villegas. Con el dinero ahorrado, comenzó una historia de muchos desafíos y un camino maravilloso, visto desde otra perspectiva.
Los recuerdos más fuertes que mantiene Marcelo en esos primeros 20 años de vida en General Villegas, están enmarcados por el fútbol. Tenía 10 años cuando fue a jugar amistosos a Montevideo, Uruguay, con un grupo de amigos villeguenses. Recordó además un equipo fantástico que integró de Eclipse, el cual fue campeón local y regional. Incluso, fue subcampeón en Mar del Plata.

La propuesta que le cambió la vida
Una tarde de verano, un amigo muy cercano le propuso cambiar el rumbo de su vida, ofreciéndole ahorrar durante un año para irse de General Villegas y escribir sus propias páginas. La Plata fue el destino elegido para estudiar y recibirse en Ciencias Económicas.
«Fueron años muy complicados para ser estudiante y, además, vivir en La Plata. Así nació, con una simple charla, mi historia. Fue un click que me hice», explicó.
Una experiencia única en el mundo
En La Plata, Marcelo se informó cada vez más sobre un tema que le interesaba: las políticas exteriores. En este contexto, fue elegido junto a otros 15 compañeros, para ser enviado a Nicaragua, en el marco de una crisis política muy grande en 1990. Significó la primera experiencia de símbolo de paz hecha por civiles en el mundo. Las anteriores habían sido hechas por militares. Fueron invitados por Cancillería.
Comenzaron a trabajar, ya no solo para un país, sino que para todo el continente. «Tuvieron que incorporar conflictos bélicos. Cuando nosotros llegamos, había gente que no conocía el país en paz. Llevaban más de 30 años en guerra. Solo sabían disparar. Era un gran desafío para mí, desde entender y aprender. Me tocó coordinar el programa de repatriación, con nicaragüenses que estaban en otro territorio y querían volver al país. Eso generó mucha violencia», recordó el villeguense.
Por otro lado, se refirió a lo que significa Nicaragua para él: «Todo lo que soy hoy, es gracias a Nicaragua. Estuve mucho tiempo en un pueblo muy sufrido y golpeado, pero que tiene alegría para sobreponerse a las catástrofes, no solo a las guerras, sino también a las problemáticas naturales. Es mi otro país. Fue mi escuela primaria y secundaria juntas».
Marcelo contó que vivió momentos pálidos en esta preparación: «Había situaciones donde no teníamos para comer ni para dormir. Y pensaba qué estaba haciendo ahí. En Argentina estaba muy bien. Analizaba y sabía que no tenía nada que ver con lo que a mí me gustaba. Nos daban armas e instruían». Y, lo que a priori eran dos meses, terminaron siendo 17 años en suelo centroamericano.
Años después, se trasladó a otro país de conflictos sociales. Fue Guatemala, al que se mudó en 2007, hasta el 2011. «Estuve cinco años. Si en Nicaragua fue la primaria y secundaria, en Guatemala fue la universidad. Era llevar toda la experiencia a un país donde institucionalmente era más fuerte y poderoso. Es tres veces más grande. Era llevar nuestro conocimiento a muchas familias que habían sido afectadas por la tormenta tropical que había destruido al país. Ahí atendimos a más de 10 mil personas. El aprendizaje fue mucho más acelerado. Me tocó trabajar dentro del gabinete presidencial», comentó.

Vuelta a casa
En 2011, luego de cuatro años en suelo guatemalteco, Marcelo decidió regresar a Argentina. «Estar en Nicaragua era una cosa. Estar en Guatemala, otra. Este último estaba muy afectado por la violencia, narcotráfico y tormentas tropicales. Todos los días agradecía que no me había pasado nada. El otro era muy seguro. Decidí volver y terminar con eso», detalló.
Justo el año en el que volvió a General Villegas, Gilberto Alegre se impuso en las elecciones como nuevo intendente municipal. Marcelo mantuvo una reunión con él, en la que se ofreció para dar una mano en la gestión. Fue nombrado como secretario de Vivienda y Medio Ambiente, en una experiencia que el villeguense disfrutó mucho. Estuvo cuatro años en el cargo.
«Llegamos a un acuerdo. Le dije que lo ayudaba. Volví y nació un experiencia muy linda. Fue bajar desde lo nacional a hacer lo mismo en mi pueblo. Villegas estaba muy distinto a cómo lo conocía. Fue muy lindo. Era poner en práctica lo que había aprendido. El equipo era hermoso. Fueron cuatro años, dos con Alegre y dos con Pascual. Visité más de 2 mil de viviendas», contó.
Nueva inserción en el exterior
Luego de esta aventura villeguense, fue invitado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Organización de Estados Americanos (OEA) para integrar parte de las misiones de paz en Colombia. Decidió apostar a la reinserción y partió hacia suelo cafetero. Todo esto fue en 2017. El primer destino fue Pasto y luego se mudó a Popayán.
Popayán es uno los destinos turísticos más relevantes del sur occidente colombiano. Es llamada comúnmente “la ciudad blanca” por el color de las casas que adornan su arquitectura colonial. Fundada en 1537, es una de las ciudades más antiguas, no solo de Colombia, sino de América. Esta tradición histórica, permite ofrecerle a quienes la visitan un amplio abanico de atractivos turísticos.
«Ya no era primaria, secundaria y terciario. Era la maestría y el doctorado. Fue otra etapa de mi vida. Popayán tiene un clima muy lindo, no hace ni frío ni calor. Parece primavera. Va de 13° a 25°. Siempre disfruto», señaló.

Planes para el futuro
«De acá en adelante, es una pregunta que no tiene respuesta», dijo. El villeguense reveló que espera «otro click» y no sabe qué sucederá con su vida en el futuro inmediato, dejando la puerta abierta para otras opciones sobre la mesa. «Seguiré dando batalla todas las veces, siempre y cuando tenga energías para hacerlo y sea útil», aseguró.
Además, sostuvo que por ahora es Colombia donde se siente muy bien y cómodo. «Estoy muy bien. Donde suene el silbato, a ese estadio voy a entrar. Que la vida siga sorprendiéndome. Mi historia sigue y empieza desde General Villegas», afirmó.
Por último, al ser consultado sobre la posibilidad de envejecer en General Villegas, respondió: «Uno nunca sabe lo que puede pasar. Cuando me preguntan de dónde soy, digo ‘argeniguaco’. ¿Qué significa? Que me siento argentino, nicaragüense, guatemalteco y colombiano. Esa definición me da una parte muy importante de mi vida. Uno aprendió mucho. Quedó ahí centrado y dio sus frutos. Me quedaron amigos en todos lados. Esta historia se sigue escribiendo, no sé hasta dónde. Tampoco me lo quiero preguntar».
Conclusión
En tiempos de convulsión social y conflictos bélicos, pocas personas han logrado destacar con la misma intensidad que Marcelo Ochoa, el villeguense que se convirtió en un símbolo de resiliencia en Centroamérica. Su vida y obra son testimonio de cómo un individuo puede abrazar la adversidad, llevando con orgullo la bandera de su tierra natal, General Villegas, incluso en los momentos más oscuros.
Su labor fue particularmente notable en un contexto donde la violencia y el miedo se habían normalizado, desafiando las mafias del poder con una valentía admirable. Al llevar la bandera de Villegas, ha representado no solo a su pueblo, sino a todos aquellos que han sido silenciados y marginados por un sistema que los descuidó.
La historia de Marcelo Ochoa es, en definitiva, un relato de lucha y esperanza, un recordatorio de que incluso en los peores momentos, la resiliencia puede brillar con fuerza.